Ahora que los alumnos vuelven a las aulas, ahora que la universidad organiza las actividades de bienvenida al alumnado, es quizás buen momento para reflexionar sobre ciertos asuntos que, en realidad, es un mismo asunto: el oscuro futuro, en general, de los jóvenes. La actitud ... juvenil ante el presente y el futuro oscila entre la indignación, la indiferencia, el nihilismo o, como ahora comentaré, la aceptación de que la vida es así, es más pobre, y que sus proyectos de vida pasan por otras vías.

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Veamos. Hasta hace poco reprochábamos a ciertas generaciones de jóvenes que creyeran que todo lo merecían y que todo existía desde siempre. No habían conocido el franquismo y pensaban que la Libertad era lo natural. Y también que los caprichos, el bienestar, era lo normal y lo que les pertenecía, pues eso era lo que habían vivido en casa. Y ese reproche que se les hacía era justo en buena medida. Sin embargo, ya existe alguna generación que está viviendo otra realidad, en lo político y en lo económico. Esas anteriores generaciones felices ya tienen en muchos casos hijos que están viviendo otra realidad.

Y el resultado es que muchos de esos jóvenes que han terminado sus estudios o que los comienzan ahora oscilan entre la huida al extranjero, la lucha o la simple indignación, el pasotismo que roza el puro nihilismo, la angustia, la desesperación. Pero existe un sector de jóvenes –quizás más amplio de lo que pensamos– que sencillamente han asumido desde el principio que la vida es así, pobre y de ahorro ecológico, como nuestros abuelos vivían –sobrevivían– engordando un cerdo o cultivando un pequeño huerto, mientras las mujeres cosían un chaquetón de lana o pasaban horas zurciendo calcetines o remendando pantalones.

Y esas generaciones de jóvenes –no siempre como okupas– conviven con otros, comparten pisos, recogen comida sobrante en los supermercados, hoy tienen un pequeño trabajo y mañana, no. Y ello quizás nutre una actitud ante la vida, ante el consumo, más racional y con un sentido moral más constructivo y desde luego más realista. Muchos de sus valores son mejores que los nuestros. Y esa vida la hacen con cierta naturalidad, como si la vida fuese así, como nuestros abuelos creían que la suya, su pobreza, era lo natural. Y estos jóvenes, a su manera, son felices, o quizás no, tal vez a la fuerza ahorcan. No lo sé.

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