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Al pico norte de la geografía de la Región de Murcia se llega por la carretera que lleva de Yecla a Almansa. Tras una recta de más de diez kilómetros desde la antigua huerta de la ciudad del Altiplano, en la que el campo muda de parcelas de olivos, almendros y vides (y ahora también pistachos) para transformarse en extensas fincas de cereales, el paisaje agrario se rompe finalmente para dejar espacio al bosque. Dos kilómetros más adelante, al inicio de la única curva del trayecto, el viejo trazado cruza un puente de más de cien años que salva la rambla de Tobarrillas. Este es el territorio de la mayor olmeda de la Región; del gallipato ('Pleurodeles waltl'), un tritón de hasta 30 centímetros de longitud (el mayor anfibio urodelo de Europa), que hasta que en 2016 se descubrieron algunos ejemplares en Sierra Espuña se creía que solo existía aquí en toda la Comunidad, y también de los hongos, de los que hay casi medio centenar de especies, lo que lo convierte en uno de los principales espacios micológicos murcianos. Son solo tres de los muchos tesoros que guarda en sus entrañas un lecho singular de algo más de 3,3 kilómetros de longitud y unos 30 metros de anchura media.
«Sin duda lo más reseñable de la rambla de Tobarrillas es la presencia de agua en superficie», detalla el naturalista Francisco José Carpena Chinchilla, que lleva décadas estudiando el enclave junto al técnico de medio ambiente Antonio Ortuño Madrona. El líquido elemento, continúa, crea aquí «las condiciones idóneas para el bosque de galería de olmos ('Ulmus minor') y un intrincado sotobosque de rosales ('Rosa canina', 'R. agrestis'), madreselvas etruscas ('Lonicera etrusca'), junqueras ('Scirpus holoschoenus', 'Juncus acutus', 'J. inflexus') y toda una pléyade de especies animales asociadas y exclusivas de estos hábitats como el topillo de cabrera ('Microtus cabrerae') y la rata de agua ('Arvicola sapidus')».
En el paisaje de la rambla de Tobarrillas, que evoca bosques más septentrionales, se cuentan hasta ocho especies de anfibios. Y las antiguas galerías de captación de agua, construidas por la mano humana, han dado lugar a colonias de hasta 13 especies de murciélagos, con una población en conjunto que en la década de 1990 llegó al menos a los 600 individuos. Era un momento de esplendor. En esa misma etapa su famosa olmeda se mostraba con ostentación (unos 3.500 ejemplares), antes de que el embate de la plaga de grafiosis, dos incendios forestales y la construcción de la nueva carretera Yecla-Almansa acabaran con ella.
La Confederación Hidrográfica del Segura, titular del cauce, se ha propuesto revertir la pérdida, por lo que en 2014 inició la repoblación con ejemplares de una variedad de 'Ulmus minor' resistente a la grafiosis. Del millar de individuos plantados, en 2019 se verificó una supervivencia de entorno al 50%, tras al menos dos arrolladas importantes en la rambla. «Es un dato muy esperanzador», explica Carpena Chinchilla antes de aclarar que el proyecto «debería tener continuidad en el tiempo para introducir más ejemplares de esta cepa resistente a la enfermedad y consolidar el bosque de galería».
Otra actuación que el naturalista reclama para la rambla de Tobarrillas es su reconocimiento como Lugar de Interés Comunitario, que debería tener «tan solo por las especies y poblaciones de murciélagos que hay en ella», concreta. Ante todo, añade, este espacio tendría que ser dotado «de un plan efectivo y amplio de conservación y uso, que sea garantía de futuro para la biodiversidad y el patrimonio cultural que guarda».
En la actualidad, se conoce que la rambla, junto a los montes del mismo nombre que la acogen, alberga al menos 366 taxones de flora de 75 familias distintas; 32 especies de moluscos; más de medio centenar de especies de mariposas diurnas de cinco familias; otras 23 especies de odonatos (libélulas) de seis familias; y, entre los mamíferos, junto a los señalados murciélagos, media docena de carnívoros, tres insectívoros, cinco artiodáctilos, diez roedores y dos lagomorfos.
Más allá de sus valores naturales, «además de un importante patrimonio de restos arqueológicos y de infraestructuras», incluidas antiguas casas cueva, la rambla de Tobarrillas también alberga vestigios fósiles de distintos periodos geológicos.
De momento, lamenta Carpena Chinchilla, pese a esa «elevada biodiversidad y el patrimonio cultural que alberga, no tiene ninguna figura de protección».
Más o menos un lustro antes de que la grafiosis diera cuenta de la olmeda de Tobarrillas, en 1987, Carpena Chinchilla y Ortuño Madrona se dieron un plazo de tres años, «cuatro como mucho», para desentrañar concienzudamente los principales valores de la rambla que los acogía. «Rápidamente, la perspectiva inicial se vio desbordada por la variedad de posibilidades de este espacio», recuerda Carpena. Más allá de «la multiplicidad de variables ambientales a estudiar» que iban descubriendo al comenzar su proyecto, el experto se refiere en particular al «mundo nuevo que se abría a los investigadores al descubrir la larga relación de la especie humana con este espacio geográfico, que se alargaba en la noche de los tiempos». Aquí hay vestigios desde al menos el Paleolítico Medio.
«Entendimos que era imposible explicar este enclave natural sin conocer y determinar sus grandes interacciones con el ser humano», apunta el naturalista, y pone como ejemplo las antiguas estructuras subterráneas de captación de aguas, «convertidas en refugio de centenares de quirópteros y algunos anfibios».
Ahora, 35 años después del arranque de la iniciativa, Carpena y Ortuño todavía siguen en una labor que hace doce meses les llevó a publicar una guía de 136 páginas sobre la rambla de Tobarrillas, editada por el Centro de Estudios Locales de Yecla y el norte de Murcia, la empresa pública Tragsa y la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS).
Carpena relata cómo cuando decidieron ampliar el enfoque del trabajo, para incluir principalmente la huella humana, optaron por alargar «'sine die' el plazo que nos marcamos para realizarlo». En 1989, además, consiguieron que el proyecto fuese premiado en el Certamen Nacional de Jóvenes Investigadores, en la categoría para estudiantes de entre 19 y 23 años, lo que se tradujo en la obtención de nuevos fondos, infraestructura y material científico y bibliográfico adicional para seguir adelante.
A partir de 2010, los naturalistas se emplearon en repetir la toma de datos para compararlos con los que recopilaron 20 años antes. Esos resultados se han publicado en buena parte en la citada guía editada en junio de 2021, hace justo un año, y también se han recogido en distintas revistas y congresos.
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