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La playa es también un símbolo de la infancia. Puede que no de todos, claro. Para los niños de mi generación y de otras que viviesen muy en el interior y sin recursos de sus familias, la playa no pudo ser un paraíso de la ... infancia. Ahora es distinto con el turismo masivo y relativamente al alcance de todos, aunque todavía haya niños que sigan teniendo la playa como algo inalcanzable. Pero incluso para esos infantes la playa es un símbolo, un deseo simbólico que igualmente marca.
Pero, en fin, los niños que vivieron la infancia como una intensidad del verano guardan para siempre en su memoria el olor de mar, la sal en los ojos, la piel quemada, la arena persistente en el cuerpo. Luego, con los años y la adolescencia, vendrían los amores de verano, los bailes primeros, la aparición del deseo. Pero yo hablo todavía de la infancia, de la memoria primera salpicada a trozos, a ráfagas intensas en nuestro cerebro, en nuestra memoria.
Yo ahora casi odio la playa –no el mar, que son conceptos y realidades distintas–, siempre digo en broma que mi médico me prohíbe acercarme a menos de cincuenta kilómetros del mar. Esos niños dándote balonazos, esas aguas casi fecales de mi Mar Menor, ese gentío a veces gritón. Sin embargo, esos mismos niños que ahora te pisan y te agobian, fuimos nosotros. Y estos niños de ahora, pasados los años y ya de adultos, también tendrán en la memoria su playa secreta, su pequeña patria de la infancia.
Hablando de la playa, es inevitable que venga a mi cabeza el poema 'La playa', de Eloy Sánchez Rosillo. El poeta evoca en él la infancia de su hijo, los juegos con el pequeño en la arena: «Nadie podrá quitarme –me digo– la ilusión de soñar que ha existido esta mañana».
Es uno de los poemas más conmovedores de Eloy, un poema ya antiguo, pero sigue siendo uno de mis favoritos, y eso que hay muchos poemas memorables en su ya extensa y extraordinaria obra. En fin, a veces el recuerdo emocionado no es el de nuestra propia infancia, a veces la revivimos con más nostalgia aún en la de nuestros hijos, y ahora incluso en la de nuestros nietos, que también crecerán y la perderemos, si es que nos queda tiempo, vida, para ello. La playa, un lugar inolvidable en la cicatriz de la memoria.
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