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Durante años viví en un municipio a 38 kilómetros de Madrid que carecía de servicio de cercanías y sin embargo veía pasar al AVE hacia Valladolid. Era paradójico, pero no quedaba más remedio que asumirlo porque la población empadronada no llegaba a 9.000 habitantes, lejos del mínimo fijado por Renfe para ofrecer un servicio que en la Comunidad de Madrid marca la diferencia en materia de movilidad. Si hay algo que funciona bien, gobierne quien gobierne la Comunidad y la capital, son la red de cercanías y el Metro que le dan a Madrid esa prestanza de metrópoli moderna.
A la Región le sucede lo contrario. Es su transporte público lo que proyecta su imagen de atraso, de territorio en perpetuo desarrollo, de comunidad a medio hacer. Pensaba en ello mientras el pasado domingo iba a San Javier en coche, como miles de murcianos, para disfrutar del espectacular festival aéreo que congregó a una multitud en el Mar Menor. Que no haya cercanías entre la séptima ciudad más poblada del país y San Javier, donde viven más de 35.000 personas, testimonia que hay Españas a distintas velocidades. La imagen de miles de coches dirigiéndose a un evento de estas características, porque no hay otra opción que el bus, es tan arcaica como reveladora de nuestro estatus. Ni siquiera entre Murcia y Cartagena, que suman más de 680.000 habitantes, hay un verdadero servicio ferroviario de cercanías. Ambas ciudades están conectadas por trenes de media distancia que enlazan con los AVE Murcia-Madrid y paran en El Carmen en sus rutas a Barcelona y Valencia. Como bien han denunciado los alcaldes de Murcia y Cartagena, el servicio ferroviario actual es precario, con un número insuficiente de viajes, un horario que no se ajusta a las necesidades de los usuarios y un material rodante envejecido y con averías frecuentes. Tiene toda la razón la rectora de la UPCT, Beatriz Miguel, cuando reclama horarios adaptados a las necesidades de los estudiantes pues ese es uno de los mayores lastres para esa universidad. No me extraña la preocupación en la ciudad portuaria y turística que, además de ese deficiente servicio, tiene pendiente la llegada del AVE, así como la conexión con la ZAL y la terminal de contenedores del puerto. En pocas semanas, asociaciones culturales y vecinales de Cartagena llevan recogidas más de dos mil firmas para reclamar al Ministerio de Transportes mejoras ferroviarias, incluido el reestablecimiento urgente de la línea con Madrid por Cieza y Hellín, que debía estar reabierta en 2024.
Nuestro atraso ferroviario no es ninguna novedad. Ha sido denunciado durante décadas por distintos colectivos ciudadanos, sindicales y empresariales, recogiendo el sentir de los habitantes de la Región. Atrás han quedado muchos años con las vías partiendo Murcia, bajo tierra ya por la lucha de la Plataforma ProSoterramiento. Pero seguimos con una decepcionante conexión en AVE a Madrid debido a ese largo rodeo por Alicante que nos legó Valcárcel, agravado por un deficiente servicio en frecuencias y horarios, y sin fechas claras tanto para la llegada del AVE a Cartagena y Lorca como para la irrenunciable conexión por el corredor central a Madrid.
Si malas han sido las conexiones con el exterior, peor es la vertebración ferroviaría de la Comunidad porque los servicios de Cercanías han sido una preocupación secundaria para los distintos Gobiernos regionales del PP, centrados sobre todo en la alta velocidad con Madrid. En la herencia positiva de Valcárcel están varias autovías, si bien las hay inconclusas 'ad eternum', como la del Bancal. o sin arrancar, como la de Caravaca-Lorca. De hecho, son ya catorce años sin un kilómetro de autovía autonómica construida. Aún así, la situación del tren en la Región es peor. Baste apuntar que por las obras del AVE, hoy solo es posible llegar en tren dentro de la Región a Beniel, Murcia, Cartagena, Torre Pacheco y Balsicas. No hay más. O coche o bus. Y va para largo.
Me pregunto, también, cuál habrá sido la percepción de los llegados de lejos al festival Warm Up cuando al abandonar el recinto murciano veían solo taxis. La movilidad en el área metropolitana de Murcia es un desafío que no acaba de encararse. Seguimos con una única línea de un tranvía que pide a gritos ser ampliada al barrio del Carmen, la Arrixaca y Molina de Segura. Es un asunto que interpela también al Gobierno regional, pero en materia de movilidad en el área metropolitana de Murcia se pone de perfil o amaga con implicarse encargando estudios en realidad ya disponibles. Pese al subidón fiscal a los ciudadanos del equipo de gobierno municipal, se insiste en que un agujero de 90 millones limita las inversiones. Otro año más pues sin avanzar. Nuestra movilidad urbana e interurbana debería implicar a las tres administraciones, pero quien debería asumir el liderazgo no se deja ver en este asunto.
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