El puente de la Constitución y la Inmaculada es uno de los más esperados del año. Estos días, tan cercanos a la Navidad, despiertan en muchos (aunque ese despertador funciona todo el año) un impulso casi irrefrenable por escapar de la rutina. Las carreteras, las ... estaciones de tren y los aeropuertos se llenan de familias, parejas y amigos deseosos de aprovechar los días libres para viajar, disfrutar de escapadas a la montaña, visitar ciudades con mercados navideños o relajarse en algún rincón tranquilo lejos de la vorágine diaria. Y lo cierto es que muchos lo logran. Sin embargo, no todos logran subirse al tren de la aventura. Hay quienes, por diversas razones, tienen que quedarse en casa, enfrentándose a un tipo diferente de puente, el puente 'espa', es decir, 'espa'... llenarlo de tareas domésticas, 'espa'... compromisos profesionales o trabajos acumulados que no pueden ser postergados por más tiempo.

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Uno de los rituales para muchos en estas fechas es llenar la casa con adornos navideños, colocar el belén, adelantar compras navideñas y, en este año de clima caprichoso, se añade una tarea más para el puente 'espa': cambiar la ropa de verano a la de invierno en el armario, una tarea que, aunque puede parecer sencilla, suele convertirse en una odisea logística. Los armarios han permanecido en un limbo temporal, con ropa de verano aún ocupando un espacio que, idealmente, ya debería haber sido tomado por abrigos, bufandas, jerséis, etc. Así que el puente ofrece, para quienes no han tenido tiempo de hacerlo antes, la oportunidad de abrir los cajones y reorganizarlo todo, con la esperanza de que, al terminar, el frío haya llegado para justificar el esfuerzo. Requiere paciencia, pero también puede poseer un efecto catártico.

Para otros, la oficina o el despacho de casa se convierten en el lugar inevitable donde pasar las jornadas del puente. Quienes trabajan desde casa o tienen proyectos con plazos inminentes a menudo no encuentran mejor ocasión que estos días para avanzar en las tareas atrasadas. Aunque la idea de largarse por ahí suene tentadora, las obligaciones no desaparecen. Para los castigados autónomos, el puente puede ser una oportunidad de recuperar horas perdidas en semanas anteriores, planificar el cierre del año fiscal o simplemente ponerse al día con trabajos pendientes que han ido acumulándose en medio de la vorágine cotidiana.

Y en el ámbito educativo, muchos maestros y profesores también suelen aprovechar este período para hacer frente a una carga de trabajo que trasciende las horas lectivas. En muchas ocasiones, el puente no es sinónimo de descanso, sino de largas horas corrigiendo exámenes, revisando proyectos y rellenando los interminables documentos que exige la burocracia escolar. Mientras la mayoría de sus alumnos disfrutan de las vacaciones, los docentes encuentran en estos días un momento para cerrar notas, preparar materiales o cumplir con las normativas administrativas que no cesan de multiplicarse. Este esfuerzo silencioso y muchas veces poco reconocido es fundamental para que, al regreso a las aulas, el ritmo académico pueda continuar sin interrupciones.

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Y no vamos a dejar de romper una lanza por quienes, más allá de las obligaciones, simplemente optan por quedarse en casa porque encuentran en ello un placer que a menudo no es posible durante el resto del año. Leer un buen libro, ponerse al día con las series pendientes, cocinar platos elaborados o, simplemente, descansar sin prisas. Actividades tan válidas como cualquier otra. En un mundo que parece glorificar el movimiento constante y la productividad, el simple acto de detenerse puede ser revolucionario.

A pesar de todo, el largo puente de diciembre tiene algo mágico. Nos recuerda que estamos cerca del final del año, una suerte de ensayo general para las festividades navideñas. Ya sea que uno elija salir de viaje, reorganizar su hogar o ponerse al día con tareas pendientes, lo importante es encontrar un equilibrio entre las obligaciones y el disfrute. Al final, no importa tanto si el puente 'espa' viajar o si se aprovechan esos días para desconectar, reflexionar o simplemente hacer aquello que la rutina diaria a menudo nos impide. Y si no se logra terminar todo lo planeado, siempre queda la promesa de un próximo descanso en el horizonte semanasantero.

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