El festival de música, en cualquiera de sus estilos, ha sido desde hace décadas un vehículo popular para la distribución de la música. En el caso del flamenco, por hablar de algo cercano a mí, ¿qué hubiese sido de esta música sin los festivales nacidos ... a partir de los años cincuenta y sesenta en toda Andalucía? Aunque con un gigante surgido en nuestra Región: el del Cante de las Minas de La Unión.

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En décadas más recientes han ido naciendo y creciendo variedad de festivales de todo tipo, principalmente los de carácter popular y muy masivos, dedicados al pop-rock, pero la diversidad es hoy la característica, también en esta Comunidad: jazz, músicas del mundo, músicas antiguas o étnicas, de carácter religioso, flamenco, clásicas y todo lo que podamos imaginar. Los festivales han vivido vaivenes, con sus crisis o momentos de esplendor. A raíz de la reciente pandemia, el mundo profesional de la cultura fue azotado de una forma especialmente dramática, y dentro del ámbito cultural, el mundo de la música y, consecuentemente, los festivales.

En parte para paliar y compensar este azote sufrido por la pandemia, hace dos años el Gobierno regional, a través de la Consejería de Presidencia, Turismo y Cultura, impulsó la red Festivales Región de Murcia. Más Música, canalizada a través del Instituto de Turismo (Itrem) y con el sostén presupuestario de este instituto y del Instituto de las Industrias Culturales y las Artes (ICA). Solo para este año se han aprobado unos 800.000 euros para ayudas.

En este programa no entran algunos certámenes plenamente programados por ayuntamientos u otros especialmente paradigmáticos, como La Mar de Músicas o el Cante de las Minas, que tienen otro canal, con ayudas nominativas y de Consejo de Gobierno. En la citada red hablamos, fundamentalmente, de ayudas a iniciativas privadas, con riesgos personales y empresariales. Es una especie de híbrido privado-público, que, para mí –con la excepción de ámbitos culturales muy necesarios pero muy minoritarios y sin posibilidad de competir en un mercado abierto, y que por tanto necesitan un apoyo más directo y total de la Administración– es la fórmula ideal, con la que ambas partes se benefician.

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Por lo que he podido comprobar, los promotores de festivales están contentos con esta fórmula y con las ayudas recibidas, aunque siempre se quiera más, pero esta es una comunidad pequeña. Sin embargo, las cifras facilitadas estos días sobre número de asistentes y de visitantes invitan al optimismo. La cultura, y la música en particular, se muestra así como una eficaz palanca turística y, consecuentemente, económica.

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