Primera plana

Ser murciano no es nada fácil

No lo es porque somos la comunidad que menos financiación recibe por habitante y estamos en posiciones punteras en cuanto a tasa de pobreza, pero también por fallos de gestión y planificación que no son culpa de otros, como ha sucedido con la crisis del transporte escolar, que afecta a más de 5.500 alumnos

Domingo, 1 de octubre 2023, 07:39

En el año 1971, el periodista y crítico musical Rossend Llates publicó un libro de memorias de los años 30 que llevaba por título 'Ser catalán no es nada fácil'. La dificultad radica, tal como lo venía a plantear, en una contradicción asombrosa: los nacidos ... allí se sentían de algún modo colonizados y oprimidos por los pobres que llegaban de fuera a trabajar y a los que paradójicamente necesitaban para seguir siendo ricos y a la vez tener ansias de emancipación. «Un mundo al revés: un país que se siente colonizado, pero con los colonizados explotando a los colonizadores», escribe Jordi Ibánez Fanés en su novela 'Infierno, Purgatorio, Paraíso', una brillante sátira política del nacionalismo catalán y del 'procés' que fue reconocida en el año 2021 con el premio nacional de los críticos literarios.

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Nosotros no tenemos esos problemas de ricos. Tampoco de identidad. Y sin embargo, ser murciano no es nada fácil. No lo era para los pobres de solemnidad que en aquellos años 30 viajaban en un autobús apodado el 'Transmiseriano' desde el Valle del Guadalentín hasta Cataluña. Murcianos que huían del hambre trabajando en la expansión urbana de Barcelona. Colonizadores quizá, pero opresores, como que no. Las condiciones de vida en nuestra tierra son muy distintas a las de hace un siglo, pero seguimos a la cola en muchos indicadores socioeconómicos. La brecha persiste entre las Españas de dos velocidades y nosotros viajamos con un billete del furgón de cola. Nuestros salarios, y por extensión nuestras pensiones, están entre las más bajas. Somos la cuarta comunidad autónoma con más pobreza, según datos de la Red de Lucha contra esta lacra. Alcanza al 31% de la población; 477.000 personas para las cuales ser murciano no es precisamente fácil. Que a la vez seamos uno de los territorios con más ricos no es un consuelo pues es indicativo de desigualdad social. Si uno tiene una posición económica holgada, sin duda estamos en un lugar excelente para vivir. Para trabajar ya es otra cosa, sobre todo si la actividad económica depende de la administración, escasa en personal, aún burocratizada y con ciertos rasgos galdosianos. No existen gobernantes en Madrid que maltratan intencionadamente a la Región. Se nos considera en función de nuestro peso político. En la práctica eso supone, por ejemplo, tener que ir en AVE a Madrid por Alicante o que el tercer carril de la A7 avance hasta Orihuela y se detenga por ahora a la puertas de la Región.

Ser murciano no es nada fácil porque, además, la financiación del Estado que recibimos por persona es la más baja. Según los informes de Fedea, existe una diferencia de 726 euros de financiación por habitante entre Cantabria (la comunidad que más recibe, con 3.417 euros por habitante) y la Region de Murcia (la que recibe menos, con 2.691). Obtenemos solo un 90,8% de las necesidades de financiación. Somos la tercera comunidad más endeudada en relación al PIB. Nuestra deuda rebasa ya los 12.000 millones. Nunca, ni con el modelo de financiación de Aznar iniciado en 2002 ni con la reforma de Zapatero de 2014, se ha logrado corregir una infrafinanciación que lastra las políticas del Estado del bienestar en esta comunidad que no para de crecer en población. Ni Rajoy ni Sánchez dieron los pasos definitivos para reformar el modelo, pese al acuerdo generalizado de que es necesario y urgente. En el discurso de su fallida investidura, Feijóo se comprometió a cambiar el modelo de financiación en el primer semestre de 2024. Sánchez lo volverá a hacer en su discurso de investidura. Habrá que estar atentos. Sobre la mesa de la negociación con los independentistas no solo está la amnistía y el referéndum, también hay un acuerdo bilateral en materia de financiación y deuda, lo que puede afectar al resto de comunidades autónomas. Como en otros momentos de nuestra historia, la cuestión catalana aparece como condicionante clave de la vida democrática española. Basta con revisar las fantásticas crónicas parlamentarias que Josep Pla enviaba desde Madrid a Barcelona durante la República para comprobarlo.

Es una constante histórica tan inmutable como la atribución de nuestras principales carencias y retrasos a Madrid por parte de los sucesivos gobiernos autonómicos. La culpa siempre es de otro, sobre todo si está lejos y es del partido rival. Pero ese burladero no puede tapar otras cuestiones que naufragan por mala planificación y gestión. Hoy, ser murciano no es nada fácil para más de cinco mil alumnos que están sin transporte porque la anterior consejera de Educación, la ex de Vox Mabel Campuzano, no dio los pasos necesarios para revisar el acuerdo marco con las empresas que prestan el servicio al aparecer los primeros problemas. Al cabo de tres semanas, ayer se vislumbró un desbloqueo del conflicto, aunque eso no quita gravedad a lo sucedido en este inicio de curso.

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La crisis del transporte escolar está marcando los primeros días del Gobierno regional de PP y Vox, que no adelgaza por arriba y cuenta con más de ochenta altos cargos. Hay incluso una consejería (Fomento), en manos de Vox, que pierde competencias pero no altos cargos. Ya pueden hacerlo bien todos. Falta le hace a la Región de Murcia.

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