No hace falta ser creyente para saber que por la envidia Caín mató a Abel. El mismo motivo que tuvo Yago para hacer que Otelo ... matase a Desdémona. No en vano es uno de los pecados capitales que, con insistencia, nos acompaña. Y qué decir de la soberbia si hasta Unamuno escribió, hace más de un siglo, un ensayo sobre la misma en el mundo político al que añadió otras virtudes como el dogmatismo, la fatuidad o el fulanismo. Los políticos son nuestro reflejo.

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No sé si alguno de estos pecados capitales puede ayudarnos a explicar el último de los sainetes por los que está pasando la izquierda española. ¿Es realmente una diferencia de principios, de fondo, lo que ha provocado el cisma entre la lideresa de Sumar y los de Podemos? No pareciera. El 4 de mayo de 2021, hace escasamente un par de años, fueron las elecciones autonómicas en Madrid a las que se presentó Pablo Iglesias. Ello supuso el ascenso al liderazgo de Yolanda Díaz. Hasta ese momento, no parecía que las diferencias programáticas, de principios, entre ambos fuesen ni mínimamente significativas. O eran muy hábiles en la ocultación de las mismas. Donde sí se habían manifestado esas discrepancias fue entre Iñigo Errejón, por un lado, y Pablo Iglesias y Yolanda Díaz por otro. Y hete aquí que, en estos últimos dos años, parece que Yolanda Díaz se quedó del lado de Pablo Iglesias no sabemos muy bien por qué. Todo esto parece un juego de niños del colegio. Ahora te junto. Ahora no te junto. Reitero, ¿hay alguna diferencia entre los programas, los principios? Leo y releo y, honestamente, nada de nada.

¿Dónde está el problema? Parece casi unánime el acuerdo de que las diferencias vienen sobre la forma de hacer política. Si Maquiavelo levantara la cabeza pensaría que tiene muchos aprendices. Él fue el primero en destacar que de lo que iba la política era de conquistar y mantenerse en el poder. Y decía que era mejor ser temido que amado. Aunque era muy importante que el príncipe recurriera a todo lo necesario para que la plebe lo amase. Eso lo haría imbatible. Pareciera que el fondo se diluye en la forma. Que, como decían Marx y Engels en el 'Manifiesto Comunista', «todo lo sólido se desvanece en el aire».

La mayoría de los líderes y cuadros del Podemos originario vienen de Izquierda Unida. Es decir, formados en la tradición de que el partido es la vanguardia del cambio. El grupo emergente, como decía Gramsci, necesita a sus propios intelectuales para conquistar, hacer, la nueva hegemonía. El conflicto entre las élites podemitas, al que llevamos meses asistiendo, no es un problema de principios, de políticas. Es solo una lucha sobre quién será la vanguardia, la intelectualidad responsable, ahora sí, del cambio. Es triste asistir a este nuevo proceso de autofagia de la izquierda en este país. Y casi siempre es por lo mismo. Como dicen en México, para ver quién es el más chingón.

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Pero tampoco nos engañemos. Podemos nunca fue un partido con presencia orgánica en todo el país. Luchó contra Izquierda Unida y pareció ganador en las elecciones de 2019. Pero su organización nunca logró fagocitar ni a Izquierda Unida ni a las distintas confluencias, de todo tipo, que funcionan por todo el territorio nacional. Las izquierdas han ido desarrollándose al amparo del Estado de las Autonomías. Pero para funcionar a nivel nacional se han ido pareciendo a una confederación de partidos. Desde el otro punto del espectro ideológico, repiten la experiencia de la Confederación Española de Derechas Autónomas de la II República. Sin duda ese ha sido el gran fracaso de Podemos. No llegar a ser un partido de implantación nacional y haber continuado siendo una coalición electoral.

Pero Sumar es exactamente lo mismo. Todas las mareas, de distinto signo, se ponen a disposición de Yolanda Díaz a la espera de que sus formas más de zorro que de león, diría Maquiavelo, hagan que los vientos sean favorables y logren mejores resultados electorales. Y si el PSOE gana y necesita a Sumar para gobernar todo irá bien para la confederación. Si ese no es el caso, ¿se imaginan cuánto va a durar Sumar como grupo parlamentario unido? Media hora siendo optimista. Y entonces, quizás, sea el momento, otra vez, de los defenestrados podemitas.

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