Mañana noche es la noche más mágica y esperada por niños y por adultos que todavía conserven en su alma algún rescoldo de ilusión: es la noche de Reyes.

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Ya sabemos todos, por experiencia propia, que los Reyes no siempre aciertan con nuestros regalos. A ... veces, no llegan a dar ni una sola vez en el blanco y es casi mejor hacerles el trabajo, uno mismo, a ellos. Y otras veces, más que Reyes, se convierten en reyezuelos, regalando a niños de padres irresponsables algo tan valioso como un ser vivo, haciéndoles creer que son peluches con vida que, en cuanto empiecen a dar el más ligero problema, como es crecer, por ejemplo, serán abandonados a su suerte en cualquier arcén de carretera.

Actualmente se abandonan veinte perros cada hora en España. No quiero imaginar cómo aumentará el número en unos meses, cuando los cachorros que hoy son entregados con lazos y etiquetas, envueltos en la ilusión de una noche especial, se conviertan en una 'molestia' más para familias que nunca debieron tenerlos. ¿Qué ocurre con ese cachorro que, al principio, arrancó sonrisas y arrancó papel de regalo con las patas? Crece. Y, al crecer, deja de caber en la caja, deja de ser ese juguete adorable que no causaba inconvenientes.

No hay mejor regalo que el respeto a la vida, y no hay mejor lección que predicar con el ejemplo

La alegría inicial suele dar paso al desconocimiento, a la impaciencia y, finalmente, al abandono. Porque un perro, un gato, o cualquier otro animal no es solo un regalo. Es un compromiso. Un ser vivo con emociones, necesidades y derechos, que dependerá completamente de quien lo reciba. Un compromiso de años, tal vez decenios.

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Es imposible no preguntarse: ¿qué enseñamos a los niños cuando, al poco tiempo, nos deshacemos de ese 'regalo' incómodo con la misma indiferencia con la que descartamos un juguete roto? Les mostramos que la vida es descartable, que los problemas se resuelven abandonándolos y que los seres vivos son objetos cuyo valor se mide por lo útiles o convenientes que sean para nosotros.

Esto no significa que regalar un animal sea siempre una mala idea, pero debe hacerse con una responsabilidad extrema. Los adultos de la casa deben ser plenamente conscientes de lo que implica añadir un nuevo miembro a la familia. Deben informarse, educarse y preguntarse si están dispuestos a asumir todas las responsabilidades que ello conlleva. Porque, al final, el peso de ese regalo no recaerá sobre los niños, sino sobre ellos. Son los adultos quienes decidirán si el animal será cuidado o terminará siendo una cifra más en las estadísticas de abandono.

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Es fundamental recordar, más que nunca en estas fechas, que los animales no son juguetes. No deberían regalarse por capricho, por el impulso del momento o para cumplir con las expectativas de una festividad. Si realmente se desea incluir a un animal en la familia, sería mejor visitar un refugio después de las fiestas y adoptar, en lugar de contribuir a la proliferación de criaderos que muchas veces funcionan bajo condiciones inhumanas, se lo aseguro. Los refugios están llenos de animales esperando una segunda oportunidad, muchos de ellos víctimas de decisiones irresponsables tomadas durante la noche de Reyes o en otras ocasiones similares.

En esta época del año, también es importante sensibilizar y educar, especialmente a los más pequeños, sobre el valor de la vida. Que comprendan que un cachorro no es solo un compañero de juegos, sino un amigo para toda la vida. Que los animales sienten, sufren, y dependen completamente de nuestro cuidado.

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Y no está de más reflexionar sobre el mensaje que queremos transmitir con los regalos que hacemos. Un regalo no debe ser solo algo que provoque emoción al abrirlo, sino algo que enriquezca la vida del destinatario sin generar un impacto negativo en otros. Regalemos libros, experiencias, tiempo compartido. Regalos que, aunque no ladren ni muevan la cola, dejen huella en el corazón y reflejen el amor y la responsabilidad que queremos enseñar. Porque no hay mejor regalo que el respeto hacia la vida, y no hay mejor lección que predicar con el ejemplo.

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