Uno de los temas más estudiados en la Ciencia Política gira en torno a las características de los regímenes autoritarios. Pueden ser definidos a partir ... de un significativo número de variables. Sin duda, uno de los más relevantes es que los autoritarismos defienden que solo hay una forma de entender el ejercicio del poder, la vida, y no solo política, al individuo y a la relación con los demás. Sea, como decía el premio Príncipe de Asturias, Juan Linz, mediante la generación de una ideología o de una mentalidad, los autoritarismos solo aceptan como válida su propia cosmovisión. Esto implica que uno de los adjetivos que mejor los definen es la palabra intolerancia, la negación de la diversidad en todas sus posibles manifestaciones. La democracia vendría, en oposición, a representar la aceptación absoluta de todas las formas existentes de estar, de concebirnos, en el mundo, individual y colectivamente.
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Algunos de los autores clásicos, que se estudian en la Ciencia Política, orientaron sus trabajos a intentar establecer cuáles podrían ser los elementos básicos sobre los que construir la convivencia entre los que son diversos, tanto de esencia como de pensamiento. Una de las aportaciones se construyó sobre la idea desarrollada por el politólogo alemán Sternberger y difundida por otro Príncipe de Asturias, Jürgen Habermas. Hablaban del «patriotismo constitucional» como un concepto con pretensiones universalistas a partir del cual podíamos elaborar, y mantener, los lazos con nuestros iguales. Los derechos humanos, la libertad, la igualdad serían la base sobre la que elaborar nuestro sentimiento de pertenencia a una comunidad, a un país. Los lazos con los demás no estarían construidos sobre la idea de que teníamos cosas en común tal como la raza, la lengua, la religión, el sexo, la edad, la ideología, ad aetérnum. Lo único que teníamos que compartíamos con los demás es la asunción de que ninguna idea es mejor que otra. La clave para asegurar la convivencia y buscar el bien común es la aceptación rotunda y absoluta de los demás.
En uno de sus ensayos más populares, Isaiah Berlin divide a los individuos entre erizos y zorros. Los primeros son los que su compresión del mundo se realiza únicamente a través de una sola idea. Los zorros, por el contrario, lo perciben a través de una gama amplia de creencias y, por tanto, el mundo no puede ser reducido a una única idea. El autor aplicó esta dicotomía al análisis de distintos personajes, desde literatos hasta políticos. También podría ser aplicado a los tipos de comunidades políticas y, sobre todo, a las personas que las integran. Los erizos tienden a evaluar, entender y comprender a través de esquemas de análisis más lineales. Sus ideas son pocas, pero arraigadas. Tienen dificultades para aceptar como válidas las razones de los demás. Los zorros tienden a dudar, a la confusión. No como resultado de la falta de análisis ni de rigor. Muchas son las ideas que, para ellos, tienen potencial de explicar el mundo. Tienden a aceptar con mayor facilidad los motivos de los demás.
Recientemente, el Cemop ha publicado una encuesta nacional sobre polarización con una conclusión contundente: la animadversión entre simpatizantes de distintos partidos en España se ha incrementado hasta dibujar un escenario cercano a la intolerancia. Es un fenómeno que afecta a un gran número de países occidentales, aunque eso no es excusa. Cada vez hay más rechazo a los que no piensan, no sienten, no son como nosotros. El patriotismo constitucional con su énfasis en el mínimo común denominador está olvidado. Lo más habitual es que los individuos se identifiquen con modelos identitarios irracionales, ya sean religiosos, culturales, nacionalistas, o de otro planeta. La convivencia pacífica de las distintas opciones vitales a veces parece un objetivo bastante logrado. Pero la realidad se empeña en mostrar que es un anhelo más lejano. Somos cada vez más erizos. La aceptación de la diferencia parece una entelequia. En la Ciencia Política intentamos saber las causas. Son factores como la crisis económica, la pérdida de referencias, la pandemia, las insatisfacciones personales, las frustraciones individuales o colectivas las que nos empujan a estos escenarios de intolerancia. Y aunque muchos dicen que hemos aprendido durante la pandemia, lo cierto es que los datos señalan que estamos más polarizados, más alejados de nuestros semejantes.
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