Creo que no habrá nadie que no se haya hecho alguna vez un análisis o, lo que llamamos cada vez más, una analítica. Sobre todo, a partir de cierta edad. Es la cosa más normal del mundo. Te levantas un día un poco antes que ... de costumbre, te aseas, te vistes, vas a un centro médico, te subes la manga, y un sanitario te saca una pizca de sangre. La llevan a un laboratorio en el que traducen la extracción en una serie de datos que revelan tu estado de salud. Si te adelantas y lees los resultados, repararás en números, asteriscos o flechas que eres incapaz de entender en su justa medida. Lo mejor es dejar que el especialista te diga lo que tenga que decir, pues un análisis sirve precisamente para eso: para ajustar alguna tuerca, aumentar tal o cual dosis, recuperar cierta vitamina, confirmar o negar dudosas sospechas, recomendar hábitos saludables, en una palabra, para velar por ti.

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Repito que, a partir de cierta edad, que algunos la llaman provecta, hacerte un análisis de manera regular es el modo por el que te pueden controlar tu estado de salud. Sin embargo, la cosa impone. Sobre todo, a los primerizos, cuando eres más joven, ignorante de lo que te queda por pasar en la vida. Crees que ese dolorcillo que te atenaza va a resultar que es por esto; que aquel mareillo ocasional va a ser por eso otro; que una mala digestión tiene su origen en no sé qué; que lo que le pasó a tu vecino te puede pasar a ti... Cuestiones todas que, conforme vas creciendo, acumulas en tu historial clínico como las notas de tus ya lejanos exámenes. Ni más ni menos.

Todo esto es normal. Sin embargo... No me negarán ustedes que lo que rodea al análisis tiene su miga, aunque nos hayamos hecho muchos en nuestras vidas. Por lo pronto, el día anterior tienes que procurar no hincharte a lo pavo, pues los resultados podrían estar más que distorsionados. Tampoco nos vayamos al otro extremo: el de aquellos que, la semana anterior, solo cenan verduras para rebajar los niveles más llamativos. O sea, que el ritual suele empezar antes de tiempo. La noche anterior has de poner el despertador, no sea que se te peguen las sábanas. Vas al sitio y, normalmente, guardas cola. Todo ello en ayunas, claro, pues si se te va la cabeza y no te acuerdas de lo que tienes que hacer ese día, te largas un café con leche y has de dejarlo para mañana, con las molestias que tal cosa supone. Estábamos en la cola. Llegas, te pinchan, y a casa con el brazo encogío, para evitar que te salgan los habituales hematomas de cualquier accidente vascular. Vuelves a casa, desayunas, si antes no te has metido en una cafetería para adelantar faena. Te han dado un papelico para que, mañana, o cuando te hayan dicho, recojas los resultados. Durante ese tiempo, y lo que voy a decir va en el carácter de cada cual, si no tienes mucho en qué pensar, le das al tole tole sobre qué me va salir..., jolín: mira tú si esta vez..., tan tranquilo que estaba..., en fin, sea lo que Dios quiera. Así ese día o esos días de espera hasta que te entregan los resultados. Porque, cuando te entregan los resultados, el conflicto se recrudece: ya tengo el sobre; faltan tres días, o cuatro, hasta la cita con el médico, o la médica, que será quien me diga la última palabra. ¿Qué hago mientras? ¿Me recomo de los nervios? ¿Le echo un vistazo a la cosa a ver qué pasa? ¿Me espero a que sea él, o ella, quien diga lo que tenga que decir? ¿Y si me riñe por haber abierto el informe antes de tiempo? ¡Jesús, qué dilema!

Tampoco nos vayamos al otro extremo: el de aquellos que, la semana anterior, solo cenan verduras

Y llega el gran día. Los nervios se te acumulan en donde siempre: en el estómago. No comes como sueles. Quizás hayas tenido alguna pesadilla. Te quedas embobado más veces de las debidas. Deseando que llegue la hora de la cita con el médico, o la médica. Tic-tac. Tic-tac. Y allá que vas. Solo ante el peligro. Con pasos vacilantes. El corazón en un puño. No quieres que te acompañe nadie para que seas tú quien reciba la noticia. Adelante.

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Como siempre. Lleva cuidado con esto y con lo otro. Y sigue con las pastillas. Dentro de seis meses vienes con otro análisis.

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