Desde antiguo se ha discutido sobre la utilidad e inutilidad de acciones, hechos y cosas según para quién, porque me pregunto yo, al igual que ... supongo que ustedes, qué hace un pescador con una escopeta o un cazador con una red. Nuccio Ordine, calabrés, profesor universitario y reciente Príncipe de Asturias, es autor del interesante libro 'La utilidad de lo inútil', en el que con gran maestría apuesta por la utilidad de los saberes humanísticos considerados inútiles contra la utilidad de los saberes comerciales: «Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, solo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida». Recuerdo, con un punto de nostalgia y otro de arrepentimiento, cómo cursando el Bachillerato repudiábamos el estudio del latín por inútil o cómo durante mi carrera de Económicas no entendíamos por qué se nos obligaba a estudiar filosofía, por cierto la asignatura más hueso de primer año.

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Con las elecciones municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina, me consta que hay electores que, debidamente aleccionados, están decididos a meter en la urna un, para ellos, voto útil. Dice nuestro diccionario que el voto útil es aquel que se emite a favor de una opción que, aun no siendo la preferida, tiene mayores posibilidades de derrotar a otra cuyo triunfo no se desea. Pico della Mirandola, en su sublime 'Oratio', nos dice que la esencia de la dignidad humana es el libre albedrío, la facultad de elegir en libertad con criterio propio que distingue al hombre del resto de seres vivos. Votar útil es acudir ya derrotado a las urnas porque hablamos de renuncias que afectan a la dignidad y a la libertad.

Desde la Transición, que dio inicio a la democracia que hoy disfrutamos, y para dar representación a las pequeñas circunscripciones provinciales, la Ley Electoral favoreció a los dos partidos mayoritarios; por eso, desde un principio PP y PSOE se dieron maña en lanzar el mantra del voto útil no solo para obtener buenos resultados, cuanto para eliminar a los partidos de la competencia. Siendo el voto útil efectivo en parte en las provincias menos pobladas, no lo es en el resto y, en cualquier caso, es un atentado al libre albedrío, a la capacidad de tomar la decisión de votar al partido que mejor representa los ideales y los intereses de cada cual.

La Región de Murcia elige cuarenta y cinco diputados autonómicos en una sola circunscripción que es la Comunidad. PSOE y PP se perfilan como los dos partidos con posibilidad de ser los más votados, seguidos por Vox y Podemos-IU. Desde la dirección regional del PSOE apenas se oyen voces de llamada al voto útil, saben que los posibles votantes de ultraizquierda harían caso omiso a esa petición. En cambio, los voceros del PP no paran de hacer permanentes y encendidas peticiones a los posibles votantes de Vox y Ciudadanos para que cambien el criterio y le den su apoyo y así, con ese respaldo, poder derrotar a las izquierdas totalitarias alzándose con una mayoría absoluta que le permita gobernar sin ataduras.

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Las mayorías absolutas, siendo buenas para el gobernante, que así puede hacer de su capa un sayo, no lo son tanto para el gobernado por cuanto favorecen el absolutismo, el amiguismo y la corrupción; en cambio, los pactos garantizan el control del poder, rebajan los máximos programáticos de los socios, propician el buen gobierno y, sabiendo que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, moderan el afán absolutista del gobernante.

Esta es mi proclama en la que creo y la que sostengo: cada cual debe votar, sin regomello alguno, a aquel partido que más se identifique con sus ideales, que mejores candidatos presente, el que deba ser premiado por su gestión anterior o por su programa esperanzador. Hagamos oídos sordos a esos interesados cantos de sirena que nos hablan del voto útil, para mí absolutamente inútil, en tanto en cuanto atenta contra el libre albedrío y solo busca la concentración del poder, antesala de la corrupción y el abuso. Bienvenidos los pactos de gobierno entre partidos demócratas y constitucionales y convirtamos, al votar en libertad, lo inútil de las mayorías absolutas en útil entendimiento para beneficio de todos.

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