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Es sabido que uno de los pilares de las democracias saludables es la alternancia en el poder, o al menos la expectativa de esa posibilidad cuando acudimos a las urnas. De ahí que debería ser motivo de reflexión general que, después de treinta años de ejecutivos del Partido Popular, el principal partido de la oposición no sea percibido por los ciudadanos de la Región de Murcia como una alternativa real de gobierno. Lo reconoció sin ambages el diputado nacional Francisco Lucas, candidato rival de Diego Conesa, en el debate de las primarias que precedió, hoy, a la votación de los afiliados para elegir a su nuevo secretario general. Conesa, quien tiene en su haber la única victoria electoral frente al PP desde 1995, piensa lo mismo. Y cómo no, si todos los sondeos electorales desde las ultimas autonómicas consolidan las expectativas del PP en 2027 frente al hundimiento del PSOE. Están los populares tan cerca de alcanzar de nuevo la mayoría absoluta como los socialistas de romper su suelo. Veremos qué cuenta el barómetro del Cemop que mañana se da a conocer en la Asamblea. Desde esa perspectiva, la renovación del liderazgo socialista sin duda es lo mejor que le podía pasar al PSRM.
La designación de José Vélez como candidato siempre me pareció sorprendente porque, a mi juicio, sus atributos no son los idóneos para concurrir a unas elecciones de ámbito autonómico, dicho sea sin ánimo de despreciar su valía personal o política. Simplemente, carecía del perfil. Quienes le auparon ofrecían precisamente argumentos demoscópicos: alguien en Ferraz o Moncloa concluyó en base a un sondeo que hacía falta un perfil campechano, preferentemente no urbanita, como cabeza de cartel autonómico, extremo que demuestra el nulo conocimiento de la realidad murciana que existe en Madrid. Visto el debate de las primarias, tampoco parece que el trabajo orgánico haya sido precisamente el mejor, o al menos no ha conseguido restañar la frustración de las bases en las agrupaciones locales, lo que Lucas achacó a la espantada repentina de Conesa. Hubo reproches ásperos en ese cara a cara, pero mejor que afloren ahora que los dirigentes socialistas están obligados a hacer un diagnóstico autocrítico de su situación si quieren levantar cabeza. Son ya demasiados años atribuyendo la responsabilidad de los fracasos a terceros, incluso a los propios votantes murcianos, en el mayor de los errores que se pueden cometer, llegando incluso algún alto cargo del partido regional en los últimos cinco años a desplegar una hostilidad manifiesta contra instituciones y colectivos relevantes en la Región. Acierta Francisco Lucas cuando plantea crear un gobierno en la sombra en el partido, un equipo que visibilice el potencial político y de gestión del PSRM. Porque ¿quién es hoy el referente socialista en la Región en temas de educación, en sanidad o cultura? ¿Quién lleva medio ambiente o tecnología en el partido? ¿Quién sería el consejero de Economía si ganarán las próximas elecciones? El candidato no era el idóneo, pero tampoco se veía un equipo. Lucas ha sabido verlo. Y Conesa acierta cuando propone recuperar el acuerdo que planteó con la Universidad de Murcia para la formación de los cuadros del PSRM en competencias que son necesarias para formular y desplegar políticas públicas y comunicarlas con eficacia. Esas costuras quedaron al descubierto cuando, a raíz de la moción de censura, el PSOE se hizo con el bastón del Ayuntamiento de Murcia.
El nuevo secretario general, sea uno u otro, tendrá más oportunidades de trabajar en el interno del partido que de proyectarse ante la opinión pública. Ni Lucas ni Conesa son diputados autonómicos. Carecerán de la posibilidad de confrontar con López Miras en la Asamblea, igual que hicieron el jueves entre ellos. A lo máximo que podrían aspirar es a la visibilidad que da la Delegación del Gobierno, como ha ocurrido en otras ocasiones. Mi impresión es que, igual que Conesa ha expresado su voluntad de ser cabeza de lista en 2027, Lucas podría ser el secretario general, pero no necesariamente el candidato (quizá lo sea María González Veracruz).
Coser heridas e integrar será otro reto. Los reproches personales que se vieron en el debate son la punta del iceberg de algunos ataques mucho más duros que se han oído en las agrupaciones en las últimas semanas. El necesario cierre de filas con el nuevo líder no será fácil. No puedo evitar ser escéptico. Las llamadas a la unidad suelen ser un recurso retórico que persigue proyectar una imagen conciliadora, aunque no siempre son la expresión de una verdadera intención de integrar posiciones diferentes o un compromiso real con la diversidad de ideas. Estos días no he oído ningún compromiso concreto de que cómo se integrarán las dos corrientes en liza. Habrá que esperar a la nueva Ejecutiva para ver hasta qué punto hay voluntad de contar con quien salga derrotado.
En todo caso, el mayor problema que tienen hoy los socialistas murcianos es la falta de un discurso territorializado que sea reconocible como propio y no subsidiario del de Ferraz. Es complejo cuando el peso político en un partido es limitado. Pero es imprescindible. Bien lo saben Page o Illa. La estrategia de Sánchez de apoyarse en formaciones nacionalistas y fuerzas a la izquierda del PSOE es una losa demasiado pesada para un partido que solo ganó en treinta años en la Región cuando el PP se desangró por el centro. Hoy deciden los militantes, en dos años lo harán todos los ciudadanos.
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