Fernando López Miras promete un gobierno que actuará desde la moderación y la centralidad, lo que suena bien pero está por comprobar. Vistos los distintos posicionamientos de unos y otros en ciertos puntos, lo que es seguro es que habrá fricciones, especialmente en la Asamblea Regional
Tres meses de parálisis y bloqueo político culminaron este jueves con la investidura de Fernando López Miras, que finalmente tuvo que ceder, tragarse sus propias palabras y pactar con Vox para formar un gobierno de coalición, evitando una repetición electoral que hubiera supuesto los terceros comicios en menos de seis meses en la Región. Por el agotamiento político que generaron las autonómicas del 28-M y las nacionales del 23-J, una tercera llamada a las urnas generaba vértigo a los partidos y un nulo entusiasmo al conjunto de la sociedad, a la que se trasladaría la responsabilidad de deshacer el bloqueo sin garantía alguna de que las urnas fueran a terminar con el desgobierno. Tampoco gustaba a los agentes sociales, pues se hubiera prolongado el parón administrativo y la incertidumbre otros cien días más. El desenlace no era el que esperaban muchos votantes de centro-derecha, aquellos que, con Ciudadanos ya desahuciado, votaron al PP precisamente para evitar a Vox. Con un 43% de los votos, Miras insistió en su voluntad de gobernar en solitario pero Vox no cedió en un territorio especial para Abascal y fue el líder del PP quien terminó por claudicar, amarrando una salida pactada a última hora, que además era la que más convenía a Feijóo en su estrategia de intentar una investidura -hoy imposible-.
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El partido de Abascal no consiguió la Consejería de Agricultura, que era su gran objetivo, pero rentabiliza más que ningún otro partido sus votos con dos consejerías y la vicepresidencia para su presidente regional, José Ángel Antelo. Visto el resultado del 28-M, quien más gana en este envite es Vox, que se sentará en la mesa del Consejo de Gobierno habiendo sido la tercera fuerza en respaldo popular. Corría un alto riesgo porque de no haber habido pacto se hubiera perpetuado la irrelevancia de los de Abascal en la política regional, salvo en un grupo de municipios, pues su capacidad para condicionar desde la Asamblea habría pasado por votar en el mismo sentido que los partidos de izquierda en demasiadas ocasiones. Y por la experiencia de estos últimos cuatro años, ya saben que no asumir tareas de gobierno y gestión les aleja de los focos y acentúa el riesgo de desdibujarse y caer en el ostracismo.
Es verdad que se quedan fuera de las áreas de gobierno más importantes y sensibles (sanidad, educación, política social, economía, agricultura, agua...) y reciben dos consejerías de perfil más bajo, una de ellas -Seguridad, Interior y Emergencias- con competencias muy limitadas pues son de la Administración central. La otra consejería -Fomento- tiene más enjundia pues, además de transporte y vivienda, asume las competencias en ordenación del territorio, por tanto con capacidad para regular las actividades económicas en entornos sensibles, como la cuenca vertiente del Mar Menor. Cualquier iniciativa relevante de Vox en Fomento con afectación medioambiental deberá superar la evaluación de la Consejería de Medio Ambiente, que tiene capacidad para neutralizar y retrasar todo tipo de actuaciones, según la visión más optimista en el seno del PP. Pero es evidente que el margen de intervención del partido de Antelo en materia de ordenación territorial no es insignificante. Y vistos los distintos posicionamientos de unos y otros, seguro que habrá fricciones porque Vox no renunciará a su hoja de ruta en el entorno del Mar Menor ni a difuminar su acusado perfil ideológico en materia medioambiental.
Antelo ha dicho que el Ejecutivo regional tendrá una única voz y también que no renuncia a ser el vicepresidente de todos los consejeros de López Miras, dando claramente a entender que, respetando a quien tiene el mando, no piensa ser una figura decorativa en el Ejecutivo. Si en algo tiene experiencia el expívot gallego es en ganar la posición bajo canasta y pelear por el balón allí donde a veces es necesario abrirse paso a codazos. Miras promete un gobierno que actuará desde la moderación y la centralidad, lo que suena bien pero está por comprobar. No es descartable que se produzcan serias tiranteces entre ambos partidos en el día a día, para empezar por la inexperiencia y bisoñez de quienes van a gobernar por primera vez. Sobre todo en la Asamblea Regional, donde Vox ya ha anunciado que llevará de forma inminente varias iniciativas que fueron asumidas por el PP en el pacto programático, pero que ahora deberán perfilarse en una negociación. El contexto político y económico no lo va a poner fácil, con un gobierno nacional en funciones y una investidura tan incierta que podría desembocar en nuevas elecciones. La vuelta a la disciplina presupuestaria que prepara Bruselas y los primeros signos de debilidad en el mercado laboral traen vientos de inestabilidad que ya se sienten aquí.
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