Son diversos los factores que están influyendo en el alza mundial de precios. Desde la guerra en Ucrania a las disrupciones en la cadena internacional de suministros, que repuntan de nuevo. Ahora empiezan a acumularse evidencias de que el calentamiento global también es una amenaza ... para la estabilidad de los precios. Se sabía por numerosos estudios que la veloz subida de las temperaturas afecta negativamente a la productividad laboral, la producción agrícola, la demanda de energía y la salud humana, pero poco de su impacto en la inflación.
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El caso del aceite de oliva es sintomático. Según datos del Fondo Monetario Internacional, su precio mundial alcanzó su cota histórica a finales del pasado año, después de que Europa, que aporta el 60% de la producción total, viviera en 2023 su segundo año más cálido desde que hay registros fiables. Tras sucesivos años de sequía, las olas de calor terminaron por secar miles de olivos, lo que redujo a la mitad la producción anual de aceite de oliva en España. En la Región de Murcia descendió de 58.219 toneladas en 2020 a 35.073 en 2023. Ese drástico descenso terminó por disparar el precio. Solo en lo que va de año acumula en España una subida del 40%. Ahora cuesta tres veces más que en 2021. Por todo lo anterior, el Gobierno central de Pedro Sánchez ha decidido reducir a cero el IVA de este producto desde mañana hasta septiembre. Una rebaja temporal de seis meses, aunque el Ejecutivo sopesa incorporar el aceite al grupo de alimentos básicos con IVA superreducido (4%).
El caso del aceite de oliva no es excepcional. Los agricultores murcianos del llamado secano rabioso y la ganadería extensiva llevan acumulados 289 millones de pérdidas tras dos años de sequía. Viñedos, olivares y almendros están en claro riesgo, especialmente en el Noroeste y el Altiplano, por la falta de lluvias. Por eso piden ayudas extraordinarias inmediatas junto a medidas estructurales para paliar el efecto del calentamiento global, la progresiva escasez de agua y la recurrencia creciente de eventos meteorológicos extremos, que tienen afección directa en la producción y los precios de esos alimentos.
Dicen los científicos que un mundo más cálido será también un mundo más caro. En un estudio publicado en marzo por el grupo editor de la revista 'Nature', científicos alemanes del Banco Central Europeo y del Instituto de Postdam para la Investigación del Impacto Climático detallan que el aumento de las temperaturas podría añadir hasta 1,2 puntos porcentuales a la inflación global anual hacia 2035. Para llevar a cabo esta investigación, estos investigadores analizaron 27.000 registros de los índices de precios al consumo de 121 países entre los años 1996 y 2021 y los confrontaron con datos mensuales de temperatura de las últimas tres décadas. Teniendo en cuenta la inciddencia de diversos factores, desde recesiones económicas globales a conflictos internos en esos países, comprobaron que cada aumento de un grado en un mes determinado generaba un incremento del precio de los alimentos de alrededor de un 0,2 % en el transcurso del año siguiente. La respuesta no era lineal. El impacto inflacionario era mayor en los meses y las regiones más cálidas. En concreto, concluyeron que al calor extremo registrado hace dos veranos se le podría atribuir un aumento del 0,43% al 0,93% en el precio de los alimentos en Europa. Según las proyecciones acometidas por este equipo del BCE y del citado instituto de Postdam, la subida de la temperatura media estimada hacia 2035 podría elevar la inflación en el precio de los alimentos hasta el 3,2%, una cifra muy superior al tope del 2% que se fijan como objetivo los bancos centrales.
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Incrementar el conocimiento sobre la relación entre el cambio climático y la inflación es fundamental dado que el alza de los precios o su inestabilidad suponen una amenazan para la economía, el bienestar humano y la estabilidad política de los países y sus regiones. Estos investigadores recuerdan que la crisis provocada por el alza del coste de vida en los años 2021 y 2022 podría haber originado, de acuerdo a estimaciones de Naciones Unidas, que otros 71 millones de personas en el mundo hayan caído en la pobreza.
La Región debe tener a punto una estrategia bien definida de adaptación al nuevo escenario climático, ya que se encuentra en una zona muy vulnerable a los efectos económicos y de salud pública asociados al aumento de las temperaturas. Toda la planificación industrial, agrícola, sanitaria y de gestión de espacios urbanos y naturales debería abordarse desde esta perspectiva que surge del análisis experto de los grandes organismos internacionales, apoyado en la mejor ciencia disponible. Recordar eso debería ser innecesario, pero en nuestra Región resulta pertinente.
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