La tragedia provocada por la DANA ha producido casi de inmediato una descomunal ola de solidaridad. Siempre ocurre, cuando sucede un drama terrorífico como el de estos días en Valencia y otras zonas de España, las personas siempre se movilizan. Pero como cualquier gran pasión ... o emoción que nos traquetea, dura poco. Luego, cuando se apagan las luces mediáticas, cuando la catástrofe se olvida, cuando sale el sol (y hasta el siguiente apagón solar) son pocos los que mantienen su solidaridad constante con quienes sufren, sea por una riada mortal o sea por otra causa.

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Sí, es cierto que el ser humano solo reacciona con entrega admirable ante el abismo o ante tragedias como la que estamos viviendo estos días en España, principalmente en Valencia. La emocionalidad se inflama y se extiende en estas situaciones, y todos y todas quieren estar allí, en el punto cero del horror, dando una barrida, manchándose las manos de barro. Y es cierto también que en estas circunstancias se da incluso un punto de postureo: las cámaras televisivas permanecen constantemente abiertas,y todo el mundo compite por ser el mayor adalid de la solidaridad.

Luego se apagan las luces de la actualidad y además las instituciones comienzan a hacer –o no– su necesario y obligatorio papel y los voluntarios se cansan y además comienzan a ser menos necesarios en la urgencia. Es natural, ¿qué es eso de que «el pueblo salva al pueblo»? Eso quieren algunos interesados y caraduras que pululan por las redes haciéndose pasar por periodistas o por sabios, cuando solo son ladrones de voluntades.

Bueno, todo lo hasta aquí escrito es cierto, según creo. Pero también es cierto que solo el ser humano es capaz de tener conciencia, además de consciencia. Solo el ser humano es capaz de arremangarse y ayudar ante una tragedia, aunque pronto su reacción decrezca. No hay otro ser viviente que lo haga. Cualquier maltrato animal debe ser perseguido y castigado, pero no se conoce perro o gato que coja una pala para quitar barro. Sí, hay historias conmovedoras, por ejemplo, de un perro que pasa semanas junto a la tumba de su dueño o dueña muertos, pero eso es otra cosa, no es todavía conciencia ética y solidaria. Los especialistas sabrán explicar estas cosas.

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El ser humano puede ser el peor criminal, pero en el campo de la solidaridad sólo el ser humano puede. Y a veces quiere.

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