Dice Íñigo Errejón en su críptica carta de renuncia, en la que implícitamente reconoce actos de violencia machista y acoso sexual, que estar en primera línea política le ha generado una «toxicidad subjetiva» que «el patriarcado multiplica». Desconozco el alcance de las denuncias realizadas por una decena de mujeres, pero sé que hay miles de personas dedicadas a la política en España que jamás incurrirían en comportamientos tan reprobables. Desprovista de una petición expresa de perdón a las víctimas de su maltrato, la carta de Errejón es un galimatías que suena a cínico burladero para una conducta que, además de suponer su final político, revienta uno de los pilares de la propuesta política de Sumar. Parapetarse en el «neoliberalismo», la «contradicción entre el personaje y la persona»... para justificar el machismo es un insulto a la inteligencia colectiva por parte de alguien que de tonto no tiene un pelo, pero que resultó tener tantas o más sombras que luces.
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La polarización exacerbada y la crispación del debate nacional explica muchos excesos que vemos en la actividad política, aunque no pueden servir de jutificación. Ciertamente, el clima está que arde por la presunta corrupción del exministro Ábalos, un caso que roza al propio presidente del Gobierno y que está lleno de detalles personales bastante escabrosos. Quién no puede sentir un razonable hartazgo si la batalla entre Sánchez y Díaz Ayuso o los pormenores de la conducta de Errejón abren estos días todos los informativos nacionales, desplazando del debate la búsqueda de soluciones a preocupaciones acuciantes, como el acceso a la vivienda. En nada ayuda todo lo anterior a la percepción positiva de los representantes públicos. Pero atribuir a ese clima nacional todo el recelo ciudadano por la política es incurrir en un análisis de trazo grueso e interesado.
Lo digo por el suspenso generalizado del barómetro del Cemop a los líderes regionales, incluido el presidente, Fernando López Miras. No aprueba ni la oposición ni el Gobierno autonómico, que ve caer en once puntos la opinión buena o muy buena de su trabajo. Que los políticos y los partidos sean considerados como el principal problema percibido por los murcianos, por encima del desempleo y la inmigración, es un hecho relevante que les debería hacer reflexionar con urgencia, ahora que acaban de retomar su trabajo parlamentario nuestros diputados autonómicos, después de meses de inactividad en la Cámara. Porque, si se cronifica esa desconfianza, acabarán sufriendo las propias instituciones democráticas, lo que favorece al populismo y las propuestas autoritarias.
Afirman los politólogos del Cemop que el marco nacional es más relevante que el regional en la predisposición del voto. Y que la política nacional es la que tiene más influencia en la polarización del electorado regional. De ahí que el PSOE sea el que sufre más en un contexto donde apenas nada se mueve desde antes del verano. Los populares de López Miras siguen a las puertas de la mayoría absoluta si hubiera hoy elecciones, lo que vuelve a mostrar que los factores ideológicos pesan más que la gestión pública. En efecto, la crispación nacional está contribuyendo a congelar el cuerpo electoral en la Región. Pero el PP regional comete un error si se autoengaña. El descenso en la valoración positiva de la acción del Gobierno regional no es culpa de Madrid, sino que está ligado, entre otros asuntos, a los retrasos en el pago de las ayudas al autoconsumo, los libros de texto, los vehículos eléctricos, la dependencia, el bono de alquiler... Impagos que no pueden achacarse solo a una compleja tramitación impuesta por los distintos ministerios o a la falta de financiación.
López Miras consolida su posición, pero, por primera vez en mucho tiempo, suspende en valoración. Es innegable que el líder de los populares cuajó hace tiempo y maneja con solvencia el discurso político que más rédito da a su partido. Se ha ganado la confianza de Tellado y Feijóo, quien le trató con cierto desdén en su primera visita a Murcia porque hasta entonces su bagaje electoral no era el esperado. Ahora es uno de los barones con mayor proyección nacional y más cercanía a la dirección de su partido. Y además tiene suerte: los liderazgos rivales restan más que suman a sus respectivas formaciones. Uno comienza a estar cuestionado en su partido y sobre el otro pende la probable apertura de un juicio por presuntamente haber beneficiado a un empresario con dinero público en su afán por hacer una gran feria taurina. Ni Antelo ni Vélez se lo van a poner fácil en la Asamblea, pero Miras no necesita hacer mucho para vencer en unas hipotéticas elecciones anticipadas. La cuestión es que la Región sí precisa que se haga mucho más por parte de un Ejecutivo autonómico que tiene gran margen de mejora. La economía regional marcha bien, con un crecimiento del PIB que puede ser el más alto del país, según el BBVA. Se percibe en el empleo, con cifras récord de ocupación laboral, pero no así en la creación de infraestructuras sanitarias, docentes, de transporte y vivienda pública. La Región necesita más financiación, pero también más liderazgo para aprovechar las oportunidades de inversión en las áreas económicas emergentes y mejorar la gestión de lo público. López Miras se equivocaría si hace exclusivamente una lectura autocomplaciente del barómetro del Cemop. Lejos de ser un signo de debilidad, la autocrítica es una herramienta clave para lograr una política más eficiente, ética y en consonancia con las expectativas de la ciudadanía.
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