'Little' Tetuán
En San Andrés hay una población con carácter de muestra del fenómeno musulmán constituida por unas novecientas personas
Nadie tiene por qué saber que nací en Tetuán. Pero además vivo por azar cerca de las manzanas donde al cruzarlas se tiene la sensación ... de estar de nuevo en la bella 'Paloma blanca', esa ciudad posada sobre la colina que sobrevuela el valle del río Martín. Tetuán es muchas ciudades: la Medina, la española y la desarrollada en la planicie del sur. Fue capital del protectorado español y en ella queda la huella de sus construcciones racionalistas.
Pero no se trata de hablar de Tetuán. Ciudad añorada, un tanto míticamente, por los que nacimos y vivimos allí esa parte de la vida en la que las emociones quedan prendidas de colores, formas y sonidos. Se trata de hablar de las gentes que, procedentes de África, se han instalado en Murcia, ciudad que sus antepasados fundaron hace ahora 1.200 años.
Se puede dar la paradoja de que se vaya a celebrar esa efeméride recuperando en la actual Murcia aspectos de aquella época fundacional, como son las acequias o las murallas, pero no atendamos las consecuencias sociales del crecimiento de una sociedad musulmana en la Región. Es necesario un armonioso ajuste en esta ciudad que fue musulmana en su creación, que fue mixta hasta la despoblación por las guerras con el reino de Granada y cristiana en casi su totalidad hasta este momento en que vuelve una comunidad musulmana a instalarse en la Región y su capital. En contraste curioso, y en fechas tan cercanas como las primeras décadas del siglo XX, hubo unos miles de murcianos que emigraron a Argelia, además de los que habitamos en Marruecos antes, durante y después del Protectorado español.
La comunidad musulmana es de casi 100.000 personas en la Región. Sus tristezas tienen el mismo sabor que las nuestras
Murcia se atreve a asomarse a su pasado cuidando las ruinas de murallas y arrabales, aunque no encuentre el momento de abordar un tratamiento digno a ese camposanto de cadáveres de ladrillo envueltos en plásticos negros y gravilla que limitan las calles Jerónimo de Roda, Portillo de San Antonio, Acisclo Díaz y Callejón de Burruezo. Y aprovecho para preguntar para cuándo tratar debidamente ese nido de ratas que es la parcela residual de la Fábrica de la Pólvora.
En San Andrés hay una población con carácter de muestra del fenómeno musulmán constituida por unas novecientas personas, y en Murcia y pedanías 16.000 aproximadamente con sus mezquitas, sus tristezas y sus alegrías. Esta población es un poco más de la mitad de la que vivía en la Mursiya enteramente musulmana del siglo XII. En este momento en la Región la comunidad musulmana es de casi 100.000 personas. Sus tristezas tienen el mismo sabor que las nuestras y sus alegrías la factura natural de sus avatares familiares y la artificial, como en nosotros, del convencionalismo del deporte: como cuando Marruecos le ganó a España en el Mundial y la bandera roja con la estrella verde ondeó orgullosa dando vueltas al parque de la Seda hasta la afonía de sus felices portadores.
Veo pasear parejas con hijos hablando un perfecto español que se reconocen en el contraste entre el atuendo de ellas y ellos. Ahí tenemos nuestro pasado. También se puede uno cruzar, a veces, con muchachas hablando en árabe a las que antes de escucharlas podríamos confundirlas con jóvenes cristianas por su desparpajo indumentario. También veo adolescentes varones a horas que deberían estar en el colegio.
Todo ello configura unas cuantas 'Little' Tetuán, que son barrios con sus bazares, cafetines y peluquerías que consuelan de la nostalgia que la primera generación de emigrantes pueda padecer. Pero el desafío reside en los jóvenes que se están formando en estos momentos y que engrosarán grupos para la revuelta o para aportar esfuerzo e inteligencia a la sociedad murciana.
Estoy seguro de que los emigrantes agradecen haber dado un salto cualitativo como el que supone llegar del abandono estatal de sus países de origen al confort de la sanidad, educación y, en su momento, pensiones públicas del Estado español. Estado que dará la nacionalidad a las generaciones sucesivas ya nacidas en España. Generaciones que vivirán como un agravio el que, una vez alcanzados niveles educativos entre los más esforzados e inteligentes de ellos, se encuentren con las puertas cerradas ante los puestos laborales de más rango que el de recoger hortalizas en el Campo de Cartagena.
Es de esperar que en nuestra Región y nuestra ciudad las políticas prudentes vayan más allá del montaje de tiendas 'cristianas' y jaimas 'musulmanas' en el mes de septiembre. Estaría bien que Murcia supiera ir integrando a estas jóvenes personas sin que resulte impermeable a la incorporación al tejido económico y cultural en todos sus niveles; evitando así guetos resentidos por la discriminación. Quiero pensar que nuestros gobernantes regionales están sobre la cuestión para evitar poblaciones inmiscibles y conflictos perturbadores en el futuro.
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