No me podía creer la noticia cultural que leí el sábado pasado en LA VERDAD, bajo este titular: 'Poetas y poetos' acercarán en la Biblioteca Regional a creadoras como María Cegarra. De modo que el palabrejo nuevo, 'poetos', no era ya un uso voluntarioso de ... descerebrados y descerebradas que, a falta de mejor uso y utilidad de su militancia, se aplican a torcer el lenguaje. No eran ellos, sino que un organismo cultural público, nada menos que una biblioteca, arrebata a los poetas andaluces de ahora, y murcianos de antaño y de ahora mismo, su título. Ser poeta, decía Pessoa, era su manera de estar solo; a Virgilio se le denominó por antonomasia durante siglos el Poeta. Pues no. 'Poeto'.

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Conozco de dónde viene el problema. Pero era un problema perfectamente resuelto por esa maravilla que se llama artículo como morfema que marca el género del sustantivo. Los ingleses no tienen manera, si dicen 'the poet', de marcar si se trata de un hombre o una mujer quien publica los versos. En español sí lo tenemos, pues nos basta con decir el poeta y la poeta, y teníamos resuelto lo incómodo que resultaba aquello de 'poetisa' que nadie utilizaba nunca, aunque fuese forma correcta. Pero sonaba extraño, peor que su hermana 'sacerdotisa' como sustantivo diferenciador de sacerdote. Ese término para la cuidadora o custodia del templo no ha suscitado el mismo problema que poetisa por la sencilla razón de que no hay sacerdotisas. Las tres religiones monoteístas (judía, cristiana e islámica), cuyo origen común hebreo es hondamente patriarcal, se preocupan y empeñan en no admitir sacerdotisas, de manera que han quedado estas relegadas al templo de Apolo, único sitio en que encontrarlas sin que su distintivo cause problema social alguno.

Es mucho el daño que está sufriendo el feminismo con estas imbecilidades (por cierto, 'imbécil' sirve para los dos géneros)

Pero no es el caso de la poesía, porque ciertamente poetas mujeres son muchas y algunas de valor literario (por cierto, lo tienen alto a mi juicio varias de las participantes en ese ciclo de tan idiota ('idioto', quizá) título. Pues hete aquí que estábamos contentos con que nuestro lujo del morfema artículo como marca de género hubiera servido para incluir a las poetas al lado y en la misma batalla (crucial y cada día más) que los poetas, y la Consejería de Cultura murciana, en forma de Biblioteca Regional, crea ese engendro de 'poeto', que no solo expulsa de su hogar a muchos de mis amigos entregados a sus maneras de estar solos, sino que tiene consecuencias de mucho calado idiomático. Porque con esa lógica, el siguiente que cae es el pobre poema, que debería ser 'poemo' si escrito por hombre... y ¿qué hacer con verso?, si es una poeta la que los escribe ¿sería 'versa'? (claro, que pronunciado por un andaluz podría confundirse con berza). Todo problemas.

No es esto una broma. Es serio que la Consejería titule como 'poetos' a sus poetas murcianos de ahora. Una consejería del PP, vaya por Dios, ahora no ha sido la señora ministra Irene Montero, que creó aquello de portavoza, y movió mi reproche en estas páginas de una ministra muy capaza; portavoza, decía entonces, es a portavoz lo mismo que capaza a capaz (o incapaz, por cierto). Si sostengo que no es una broma no lo digo solo por el idioma, ni siquiera por la tradición poética, esa a la que se dedica la cátedra que ahora ocupo en la Universidad de Murcia que enseña una asignatura que antaño denominada, con Aristóteles, Poética y que estudia a Safo, de su lengua, a Emily Dickinson o a Rosalía de Castro, pero que no precisan, porque son grandes poetas que se las separe de Homero, de Pound o de Machado. Son iguales que ellos. Y por tal cosa deben ser dichas y nombradas iguales ya que tenemos morfema de artículo que las distinga cuando haga falta. Expulsar a los poetas a la dimensión de 'poetos' es totalitario (más aún que arbitrario).

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Es mucho el daño que está sufriendo el feminismo con estas imbecilidades (por cierto 'imbécil' sirve para los dos géneros, espero que nadie en la Consejería de Cultura pretenda que digamos 'imbécilo' e 'imbécila', para lo que seguramente no sería costoso encontrar ejemplos. Pero me importan menos ellos que el daño que se hace al feminismo, esa gran causa. Decía Francisco Ayala, en el prólogo que puso a la reedición del centenario suyo de 'Recuerdos y olvidos' que a lo largo de su vida había asistido a tres revoluciones: la del mundo del transporte, la comunicación (teléfono, internet) y la revolución social que estaba suponiendo el lugar de la mujer. Ha costado mucho. Por eso el feminismo es un movimiento que no necesita 'poetos'. Sí poetas, juntos, ellas y ellos. Nos va mucho en ello antes que políticos de dudosa talla intelectual lo echen al traste, desprestigiando la noble lucha de la igualdad con engendros de diferencia como el que ha motivado este artículo.

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