La última vez que vi en persona a Teresa Berganza fue en autobús. Uno que iba de Madrid a El Escorial, donde ella vivía. Llevaba unas zapatillas de colores chillones con las que debía de ir muy cómoda. La diva en zapatillas y en autobús. ... Nada que ver con esa señora primorosamente vestida en los escenarios (en recitales; ni a ella ni a Victoria de los Ángeles las pillé en una ópera). Formaba parte La Berganza de una generación portentosa e inexplicable de cantantes españoles: Kraus, Victoria, Lorengar y Plácido. Superhéroes del canto. Tuvo Berganza un marido que le salió rana (el de Victoria hasta tenía una segunda familia a la que mantenía ella, claro). Como hombre prefería a Plácido frente al frío Kraus. Marcada por Carmen pero no encasillada (su Cherubino de 'Las bodas de Fígaro' también fue memorable). Era graciosa y seria en lo suyo. Era 'músico'. A algún director le tiró la batuta a la cabeza. Plácido es el único superhéroe vivo.

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