Entre 1902 y 1905, Don Ramón María del Valle-Inclán nos regaló 'Sonatas', su tretalogía protagonizada por el Marqués de Bradomín, una especie de Don ... Juan con espíritu de cruzado al parecer inspirado en Carlos Calderón y Vasco, militar español brigadier durante la tercera guerra carlista.
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Bradomín se refería a sí mismo con los calificativos de feo, católico y sentimental. El primero dejémoslo como atributo humano y apliquemos a nuestra querida Europa los otros dos. La Cruz, símbolo máximo del cristianismo, es la raíz de nuestra cultura, de nuestros principios, de nuestro origen, mientras el sentimiento inspira la nobleza, la tolerancia, la gallardía y el amor por la libertad. De un tiempo a esta parte estos valores se están perdiendo a pasos agigantados y así, gobernados por unos mercaderes sin escrúpulos que parecen sólo pensar en su beneficio, su estatus, el mantenimiento de sus desmesurados privilegios, están llevando a la vieja, cristiana y sentimental Europa a un nivel de decadencia que, de seguir en ese declive, podría depararnos daños irreversibles.
Estados Unidos, Rusia y China se disputan la hegemonía mundial. Europa, indolente, desnortada, infectada por el virus antimilitarista, despreciando los avances tecnológicos, atentando contra las libertades individuales, obsesionada con la nefasta agenda 2030, inventando cordones sanitarios, sin política alguna sobre la inmigración ilegal, está perdiendo prestigio, poder y sitio en el orden mundial. Cada vez pintamos menos. No debemos consentir que nos jubilen, que nos manden al cuarto de los trastos viejos, demos fin a los remilgos, va siendo hora de cambiar el rumbo, nuestro aliado natural y necesario son los Estados Unidos de América cuyo presidente recién elegido es un tal Trump, nos guste más o nos guste menos. Cierto que como persona deja mucho que desear, sus modos, maneras y expresiones son en parte rechazables, pero es el que manda y hay que echar mano de todos los resortes diplomáticos para, sin perder la dignidad, conseguir una fructífera alianza.
Trump no rechaza a Europa, la quiere como aliada, pero teme a China y no quiere que Rusia se hermane con el país asiático. Además, está hasta el gorro de que su país destine miles de millones de dólares para defender Europa, mientras los europeos, enamorados de ese falso progresismo pacifista, antimilitarista y antiamericano, racaneen con los presupuestos de defensa para seguir gastando en otros menesteres tan 'progres' como inútiles.
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El discurso en Múnich del vicepresidente americano Vance fue claro y conciso: puso las cosas en su sitio con rotundidad, sin aspavientos, y, como en la fábula del rey desnudo, dejó a Europa atónita, desconcertada, sin un mal terno con que cubrir sus vergüenzas. A Trump, en cambio, se le fue la olla con su sorpresivo e incalificable apoyo a Putin, su descalificación al presidente de Ucrania, y el mal reparto de culpas de esa cruel guerra provocada por la intolerable invasión de un déspota dictador e imperialista.
Estados Unidos necesita abortar un pacto Rusia-China que sería letal para los intereses de todos nosotros y eso explica en parte la actuación del presidente Trump. España tiene que aumentar su presupuesto en defensa sin echar mano a la socorrida subida de impuestos, por lo que habrá que buscar otras partidas donde ahorrar mal que le pese a los gobernantes comunistas y demás socios.
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Zapatero empezó con la matraca antiamericana despreciando con zafiedad el más querido símbolo de los americanos: su bandera. Sánchez ha permitido que sus ministros comunistas ataquen a Norteamérica una y otra vez y no se ha cortado un pelo en poner a Trump como no digan dueñas, incluso interviniendo en su contra durante la campaña electoral, mientras Feijóo, siguiendo su proverbial tónica, permanece de perfil, tanto que ya casi no se le ve. El único que podría servir de interlocutor y embajador es Abascal por su buena y demostrada sintonía con el presidente norteamericano, pero, ¡qué cosas digo!, antes muertos que salvados por la ultraderecha que, como nos repiten una y otra vez, son mucho menos de fiar que los comunistas, independentistas y filoetarras que nos gobiernan. Así nos va.
El 24 de junio de 1981, SM Don Juan Carlos I tuvo a bien conceder el título de Marqués de Bradomín a Carlos Luis Baltasar del Valle-Inclán en memoria de su padre y la divisa que campea en su marquesal escudo dice: «Tengo lo que di». Hagámosla nuestra en el caso que nos ocupa.
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