Ha muerto María Jiménez, eso ya es cosa sabida. Me ha sorprendido ver que se la ha querido convertir en una heroína del feminismo. Ha sido conmovedor ver la fila de políticos, desde el presidente Sánchez ¡a la ministra de Igualdad! situando a la genial ... cantante como pionera del feminismo. Desde mi punto de vista es no conocer el alma humana y, desde luego, no conocer a María Jiménez. ¿La habrá escuchado mucho cantar la ministra? ¿Conocerá las letras de sus canciones? Sí, luchó contra el maltrato masculino –ella fue maltratada–, pero su feminismo fue otro: por asentamiento, porque sí. En realidad fue una hembraza, y a fuerza de ser mujer –porque sí– fue feminista.

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Pero no me interesa ahora enredarme en ese asunto. Quiero hablar de una canción de sus comienzos: 'Al alba solté cadenas', que nada tiene que ver con la bella canción de Aute. 'Al alba...' de María Jiménez es para mí una de las canciones más hermosas de la historia, comparable a 'Ojos verdes' o 'A mi manera'. Todas esas canciones tienen en común ser un canto a la vida y una 'promesse de bonheur', un anuncio de felicidad. A veces, como en la canción de Sinatra, ya todo ha sucedido, pero no hay arrepentimiento, sino plenitud emocional y orgullo, aunque también melancolía. Así, 'My way', hasta el final. O incluso el amor de lupanar, como en 'Ojos verdes', pero amor al fin, un instante de mayo. Y en la canción de María está el canto a lo efímero, como es en realidad siempre el amor. Un instante de felicidad, y después:

«Pero al alba

borré tus manos de mi cintura,

rompí cadenas una por una,

busqué un camino de tierra dura».

Y ello porque:

«Yo sabía que el vino rojo a la luz de luna

hay que bebérselo con premura

porque te embriaga pero no dura».

Y esto a pesar de que:

«Me tocabas, me besabas

y mi cuerpo entre tus manos era un

puñado de arena».

Sin duda, una de las canciones más bellas de la historia. Esta canción, como todo relato verdadero, procura un espacio sagrado, encantado –en el sentido original del término, encantamiento, 'in-cantado', entrar en lo que se canta– y fuera, felizmente, queda lo cotidiano, la lista de la compra, el colegio de los niños, el qué hay de comer hoy. Mas ese instante encantado solo puede durar un instante, pero un instante cualquiera «es más profundo que el mar». Promesa de felicidad. Un instante lo ilumina todo. Aunque el corazón quede desgarrado para siempre.

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