Ser puritano es ser escrupuloso en el comportamiento propio e intransigente en el ajeno. El término nos llega de la depuración de la doctrina calvinista en oposición a la iglesia anglicana, que para los puritanos era todavía demasiado 'católica'. No es de extrañar que en ... los Estados Unidos anglosajones –los españoles ya estábamos allí desde Ponce de León en 1513– los puritanos del 'Mayflower' formen parte del mito fundador. Esto explicaría el éxito en ese país de los fundamentalismos evangelistas –la letra escarlata–, tan arbitrarios en la creación de iglesias particulares como en la seducción supersticiosa de fieles que las soportan económicamente a cambio de ruidosos espectáculos que los excitan con la misma intensidad que los engañan. Lo que es compatible con ramas del protestantismo perfectamente respetables.

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Hasta ahora se ha considerado figuradamente puritanos a quienes se preocupaban, fundamentalmente, de la procacidad relativa al cuerpo. Así, en el arte religioso se ha procurado no exhibir partes 'prohibidas' del cuerpo, aun cuando lo exigiera la situación presentada en las obras artísticas. Se corregían así las explícitas y naturales expresiones del arte clásico y renacentista. Un arte que mostraba el cuerpo sin sufrir censura, hasta que, 'ayer' mismo, el David de Miguel Ángel, ¡nada menos!, ha sido tachado de pornográfico para los ojos de los niños en Estados Unidos. Un puritanismo en la expresión corporal que siempre ha rechazado la izquierda como pacato y producto del miedo o, quizá, odio al cuerpo que inauguró la doctrina paulina en el siglo I.

Sin embargo, la gente de izquierdas se ha visto sorprendida en los últimos tiempos con el reproche de 'puritana', que consideraba un rasgo exclusivo de la derecha. La izquierda siempre se ha mostrado liberada de tabúes sexuales y ha considerado divertido el libertinaje. La revolución sexual de mediados del siglo XX, que volvía a usos del cuerpo que recordaban a épocas del clasicismo romano, sacaba de la penumbra hipócritas libertades de la burguesía masculina que nunca dejó de disfrutar del cuerpo en esos sofisticados burdeles en los que se satisfacía la libido al tiempo que se hacían negocios y denigraba a la mujer. La izquierda, sorprendida por el reproche, se pregunta cuál es la causa.

Una de las consecuencias es la 'cancelación', es decir, la persecución, el acoso en las redes

De una parte, como consecuencia de la protección de minorías de todo tipo, se ha creado una relación de términos 'prohibidos' sustituyéndolos por eufemismos más o menos acertados para su uso público. Así, 'gordo', 'subnormal' o 'negro', que son términos supuestamente descriptivos, se han cargado explícitamente de negatividad, de desprecio y, en consecuencia, se ha propuesto razonablemente su eliminación del lenguaje público. Pero el asunto se vuelve espinoso cuando decir cosas como que «las evaluaciones han de basarse en el mérito» o que «la mayoría del terrorismo mundial lo provocan versiones radicales del islam» es entendido como discriminatorio y tiene como consecuencia la 'cancelación', es decir, la persecución, el acoso en las redes hasta el punto de provocar despidos y colapsos de reputaciones intachables. Lamentablemente, hay casos recientes como el acoso a Rowling, la autora de los libros de 'Harry Potter'. Si esto es así, habrá comenzado el deslizamiento desde una justa causa a una causa puritana, actualizando el método del ostracismo griego elevado a la enésima potencia.

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Esta tendencia a pasar de la defensa legítima de minorías censurando el ataque de maltratadores, homófobos y peligrosos linchadores, a perseguir el mero enunciado de verdades empíricas o ideas fecundas está en la base del reproche que ha pillado por sorpresa a la izquierda. Así, el ejemplo equivalente a la censura del David por parte de los extremistas de derechas está en la dimisión del rector imaginado proféticamente por Roth en 'La mancha humana'. La versión real –entre dramática y cómica–⎯es la iconoclastia histórica o la revisión de la literatura clásica que puede dejar el título de la famosa novela de Agatha Christie en 'Discusión acalorada en el Oriente Express'.

Este deslizamiento hacia la sensibilidad inculta está relacionado, razonablemente, con la llamada 'falacia naturalista' que justificaba, por ejemplo, la esclavitud o el sometimiento de la mujer por una supuesta y 'científica' inferioridad. Pero considerar machista a quien afirme que hay diferencias biológicas ineludibles entre el hombre y la mujer –la izquierda woke– iguala en irracionalidad a los que niegan la esfericidad de la Tierra –la derecha moke–. Pero ya hay suficiente camino recorrido por ambas facciones como para constatar que, miren por donde, convergen en el rechazo a la verdad, por lo que, lamentándolo por los ofendidos, es hora de constatar que el lenguaje evolucionará a su ritmo social y que tanto la ciencia como el arte nos seguirán asombrando con hallazgos y creaciones, tanto si estos coinciden con nuestras creencias o locuras puritanas, como si no.

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