Fernando Savater, hablando en un artículo de su amigo José María Álvarez, recientemente fallecido, escribe: «Ser poeta es como ser hijo de Dios: nadie puede aspirar a más, aunque de un modo u otro nadie puede librarse de serlo». Se entiende que esa frase quiere ... significar que poeta no es cualquiera que emborrone versos y que Álvarez sí fue un verdadero poeta, aunque de alguna forma todos lo seamos.

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Lo fue, desde luego, por la calidad de su obra, pero también, de manera decisiva, por su actitud, por su manera de vivir. Savater, a mi entender, pese a su habitual luminosidad a la hora de escribir, no matiza del todo qué es ser poeta. Él mismo, claro, no es poeta, lo que reconoce con humildad, al tiempo que coloca a la poesía en la cima más alta de la creación literaria.

Efectivamente, y como sugiere el propio Savater, todos, creyéndose poetas, alguna vez han emborronado versos puntualmente, y generalmente malos. Claro, el caso de quien es puntualmente poeta un domingo por la tarde para matar el aburrimiento o para dejar escapar sus 'sentimientos' no es preocupante, al contrario, todos 'tenemos el deber' de ser poetas, de la misma manera que todos somos 'filósofos' aún sin saberlo y sin quererlo, pues después de todo no somos más que un cerebro que piensa y que nos piensa.

Pero ser poeta..., eso es muy difícil. Hay muchos que no solo emborronan versos los domingos por la tarde o cuando los deja la novia o el novio. No, hay muchos que se empeñan en emborronar folios o pantallas todos los días, y como el gusto medio es como es, esos emborronadores son incluso muy celebrados y esos son los peores y preocupantes, y no paran de autopublicarse libros, sin que nadie en particular tenga la culpa de ello.

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Pero en fin, que no nos entretengan ahora los falsos poetas. Lo que veníamos a decir son algunas breves palabras de elogio al gran Álvarez. Ya sé que hoy sería difícil defender algunos de sus versos o declaraciones, por ejemplo, sobre las mujeres, pero incluso eso forma parte de una desolada grandeza, como títuló uno de sus libros en el que habla de otras desoladas grandezas a través de autores que le eran cercanos y amados.

Álvarez ha sido uno de los grandes poetas españoles. Al día siguiente de su muerte escribí estas palabras: «Se ha ido José María Álvarez, poeta luminoso, grandioso. Vivió vivo, y eso es mucho. 82 años son suficientes. Eso es todo».

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