Existía un convencimiento extendido de que el macropuerto no prosperaría por su impacto ambiental, pero lo que va a darle matarile es la desidia de unos y el bloqueo de otros en los despachos. El Ministerio comunicó este fin de trayecto con un ninguneo político colosal a la Comunidad, que intentará resucitarlo por la vía contenciosa
Vista la historia del proyecto, el carpetazo del Ministerio de Transición Ecológica al macropuerto de El Gorguel, dando por cerrada su evaluación estratégica ambiental, no sorprende tanto por el fondo como por la forma. Sobre todo porque trasciende en la antesala de las elecciones europeas en la que es candidata la titular de ese departamento, Teresa Ribera. Lo crea o no, esta decisión no le beneficia electoralmente en la Región. Y eso me hace pensar que a la vicepresidenta, o le importan poco los votos que esta decisión le resta, o no estaba al tanto de este cerrojazo que fue comunicado por la directora general de Calidad y Evaluación Ambiental. Que haya sido el alto cargo administrativamente competente, y no un cargo electo con responsabilidades de mayor peso político, acredita la escasa relevancia que para los distintos gobiernos centrales (del PSOE y del PP) ha tenido este proyecto considerado estratégico para el Gobierno de la Región y su sector productivo. Si este megaproyecto se hubiera planificado en Valencia o Barcelona, semejante mala nueva habría sido comunicada al menos por un ministro a los presidentes autonómicos. Tienen razón las organizaciones empresariales: el ninguneo político ha sido colosal.
Siempre ha sido así con El Gorguel en Madrid, donde nunca se creyó en un proyecto nacido aquí. En las últimas décadas ha tenido más detractores que aliados en Puertos del Estado, que primó el criterio de la especialización y complementariedad del sistema portuario, asignando al de Cartagena un rol relevante en el tráfico de los graneles, pero subsidiario respecto al Puerto de Valencia en contenedores. Es cierto que en muchos ámbitos, también en la Región, había un convencimiento extendido de que El Gorguel no iba a superar el visto bueno de la Comisión Europea por su afectación en una zona que es Red Natura 2000, con figuras de protección para el medio terrestre y marino. Los primeros informes de impacto ambiental, realizados antes de 2013 por la Dirección General de Medio Ambiente de la Comunidad, la Subdirección General de Medio Natural del Ministerio de Medio Ambiente y el IEO ya advertían de esa afectación tanto en la sierra de la Fausilla como en las playas del parque regional de Calblanque. De ahí que el expresidente de la Autoridad Portuaria, Adrián Ángel Viudes, optase por impulsar estudios que intentaron demostrar que los beneficios socioeconómicos justificaban la construcción del macropuerto, una excepcionalidad que se apoyaría en medidas de mitigación y compensación por el impacto en la biodiversidad. Así ha sucedido en otros grandes puertos, como el de Rotterdam, el mayor de Europa y cuya ampliación salió adelante pese a estar condicionado por la Red Natura. Toda pasaba por declarar en Consejo de Ministros al Gorguel como proyecto de interés económico preferente a fin de lograr el visto bueno inicial de Bruselas. Nada de eso se produjo. Ni el Puerto de Cartagena ni Puertos del Estado ni el Ministerio lo han remitido a las autoridades comunitarias para esa consulta previa. ¿Quién lo debía hacer? Unos y otros se echan ahora este muerto. El recurso que presentará la Autoridad Portuaria dirimirá quién lleva razón.
Lo cierto es que el pronóstico del proyecto ya era muy sombrío en 2022. Entonces se conoció el informe que el Puerto encargó al IEO en 2018. El diagnóstico fue contundente. La construcción del macropuerto podría degradar el litoral por el movimiento de metales pesados y suponer una amenaza al ecosistema marino de Calblanque, una de las zonas con mayor biodiversidad de la costa regional. En contra de lo esperado, el informe no incluía medidas de mitigación ni de compensación medioambiental. Ese esquema de protección tan relevante para la viabilidad del proyecto no existe, aunque al final no ha sido su impacto ambiental lo que ha tumbado El Gorguel sino la desidia de algunos políticos y el bloqueo de otros. Que no culpen a las organizaciones conservacionistas. Hicieron su trabajo. Son otros los que en sus despachos no hicieron lo que se suponía que debían hacer. Bien por incapacidad o porque optaron por no pelearlo a cambio de disfrutar de una canonjía política en la lejanía. La ironía del asunto es que, años después, los dirigentes del PSOE y el PP que alentaron el proyecto de Barlomar por si fallaba El Gorguel ven cómo se utiliza ese segundo proyecto que ampliaría la dársena de Escombreras para justificar que hay una alternativa y darle matarile al macropuerto. Y luego, para colmo, está la broma cruel del Ministerio, señalando que «es muy aconsejable» valorar la «alternativa 0». O sea, no ampliar nada. Ni El Gorguel ni Barlomar. El Puerto va a recurrir la decisión sobre El Gorguel y la Comunidad no descarta la vía contenciosa. Y la puede ganar porque la argumentación del Ministerio en este caso es endeble. Esta historia aún no ha acabado.
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