Sánchez y los agonías

Primera plana ·

Es positivo que el presidente coja por los cuernos el toro de la financiación autonómica, porque es necesario y urgente, pero se le ve perdido en este asunto, en el que está condicionado por un pacto político que privilegia a los nacionalistas catalanes. Lo único en claro de esta semana es que se avecina una reforma fiscal

Domingo, 8 de septiembre 2024, 07:18

Con el parón por la sucesión de fiestas patronales en las principales ciudades de la Región que se celebrarán a lo largo de septiembre, todo el interés informativo por el momento está focalizado en Madrid, donde el avispero político comenzó a agitarse a cuenta de las primeras cartas boca arriba en materia de financiación autonómica, y al quedar definido quiénes cogerán los timones de dos instituciones clave, el Consejo General del Poder Judicial y el Banco de España, con el polémico nombramiento como gobernador del ministro Escrivá. Una semana cerrada ayer con un comité federal del PSOE que venía precedido de mensajes lanzados desde Ferraz: a ver qué barón tiene agallas para, ante Sánchez, criticar el pacto para la financiación singular de Cataluña y el anticipo de que en los congresos regionales caerán algunos de esos barones, como el andaluz Espadas y el madrileño Juan Lobato, entre otros. Sánchez superó ayer el trámite del comité federal, aunque no ahogó las críticas internas por el pacto con ERC lideradas por Page y Lambán, derivando el grueso del debate al congreso de noviembre, donde volverá a presentarse para liderar el PSOE.

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Ya el miércoles, en un monólogo sin preguntas (días después haría lo propio el popular Feijóo), el presidente dejó claro que su (legítima) voluntad es agotar los tres años que restan de legislatura, aunque sigue sin despejar las dudas de cómo podrá hacerlo sin un desgaste mayúsculo, dependiendo como está de votos de Junts y ERC que se encarecen por semanas. Si la clave está en el cumplimiento del pacto para la financianciación singular de Cataluña, seguimos 'in albis' porque ni el presidente ni la ministra Montero en el Senado aclararon si es un concierto como el vasco o cómo afectará al resto de territorios. Sánchez se limitó a prometer que habrá un sistema de financiación justo para todas las comunidades y que se duplicará el montante del fondo de compensación interterritorial. Dejó entrever que habrá una previa reforma fiscal que, por lo que avanzó, afectaría a «los que más tienen». Sánchez habla de un nuevo modelo, pero lo único claro es que subirá los impuestos a quienes, dijo con un tono populista, conducen Lamborghinis y tienen dinero en el banco como «para cien vidas». Todo apunta a que estamos ante un patadón hacia adelante para ganar tiempo, a lo que contribuirán las citas por separado con los presidentes autonómicos en los próximos meses.

Es positivo que el Gobierno asuma la necesidad de coger por los cuernos el toro de la financiación autonómica, en tanto que es tan necesario como urgente, aunque ya digo que a Sánchez se le ve perdido en este asunto cuando, por un lado, dice que se avanzará hacia un modelo federal que tenga en cuenta las prioridades y necesidades de cada territorio y, por otro, se tacha de populismo fiscal la bajada de impuestos decididas por algunas de esas autonomías. Puede haber una explicación alternativa más plausible. Que sencillamente es muy difícil para el Gobierno justificar ante los ciudadanos el privilegio financiero que se ha pactado para con una de las comunidades más ricas de España, pues es parte del chantaje al que Sánchez está sometido para seguir en el poder, y no se sabe además cómo cumplir el pacto sin perjudicar al resto de comunidades. Mi impresión es que este asunto va para largo, lo cual beneficia al Gobierno porque el objetivo, confesó ayer Sánchez, es seguir con o sin apoyo del poder legislativo. Es posible que Junts deje en la estacada al Gobierno y le impida aprobar los Presupuestos de 2025 (lo que es perjudicial para la Región y el conjunto de España), pero no lo dejará caer hasta que la amnistía esté garantizada. Y eso tiene sus lentos pasos jurídicos por delante.

Sánchez está tomando decisiones que comprometen el futuro de su partido, que se decantará en ese congreso nacional que dará pie a un proceso de renovación interna en los posteriores congresos regionales. Lo que está en juego fue explicado con singular brillantez ayer en nuestras páginas por el veterano socialista Ramón Jáuregui. En un artículo ponía el dedo en la llaga al subrayar el coste electoral que han tenido los pactos con los nacionalistas en muchos territorios y los problemas para crecer por el centro porque la coalición con Sumar/Podemos les ha situado sociológicamente en un espacio más a la izquierda. «Nuestro proyecto de país parece encaminado a ser construido sin contar con la otra mitad de nuestros conciudadanos», decía Jáuregui. Es probable que el líder de los socialistas haga caso omiso a estas advertencias, pero en el análisis de Jáuregui están las claves de por qué le costará al PSOE muchos años gobernar en la Región. Nunca se lo habían puesto tan fácil a los populares murcianos. Sin necesidad de ilusionantes proyectos, sin terminar de resolver los endémicos problemas de la Región, los populares siguen hoy con las mismas expectativas de perpetuarse en el poder.

La discutida designación de Escrivá como gobernador del Banco de España (qué forma de facilitar la acusación de que no hay institución del Estado que no pretenda ser controlada por Sánchez) es la mejor prueba de que el presidente se ha blindado contra todas las críticas internas y externas. Ayer, cayendo una vez más en una retórica divisiva, habló por segunda vez en una semana de optimistas y de agonías, cajón este donde, junto a la oposición, se ubicarían todos aquellos que en las propias filas están alarmados porque otean un precipicio. El tiempo nos aclarará quiénes llevaban razón.

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