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Pocas imágenes resultaron tan impresionantes tras la DANA como la de miles de jóvenes voluntarios cruzando puentes en dirección hacia las localidades más castigadas en Valencia por las lluvias torrenciales. La riada de personas que se movilizaron desde la capital evocaba un mecanismo de cooperación que los expertos en comportamiento social llaman estigmergia. Lo describió por primera vez un entomólogo para explicar cómo las termitas se conciertan, a partir de un rastro de señales químicas en el medio físico, para construir sus grandes nidos. Y a fe que, viendo las dramáticas imágenes y testimonios de las víctimas de la DANA, está claro que había poderosas señales para echarse a la calle, caminar hacia Paiporta y ponerse, todos a una, a limpiar las calles de lodo. Pero lo visto estos días es pura solidaridad, una cualidad humana mucho más profunda y compleja pues está motivada por valores y principios éticos.
Más de 14.000 voluntarios han participado ya en tareas de limpieza, distribución de alimentos y retirada de residuos. Fue necesario crear una plataforma para casar el trabajo de los voluntarios con las necesidades reales de los ayuntamientos. Hasta este sábado habían recibido más alimentos de los que se necesitan y sin embargo estaba pendiente la llegada de maquinaria pesada para hacer frente a esos trabajos de desescombro, que tuvieron que iniciar los propios vecinos afectados, en mitad del dolor y la indignación, pues la primera ayuda oficial tardó mucho en llegar y era insuficiente. En esta tarea de rescate y auxilio hemos visto a veces más voluntarismo que eficacia, pues a la falta de personal y material especializado se sumó una gran descoordinación, aunque la solidaridad y esfuerzo de esos miles de jóvenes ha sido sin duda lo mejor que hemos visto desde que el cielo descargó torrencialmente aquel fatídico 29 de octubre. Y es que las administraciones central y autonómica no han estado a la altura de un desastre natural que exigía, tanto previamente como después de las riadas, de la colaboración coordinada de todos los organismos públicos para mitigar los cuantiosos daños y salvar el mayor número posible de vidas. Los daños se elevan, según las primeras estimaciones, a 12.000 millones y los fallecidos alcanzan ya los 220, aunque aún no ha concluido la búsqueda de cadáveres. El drama de la DANA va para largo pues habrá ahora que solucionar el problema habitacional de miles de valencianos.
Ayer, varios decenas de miles de personas exigieron en las calles de Valencia que Carlos Mazón asuma responsabilidades políticas por la gestión de la catásfrofe. El Ejecutivo autonómico intenta justificarse con el retraso de la Confederación del Júcar en alertar sobre el desbordamiento del barranco del Poyo, pero muy difícil lo tiene Mazón para disipar la sensación generalizada de incompetencia que dio su Ejecutivo en esta crisis. Que la convocatoria de ayer estuviera convocada por colectivos en su mayoría de izquierda, o que desde el Gobierno central se busque atribuir toda la responsabilidad a la Generalitat para tapar la propia, no cambia esa percepción mayoritaria de ineptitud, a la que ha contribuido especialmente la consejera de Justicia e Interior, Salomé Pradas.
Mazón había dado muestras de que las emergencias no era una de sus prioridades pues cedió esas competencias en la negociación relámpago con Vox para formar su primer gobierno. Y no nombró un director general de Emergencias, puesto que estuvo vacante desde la ruptura del bipartito, hasta el día después de la DANA. Otra señal es que el puesto del secretario autonómico de Emergencias fue a parar a Emilio Argüeso, invisible el día del temporal y cuyo principal activo político fue haber trasvasado al PP a buena parte de los antiguos cargos de Cs. Hoy parece evidente que no acertó nombrando como máxima responsable de Interior a Salomé Pradas, cuyos errores de cálculo y de apreciación del peligro, sus silencios en las jornadas que siguieron a la DANA y sus contradicciones en la versión de los hechos la han puesto en una situación insostenible. Hasta en tres ocasiones en el día de autos, la delegada del Gobierno le ofreció medios a la vista de las graves consecuencias que estaba dejando el agua en Utiel, lo que rechazó, negando incluso que se le hubiera ofrecido, lo que quedó desmentido en un vídeo. El reconocimiento de que hasta las 8 de la noche desconocía la existencia de un sistema de alertas para móviles revela la falta de preparación de Salomé Pradas para estar al frente de un departamento tan relevante.
El presidente valenciano está ahora en una delicada situación política. Más aún tras ocultar durante días que el día de la DANA estuvo ausente durante cuatro horas en una comida con una periodista para ofrecerla a dedo la dirección de la televisión pública valenciana. O empieza a limpiar la incompetencia en su propio Gobierno o la crisis abierta se le llevará por delante. Ya hay en el PP de esa comunidad autónoma muchos que empiezan a mirar a la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, como posible relevo. Mazón todavía tiene que encarar momentos muy duros para los familiares de las víctimas y para los muchos miles de personas que han perdido sus negocios y viviendas. Y no parece que ahora mismo esté en condiciones de convencer a la sociedad de que podrá afrontar con eficacia todo lo que resta por hacer con su actual equipo.
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