¿Quién pierde con esta re-volución con 're' de retroceso que se ha puesto en marcha en Estados Unidos? La primera democracia moderna quiere ... replicar regímenes como la autocracia rusa y la indefinible dictadura china. La derecha libertaria americana, convencida de que para los desafíos modernos la democracia es un estorbo, ha decidido actuar en tres dimensiones fundamentales para mantener el poder: política, económica y social. Pongo en primer lugar la política porque, una vez llegada al poder, está atacando los fundamentos del liberalismo político asolando el equilibrado estatus quo. También pretende convencer de que el beneficio y las rentas prevalecen sobre cualquier otro fin legítimo, como si los efectos de tal pretensión no condujeran a una sociedad cerrada y represiva en cuanto los daños sociales superen determinados umbrales. Y, como señuelo, han utilizado un supuesto regreso al sentido común retrocediendo en materia de usos sociales porque, a su criterio primitivo, no hay espacio para la felicidad individual ni para la igualdad entre hombres y mujeres, propósito progresista en el que se habría llegado «demasiado lejos». Acuden, así, a un naturalismo arcaico que quiere volver «a su sitio» a personas LGTBI, como si su mera existencia les produjera una insoportable repugnancia. Pero alguien ha de perder con esta conmoción, ¿no?

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Primer perdedor: la derecha liberal. Conservadora en costumbres, pero transigente con las novedades, en cuanto comprobaba su beneficio para los individuos y para el conjunto social. Nunca ha tomado la iniciativa, pero aceptaba los beneficios en materias como el divorcio, el matrimonio igualitario o la eutanasia. Concilia así su fe religiosa con su visión práctica abandonando una envejecida ley natural que cede ante la ley positiva. Una posición que comprende las pulsiones humanas y concilia la libertad de mercado y la propiedad con la compasión.

Segundo perdedor: la izquierda propulsora del estado de bienestar. Hijo de la posguerra, conciliaba la extraordinaria potencia productiva tras la Segunda Guerra Mundial con la socialdemocracia y el New Deal nacido tras la catástrofe económica de 1929. Una catástrofe producida por un espíritu parecido al que se pretende instaurar ahora: aquel en el que el egoísmo no se modera con el altruismo, sino que absorbe todas las riquezas humanas en nombre de utopías cósmicas o del más terrícola impulso de la imposición de la propia voluntad con líderes que no han superado el estado anal de su desarrollo.

Se pretende acabar con el rigor de la labor periodística como controladora del poder

Tercer perdedor: la transparencia y expresión libres. El poder siempre ha sospechado de la circulación libre de las ideas (ejemplo cercano: el Consejo de la Transparencia murciano). Pero los avances filosóficos y políticos habían conseguido un estado de cosas en el que el poder convivía con esa molestia. Pero la noticia que nos llega de que, en la mítica sala de prensa de la Casa Blanca, habrá blogueros, 'influyentes' y otros opinadores es desoladora. Así Trump espera que su 'grandeza' como estadista llegue sin filtros a los millones de seguidores de estos comunicadores sobrevenidos a base de 'Xuits'. De esta forma, se pretende acabar con el rigor de la labor periodística como controladora del poder diluyéndola en el charco de una comunicación salvaje.

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Cuarto perdedor: la moral cristiana. Aunque Nietzsche le diera un primer martillazo, después ha sobrevivido en las mentes de la derecha conservadora en su versión trascendente y también en las mentes de la izquierda, pero en su formulación inmanente, es decir, sin esperanza de vida eterna. Gente de derechas y de izquierdas han compartido el cuidado del ser humano del que el cristianismo fue el heraldo. El prestigio de una supuesta superioridad moral de la izquierda que la derecha ha discutido legítimamente durante décadas va a ser recuperado si la era Trump asola a la derecha tradicional, liberal, y defensora de la caridad cristiana, que sería sustituida por una derecha feudal, humanísticamente ignorante, pagana en sus actos, que pretende enfrentarse a otras potencias, pero ya no en nombre de la libertad y la moral (véase el resort de Gaza), sino en nombre de la mera competencia política y militar de los tiempos de las guerras púnicas. Guerras que se librarán en todo el planeta y, probablemente, en las proximidades orbitales.

Quinto perdedor: la estética, entendida en un sentido amplio. Las artes narrativas: literatura, teatro y cine junto con la poesía son en las dictaduras, salvo utilidad propagandística, casposas y aduladoras.

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La más que probable imitación en Europa de esta concepción del mundo por las franquicias de Trump, debería llevar a la derecha liberal y la izquierda moderada a ensayar la cooperación y, así, impedir su caída en la irrelevancia. Si insisten en luchas parroquiales, como si nada estuviera pasando, serán arrolladas electoralmente y desacreditadas. Un golpe que a todos dolerá por el gran riesgo de involución democrática.

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