Paso una semana de vacaciones con mis nietos, algo que en los últimos años se ha convertido en costumbre. Durante la comida, a mediodía, surge tema de plática. El asunto gira sobre el origen de la vida animal, sobre cómo comenzó todo. Les hablo un ... poco, hasta donde mis cortas luces alcanzan, de Darwin y de las Islas Galápagos. «Ya, abuelo, la evolución», me dicen. Concluimos que comenzó todo con el agua y los peces. Pero el pequeño, de cinco años, no parece del todo convencido.
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A la noche, horas después, mientras miro algo en la tele, se acerca el pequeño y me dice: «abuelo, creo que te equivocas, no estoy de acuerdo en que lo primero fueron los peces». ¿Ah, no? ¿Qué fue entonces? Y me contesta con solemnidad: «lo primero fue el tiempo y después el espacio. Y ya después, sí, vino el agua, los peces, el mono y ya las personas». Quedo alucinado. Solo se me ocurre decir: «eso me gusta, el abuelo escribe mucho sobre el tiempo». Asiente como diciendo: «sigue por ahí, abuelo, por ahí vas bien».
Ya al día siguiente comenzamos lo que el pequeño, cinco años, llama «preguntas para listos». Mi primera pregunta, todavía alucinado por el día anterior, no es pequeña: «bueno, Leonardo, ¿y qué es el tiempo?». No duda ni un segundo. «El tiempo -dice- es lo que se mueve». ¿Y el espacio? «El espacio es lo que no se mueve, por ejemplo el cielo». Sigo ojiplático. Continúa mi nieto: «Si yo cumplo en enero seis años, eso es el tiempo, si el verano acaba, eso es el tiempo, cualquier cosa que ocurra es el tiempo, sin tiempo no hay nada, todo lo que se mueve ocurre en el tiempo».
Imagino que todo esto lo ve en televisión, en internet…, pero todos hemos aprendido todo en algún sitio, en los libros, en una clase… A mi, escuchándolo, me da por pensar en San Agustín, o en esa abstracción apriorística de la razón humana que son espacio y tiempo, según Kant. Pero, finalmente, en lo que pienso es en ese tiempo detenido que son estos días con mis nietos, esos días que quiero apresar, pero que también se fugan como todo lo que ocurre en el tiempo. El tiempo nos mata, pero el tiempo es también lo que hace el milagro de estos días soleados con brisa marina. Palabra de nieto, y yo lo creo y lo nombro, secretamente, mi maestro.
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