Desde hace muchos siglos, usamos muchas estrategias para satisfacer nuestros deseos de adivinar lo que el futuro puede depararnos. Recurrir al tarot, a la quiromancia ... o a la astrología son procedimientos que nos acompañan en la actualidad. Los griegos antiguos, entre otros, recurrían a los oráculos en Delfos, en Dodona, para intentar conocer la voluntad de los dioses y, así, saber un poco más lo que les deparaba el presente y el futuro. Hemos visto en películas, en series, y hemos leído en libros, todo lo que nuestros antepasados eran capaces de experimentar para lograr prevenir, y en la medida de lo posible impedir, los designios funestos de los dioses. Ayer como hoy pensamos que la información nos proporciona capacidad de anticipar y de neutralizar aquello que nos puede perjudicar.
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Hace unos días circulaba entre los politólogos de este país un vídeo, publicado en X, que habla de las habilidades de estos profesionales. Parece una caricatura de uno de los más mediáticos de la profesión, ninguno de Podemos. Reconozco que pasé un buen rato de risas. Y también me hizo pensar en un par de cosas. Califica a los politólogos de sofistas. Puede ser en el sentido de que tienen la capacidad de engañar a los demás mediante el uso de la palabra. Como hacen los liantes, embaucadores o mentirosos. O puede referirse a que pueden, con su capacidad retórica, argumentar a favor y en contra de un tema en cuestión de dos minutos y, quizás, manipular al que se ponga por delante. No sé bien en cuál de estas acepciones estaría pensando el protagonista del corto de X aunque, sin duda, ambas pueden encontrarse no sólo entre los politólogos.
La segunda cuestión me parecía más interesante. A pesar de todos nuestros intentos a lo largo de la historia ¿somos los humanos capaces de predecir nuestro futuro, individual o colectivo? Afortunadamente los que nos dedicamos a eso que se llama Ciencia Política no somos capaces. Como tampoco lo son todas las disciplinas que tienen como objeto, directo o indirecto, de estudio al individuo. Ni tan siquiera la Medicina, aunque nos gustaría. Pueden establecer probabilidades, pero no certezas. Algo parecido sucede con las ciencias sociales. Si pudiésemos predecir resultados hablaríamos de una sociedad de robots y no de humanos. Con el permiso, claro, de dictadores y personajillos similares. Pero en sistemas donde los individuos son libres, e iguales en términos políticos –al menos en teoría–, los resultados de cualquier proceso son siempre impredecibles. Por fortuna.
Las elecciones gallegas han vuelto a mostrar nuestras limitaciones en las artes adivinatorias. Si exceptuamos a Tezanos y su CIS, que lo ha vuelto a clavar otra vez, los demás han errado un poco. ¿Quién tenía la capacidad de predecir que el secretario general socialista responsabilizaría de las pérdidas que detectan las encuestas a unos líderes regionales puestos precisamente por él mismo? ¿Quién tenía la capacidad de predecir que, para presionar un poco más, se iba a votar otra vez en el parlamento catalán la independencia? ¿Quién tiene la capacidad de anticipar si gobernará Bildu con el PSPV en el País Vasco como ocurre en Navarra? ¿Quien tiene la capacidad de predecir cuál será la próxima 'boutade' de la presidenta de la Comunidad de Madrid? ¿Quién tenía la capacidad de anticipar que Putin convertirá a Stalin en una hermana de la caridad a este ritmo? ¿Quién tenía la capacidad de predecir que el Gobierno israelí iba a dotar de nuevos y escalofriantes sentidos a la idea de masacre?
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Una de las frases más célebres en el ámbito político es aquella de Maurras de «la política es el arte de hacer posible lo necesario». Podemos interpretar, especular, intentar adivinar qué consideran nuestros políticos como necesario. Llevamos meses poniendo contenido a ese sustantivo. Y dependiendo de donde nos situemos en la escala ideológica, qué nivel de simpatía nos provoque cada uno de los líderes políticos, dotaremos de significado distinto a esa palabra. Adivinando e interpretando lo que nuestra clase política entiende por necesario decidiremos nuestro comportamiento político en las siguientes citas electorales. Como hacían los griegos, intentaremos saber cuál es la voluntad de los dioses.
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