Desde el Año del Señor de 1621 hasta su muerte en1665 reinó en España, y también en Portugal, Felipe IV, conocido como el Rey Pasmado ... o el Rey Planeta, aunque de lo primero nada y de lo segundo, menos porque jamás salió de su reino. Sí tuvo un montón de hijos, unos legítimos y otros, los más, bastardos, además de muy mala mano para conservar territorios y sofocar las grandes revueltas de Cataluña y Portugal. Tras deponer, encarcelar y desposeer de todas sus inmensas posesiones al valido de su padre, el duque de Lerma, confió la administración del reino a don Gaspar de Guzmán y Pimentel, conocido como el conde duque de Olivares, que no quiso seguir la forma de gobernar de Felipe II, el abuelo del rey, hábil en diseñar una rígida y poderosa organización administrativa con la que dirigir sus tierras en las que no se ponía el sol.

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En aquellos tiempos, la picaresca era el signo característico de los españoles, la corrupción se extendía, los impuestos asfixiaban a las clases medias y bajas, la pobreza alcanzaba cada vez a más gente, el oro que venía de las Américas se perdía para mantener por las armas el imperio en Europa y en ultramar, no se fomentaba ni el comercio ni la industria y solo se vivía del subsidio, el trapicheo y el timo.

Con ese sombrío panorama, tan de actualidad, no es de extrañar que este monarca fanático del orden, devoto del sexo y a la par constantemente arrepentido de su lujuria –no hay sino repasar su correspondencia con sor María de Ágreda–, rodeado de personajes ambiciosos de poder y dinero no fuera ni querido ni respetado, a pesar de su exquisita cultura y su mecenazgo de artistas como Velázquez. Con los remoquetes de Pasmado y Planeta a su espalda concluyó su largo reinado por culpa de una grave disentería que le hizo soportar terribles dolores.

Que se anden con ojo los que dan por muerto al gato don Sánchez por si no fuera esta su séptima vida

Cuentan que una mañana al ir a tomar su real desayuno encontró debajo de la servilleta un curioso manuscrito titulado 'Memorial a S.M. el Rey Don Felipe IV' con la firma de Francisco Quevedo, el más ilustre poeta español de todos los siglos, y en el que es tal el ingenio desplegado para criticar la política llevada a cabo por el todopoderoso valido el conde duque de Olivares, que animo a mis lectores a disfrutar de su lectura mientras me permito, a modo de aperitivo, copiar alguno de los versos dodecasílabos que más han llamado mi atención:

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«Católica sacra y real Majestad / Que Dios en la tierra hizo deidad. Diré lo que es justo y le pido al cielo / que así me suceda cual fuere mi celo. La arroba menguada de zupia y de hez / paga nueve reales y el aceite diez. Hoy viven los peces o mueren de risa / que no hay quien los pesque por la grande sisa. A cien reyes juntos nunca ha tributado / España las sumas que a vuestro reinado. Un ministro en paz se come de gajes / más que en guerra puedan gastar diez linajes. Y el pueblo doliente llega a recelar / No le echen gabelas sobre el respirar. Perpetuos se venden oficios, gobiernos / que es dar a los pueblos verdugos eternos. Del mérito propio sale el resplandor / y no de la tinta del adulador. La fama, ella misma si es digna se canta / No busca en ayuda algaraza tanta. Contra lo que vemos quieren proponernos / Que son paraísos los mismos infiernos».

Y así termina: «Si en algo he excedido merezca perdones / A dolor tan de alma no afecta razones». El más grande poeta, el de mejor ingenio, pagó su hiriente crítica con el desterramiento a la Torre de Juan Abad.

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Dejen volar su imaginación y cambien la España del XVII por la actual y al denostado valido por alguien tan cercano como mandón y tirano. Se encontrarán con que Quevedo, revivido, hace certera crítica de nuestra querida España gobernada por el valido don Sánchez, el Rey Planeta, quien, tras volar a Santo Domingo y China, recorrerá a bordo de su Falcon media Europa, donde en breve será coronado como rey, planetario a tope, pero de pasmado, nada. Feijóo lo sabe y no reacciona, o sí, vaya usted a saber lo que piensa el gallego. Que se anden con ojo los que dan por muerto al gato don Sánchez por si no fuera esta su séptima vida.

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