La ola y el túnel tenebroso

Lejos de tirar la toalla tras el cara a cara, Sánchez logró activar al electorado de izquierda, que se movilizó masivamente para evitar un gobierno en coalición con la derecha más radical. Con su remontada, podría mantener La Moncloa, aunque precisa del apoyo de Puigdemont, que reclamará un alto precio

Domingo, 30 de julio 2023, 07:32

Los barones y alcaldes socialistas que cosecharon malos resultados el 28-M achacaron sus fracasos a una ola antisanchista que habría barrido España en las autonómicas y municipales. Esa hipótesis era solo una verdad a medias, pues servía de burladero para soslayar la autocrítica y ... no reconocer que una parte importante del fiasco se debía a fallos de gestión y de movilización de la izquierda de los candidatos. De lo contrario, cómo se explica el éxito arrollador en algunos municipios, como Los Alcázares. ¿Acaso la ola del antisanchismo pasó por alto algunos lugares? Excusas. Si el PSOE logró excelentes resultados en esa localidad marmenorense fue por el buen hacer de su candidato, de igual modo que los decepcionantes en otros municipios, como Murcia, no se debían a Sánchez. Ahora, tras el 23-J, todos se suman a esa épica remontada que le puede permitir mantener La Moncloa, aunque sea con un gobierno más débil.

Publicidad

Escribí aquí una semana antes del inicio de la campaña que Sánchez se enfrenta a cada nueva batalla política con una asombrosa convicción de victoria. Lo propio de un superviviente nato que siempre halla una salida cuando otea una situación de peligro. De ahí que convocara el 23-J haciendo coincidir la campaña con la negociación de los pactos autonómicos entre Vox y PP, donde pronto empezó a obtener réditos. Feijóo dejó hacer en la Comunidad Valenciana a Carlos Mazón, que cedió en todo para pillar el poder, y luego obligó a desdecirse a la extremeña María Guardiola. El principal error del PP fue creer que esa ola antisanchista tenía tal fuerza que llevaría a Feijóo plácidamente surfeando hasta La Moncloa. Y aún más cuando ganó el cara a cara a Sánchez.

Lejos de amilanarse y darse por derrotado, el PSOE se lanzó a darle la vuelta a los pronósticos. Ganó el postdebate, ayudado por los propios errores de Feijóo, incluidas unas cuantas falsedades que fueron puestas al descubierto. La última semana de campaña fue decisiva. Mientras Feijóo se apagaba, para no comparecer junto a Vox en el debate a cuatro y enfrentarse a las añejas fotos con el narco Marcial Dorado, crecía la movilización de la izquierda, que levantó una ola, esta vez contra la posibilidad de un gobierno con presencia de la derecha ultra de Vox, que se radicalizó aún más en esta campaña. Sus posiciones sobre la violencia machista, los derechos del colectivo LGTBi, el negacionismo climático y las manifestaciones del propio Abascal reconociendo que con ellos habría más tensión en Cataluña, catapultaron hacia las urnas a numerosos votantes de izquierda que se quedaron en casa el 28-M. Da igual que, como Feijóo, Sánchez recurriera a algunas falsedades que quedaron en evidencia, como los peajes en las autovías pactados con Bruselas. La suerte estaba echada y en los territorios donde había muchos escaños en juego, como Cataluña, la izquierda se movilizó a favor del PSOE con tal de no ver a Abascal en la vicepresidencia del Gobierno. La imagen del túnel del tiempo tenebroso le funcionó bien a Sánchez, con la inestimable ayuda de Vox, que resucitó el fantasma de la censura y el recorte de libertades políticas. Pese a la desmovilización de una derecha que daba por hecha su victoria, Feijóo ganó el 23-J en votos y escaños, aunque ha perdido la posibilidad de gobernar porque ningún grupo sumará con el PP si lo hace acompañado de este Vox. Ni ahora ni en próximas convocatorias, que puede haberlas pronto porque las elecciones dejan el país al borde del bloqueo institucional.

Aunque el bipartidismo de los partidos de gobierno constitucionalistas se ha reforzado, los extremos siguen siendo decisivos y van a condicionar la precaria gobernabilidad que se avecina. Ahora Sánchez está en manos del prófugo Puigdemont. Tras el baile de un escaño, ya no basta con la abstención de Junts. Tiene que dar su apoyo a la investidura y eso no saldrá gratis. Como tampoco el del resto de fuerzas independentistas, como Bildu y ERC, y el del siempre exigente PNV. Es una señal ya preocupante que el independentismo catalán haya delegado la negociación de la investidura de Sánchez en prófugos del 'procés'. Veremos qué sucede si el independentismo exige competencias para poder celebrar consultas y una amnistía para todos los encausados por la intentona separatista. Es difícil olvidar que el presidente en funciones cambió el Código Penal para modificar a la carta los delitos de malversación y sedición. Y aquello no fue para equipararnos con Europa, como dijo, sino una cesión para lograr el apoyo parlamentario que precisaba y rebajar la tensión política en Cataluña. Lo que puede pedir ahora Puigdemont (consulta y amnistía) exige una reforma constitucional que parece hoy imposible.

Publicidad

El escenario político será muy complejo a la vuelta del verano. Cada vez es más plausible la repetición electoral de las autonómicas el próximo 25 de octubre en la Región. Esta parálisis e incertidumbre afecta a numerosos proyectos y planes. El mes de agosto es prácticamente inhábil para la gestión política y para gran parte de la administración pública, lo que por un lado da un respiro a los españoles, agotados ya de tanto enfrentamiento político, aunque por otra mantendrá estancadas las vías de salida a estas encrucijadas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad