Santiago Abascal ha dado esta semana todo un golpe de efecto con el fichaje del expresidente Alberto Garre que, por enésima vez, se presenta a unas elecciones en los más de treinta años que lleva ejerciendo profesionalmente la política, de la que se retiró ... tras el rotundo fracaso que en 2019 cosechó con el partido regionalista que fundó. Tras concurrir con el PP y Somos Región, lo hace ahora con Vox, apuntándose a una moda, la del 'cholismo' político (ya saben, partido a partido, como dice el colchonero Cholo Simeone) que en otros tiempos era socialmente denostada pero que ahora empieza a generalizarse, a veces con indisimulados aplausos. Todo apunta a que la incorporación de Garre, confirmada por él pero aún no oficialmente por ese partido ni en Madrid ni en Murcia, habría sido propiciada por el expresidente a través de Luis del Rivero y otros empresarios que mantienen hilo directo e influencia en Santiago Abascal, en la medida que lo han apoyado, por convicciones ideológicas o intereses coincidentes, de múltiples formas.
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Dice Garre que hablará la próxima semana, pero parece claro que su aspiración, si se dan los números tras el recuento de votos, es ser el próximo presidente de la Asamblea Regional, un puesto institucional de la máxima relevancia que le permitiría continuar en primera línea política, aunque probablemente no lo reconocerá cuando comparezca públicamente. Por el contrario no tendrá más remedio que explicar cómo ficha por un partido que se ha posicionado contra el modelo autonómico que él tanto defendió a lo largo de su trayectoria y que está muy alejado de la moderación que abanderó durante su corta etapa de presidente. Es conocida su posición en materia hidrológica (tan consecuente que le llevó a romper la disciplina del PP en el Congreso para defender el Trasvase) y que encaja con el discurso de Vox, pero habrá que ver qué opina sobre lo que debe hacerse con el Mar Menor en todos sus aspectos.
Lo cierto es que las expectativas de Vox, que languidecían en los principales sondeos, vuelven a repuntar con la incorporación de Garre, muy valorado en el mundo del agro, especialmente en el campo de Cartagena, territorio que quita y da mayorías absolutas en las autonómicas. A los de Abascal les faltaba en su lista electoral una figura pública de peso, como sí mostraban en la Comunidad Valenciana, donde presentan a un reconocido catedrático de derecho constitucional. Ya la tienen. Ahora habrá que ver cómo encaja en las filas verdes el político pachequero, poco dado a las disciplinas de partido, en una formación donde todo lo importante se decide en Madrid y no aquí en la Región, precisamente lo que él mismo argumentaba para justificar la creación de Somos Región. Mi impresión es que su presencia no dará un vuelco a los sondeos, pero sin duda mejorará las expectativas de Vox, de manera clara en el campo de Cartagena pero modestamente en el resto de territorio. Es verdad que era el político con mejor valoración pública durante su corto mandato, pero también que no son pocas las voces de decepción y disgusto que se oyeron el viernes tras conocerse su paso a las filas del partido más escorado a la derecha. También es verdad que es el único expresidente del PP no condenado o procesado por la Justicia, pero también lo es que durante su mandato se infiltró en dos consejerías la trama de la Púnica sin que él se enterase de nada. Todo aconseja en este momento analizar con cautela el impacto electoral de este golpe de efecto.
Estamos, una vez más, ante las secuelas del legado político de Valcárcel, que en su momento vetó a Garre para ir el Senado, como le prometió Cospedal si hacía campaña en favor de Pedro Antonio Sánchez. No quiero decir que Valcárcel sea el causante directo de la marcha de Garre a Vox, pero esto último no se entiende sin la historia que arranca en 2014, cuando el otrora omnímodo presidente decide irse al Parlamento Europeo y monta el paripé de las consultas internas en el PP para elegir entre Juan Carlos Ruiz, Juan Bernal y Pedro Antonio Sánchez, que ya estaba señalado de antemano. Como a éste le surgió una imputación por el caso de su vivienda en Puerto Lumbreras, Valcárcel apuntó con su dedo a Alberto Garre.
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Una vez en San Esteban pronto empezaron los problemas por las sugerencias y peticiones del todavía líder del partido, del que empieza a apartarse de la mano del consejero de presidencia José Gabriel Ruiz, con normas como el proyecto de ley del cargo público, que es boicoteado desde las mismas filas del PP, con Martínez Pujalte a la cabeza. Las desavenencias alcanzan tintes colosales cuando el consejero Cerdá le dimite por sorpresa en febrero de 2015 y le crea la segunda crisis de gobierno de las tres que tuvo en solo quince meses (antes dimitió el consejero de Fomento Manuel Campos). Garre entiende que es una estrategia auspiciada por Valcárcel para sacar el caso Novo Carthago del TSJ y evitar así su encausamiento. Retrasa unos días la firma del cese y en ese lapso el juez Abadía preimputa a Valcárcel. La ruptura ya fue total.
Pese a que fue advertido por Cospedal en Toledo de que su presidencia sería interina, Garre hizo un último intento con Mariano Rajoy en un trayecto en coche de Alicante a Murcia para convencerle de que Pedro Antonio Sánchez acabaría imputado por el caso Auditorio y decirle que él estaba dispuesto a liderar la candidatura en mayo de 2015. La respuesta fue que no. Poco después llegó la promesa incumplida de enviarlo al Senado, un destino que nunca se había negado a ningún expresidente del PP, pero ahí se plantó Valcárcel, que tampoco le perdonó que, en sus últimos días en San Esteban, encargara un informe a los Servicios Jurídicos de la Comunidad, que recomendó enviar a la Fiscalía la documentación relativa a la situación de la desaladora de Escombreras. Ahora Garre vuelve de la mano de Vox y todas estas heridas se reabren en el seno de la derecha murciana.
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