Argentina llora desde hace mucho tiempo. Y ahora, como última vuelta de tuerca, llega el loco Milei. Loco, pero que sabe lo que se hace. De momento, además de aplicar la motosierra, ha recurrido a una vieja fórmula que ya aplicó el 'turco' Menem (Carlos ... Menem) hace tres décadas con consecuencias dramáticas: dolarizar el peso, la economía.

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En 1991 estuve en Buenos Aires varias semanas. Menem, al que entrevisté en su quinta oficial (la entrevista se publicó en la desaparecida revista 'Tiempo') llevaba poco tiempo en el poder. Enmarcado dentro del peronismo, había sido elegido como tabla de salvación y a la desesperada para sustituir a Alfonsín, quien, elegido unos años atrás con el apoyo de la izquierda europea, había resultado decepcionante, a pesar de sus buenas intenciones socialdemócratas o más bien de radicalismo a la italiana ('Volare', Modugno convertido al radicalismo en los años ochenta).

Los taxistas en Buenos Aires son casi todos politólogos, así que hablaba mucho con ellos en mis desplazamientos y les preguntaba. Algunos, al hablar de Alfonsín, se referían a él como «ese tonto». Hablaban de la inflación de aquellos días (un 200% nada menos). Uno me dijo: «Mire, si usted en esos años de Alfonsín me hubiese preguntado cuánto le iba a costar la carrera, le hubiese dicho: depende, al subir al taxi valdrá cien, cuando lleguemos al destino le costará el doble». Efectivamente, la inflación era galopante, crecía en segundos.

Entrevisté también a Alfonsín en su casa de la calle Corrientes, la avenida célebre del famoso tango 'A media luz'. Por cierto, cuando llegué a la hora convenida tuve que esperar un rato porque seguía durmiendo la siesta. Era un hombre educado y afable. Él, desde luego, tenía una opinión diferente a la del taxista, y no muy buena sobre Menem.

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Menem, efectivamente, al dolarizar la economía argentina, detuvo la inflación, pero a costa de arruinar los bolsillos de la gente, ya de por sí bastante arruinados. Los ancianos, literalmente, languidecían y morían por falta de comida. A los profesores el sueldo apenas les alcanzaba para comprar un libro de importación, generalmente de editoriales españolas. Me sorprendía, sin embargo, la cantidad de teatros en la ciudad, grandes y pequeños, que siempre estaban llenos.

Y ahora Javier Milei llega con lo mismo pero añadiendo otras medidas extremas, entre la ultraderecha y el populismo. Los argentinos llevan muchas décadas sufriendo crisis extremas. No llora Argentina por Evita Perón. Lloramos todos por la desgraciada Argentina.

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