Ahora que ha terminado la Semana Santa (ya escucho rumores de 'huertanos', ay) quiero decir algo, aunque no sé si realmente tengo algo que decir. En Murcia, particularmente, esa semana pasional (es un decir), central para los cristianos, inundacla las calles de procesiones. No tengo ... nada contra ellas, al contrario, me gusta el ambiente, aunque quizás se debería de tener algo más de cuidado en no cercar tan herméticamente, con tanta silla, el centro de la ciudad. Pero me gusta el ambiente de estos días, particularmente si coincide con el azahar, como este año. Es un renacer.
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Hoy la Semana Santa se ha convertido, simplemente, en una semana más de botellón. En nuestra ciudad son veinte días continuos de la misma cosa. Bueno, hoy es todo igual, da lo mismo Semana Santa que Navidad, feria o cualquier fiesta de guardar. Simplemente, describo, no critico, cada cual puede entretenerse como le venga en gana.
Pero cuando la Semana Santa era tal (todavía hoy lo es en buena medida), quiero decir, cuando esto días eran para ver procesiones, respetar la Cuaresma, comer potajes de bacalao, o que los adolescentes se asomaban a una procesión a ver si había suerte con alguna chica, etcétera, las gentes no se preguntaban cómo había tantas vírgenes o cómo estaba el Cristo o el 'santo de palo' en tantas modalidades distintas, simplemente, como dijo Machado en la letra de La saeta, creían en la fe de sus mayores, practicaban la fe del carbonero, fe ciega y propia de los simples de corazón, según Unamuno en su Agonía del Cristianismo.
Sin embargo, cuidado, la fe del carbonero, según la leyenda, según se describe la respuesta sobre su fe, el carbonero es mucho más racional de lo que se cree, fe ciega, sí, pero explicada por él con un demoledor sentido común. Y bien, la Semana Santa es hoy un revoltijo, un cierto jolgorio. En ella conviven los cristianos que practican su fe de forma más honda, viviendo lo que significa simbólicamente para ellos, con las gentes tradicionales al estilo carbonero, mezclados con los turistas asombrados ante estos desfiles y, finalmente, con las masas arrojadas a los 'tárdenos' en bares: la hostelería lo agradece. Yo describo y respeto. Respeto, sobre todo, la que fue también la fe de mis mayores. Mi memoria, la forja de mi cultura. Social y culturalmente soy un cristiano católico, aunque mi fe brille por su ausencia. Pulvis et umbra sumus.
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