Hace unas semanas vi en televisión un capítulo de la vieja y excelente serie televisiva 'La huella del crimen'. En concreto vi 'Jarabo', un capítulo dirigido por Bardem. La película, además de un crimen, evocaba magníficamente el ambiente de aquellos años, ambiente sórdido y canallesco, ... con la dictadura franquista. Bullicio de pequeños carteristas, buscavidas y algunos homosexuales que trapicheaban con su condición como podían, entre palizas y encierros temporales en las siniestras cárceles de la época. Eran los tiempos de la ley de vagos y maleantes, que los propios afectados llamaban «la gandula».
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Recientemente vi también en el auditorio de La Alberca la obra 'Maricón', el último montaje creado y dirigido por Paz Martínez, con el auditorio prácticamente lleno. En sentido estricto no es una obra de teatro tal como lo entendemos tradicionalmente, con diálogos, entradas y salidas o enredos de diverso tipo. En realidad está estructurada como una serie de sucesivos monólogos en los que cada actor o actriz cuenta sobre su vida, vidas reales, porque son actores (en buena medida amateurs) pero narran su propio sufrimiento. Alguien nacida mujer y convertido en hombre, o al contrario.
Si uno compara lo que ocurría hace años viendo la película, 'Jarabo', con un Sancho Gracia en estado de gracia, si uno compara aquellos tiempos con los actuales, tiende a pensar que las cosas, afortunadamente, han cambiado radicalmente para los homosexuales. Y es así en lo legal y también en lo social, pero evidentemente hay niños o adolescentes que siguen pasándolo mal por su condición (aunque en este aspecto la obra, aunque se habla de ese problema, pasa quizás sin profundizar del todo). Y hoy sigue habiendo descerebrados que insultan o incluso asesinos que matan a homosexuales por el hecho de serlo.
La palabra maricón, título de la obra, fue tradicionalmente como un insulto. Lógicamente Paz Martínez lo hace de manera irónica y, sobre todo reivindicativa. Es como si alguien dice: «Sí, soy maricón, ¿qué pasa?». En cualquier caso, y aunque no se dedique al teatro de una forma profesional, la directora posee un gran talento teatral, es una gran actriz (en esta ocasión ella no actúa) y realiza sus trabajos de una forma minuciosa, ha estudiado en este caso las vidas de sus personajes-actores y dedica tiempo a cada cosa que realiza, como en su anterior obra, 'Mujeres y su Picasso'. Es como la cocina antigua, los viejos pucheros, cocinados con tiempo, a fuego lento. Y no lo olviden: ser Maricón sigue siendo difícil. Todavía hoy.
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