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Afortunadamente, a nadie se le ocurre ya instalar una boca de vertidos urbanos o de granjas acuícolas sobre una pradera de posidonia. La mala noticia es que esta fuente de vida de numerosas especies, algunas de interés comercial, y protectora de las playas contra la erosión, es mucho más sensible de lo que pensábamos a nuestras inmundicias. Aunque las entubemos y las expulsemos a cientos de metros mar adentro, la ingente cantidad de porquería que echamos al agua acaba haciendo mal a esta valiosa planta acuática propia del Mediterráneo. Un equipo de investigación del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) y la Universidad de Alicante ha demostrado que las distancias de seguridad aplicadas hasta ahora son insuficientes para garantizar la conservación de este hábitat marino.
En realidad, aunque diferentes directivas europeas prohíben vertidos en áreas marinas con presencia de posidonia, «sin embargo, no se estipula a qué distancia de sus praderas está permitido hacerlo», explican los responsables del estudio, entre los que se encuentran el investigador Juan Manuel Ruiz, del IEO-CSIC, y el catedrático de la Universidad de Alicante (UA) José Luis Sánchez Lizaso. Existe un consenso, generalmente aceptado entre científicos y gestores de aplicar una distancia de seguridad de 500 metros, añaden los expertos, que ahora han evidenciado que no es suficiente.
«Las distancias entre los vertidos y los hábitats vulnerables se han subestimado y deberían ser revisados si queremos garantizar su conservación», resume Ruiz. La propuesta que se extrae de este trabajo, realizado a partir de la evaluación del estado de la posidonia durante un año en cuatro puntos de la costa entre el sur de la provincia de Alicante y el norte de la Región de Murcia, se resume en respetar una distancia de, al menos, 2,5 kilómetros del punto de emisión.
De esos cuatro puntos, ubicados entre uno y doce kilómetros de bocas de vertidos urbanos y de granjas acuícolas, se extrajeron muestras de tejidos de las praderas «y se utilizaron marcadores moleculares con el fin de discernir qué nutrientes tienen su origen en la propia planta y cuáles son incorporados de los vertidos antrópicos». De esta manera han podido establecer una escala de distancias en la que las plantas se ven más o menos afectadas por los residuos.
El trabajo se publica este mismo mes de febrero en la revista internacional 'Plants', que se encuentra entre el 25% de las más citadas del mundo en su campo, y que además lo lleva en su portada. Se trata de una investigación contenida en una tesis doctoral que ahora se está finalizando, detalla Sánchez Lizaso. «En este artículo en concreto hemos participado siete investigadores del IEO y la UA», concreta. El estudio, plasmado en la revista con el título 'Una brecha crítica en la protección de las hierbas marinas: impacto de las descargas antropogénicas de nutrientes mar adentro en las praderas profundas de Posidonia oceanica', cuenta con financiación obtenida de una beca predoctoral de la UA y de los proyectos Posinet (red de seguimiento de las praderas de 'Posidonia oceanica' y del cambio climático en el litoral de la Región de Murcia) y Umbral del IEO.
El trabajo de campo del que derivan las conclusiones que ahora ven la luz se realizó en 2016. El investigador resume que en las cuatro localizaciones estudiadas se muestrearon los factores abióticos (luz materia, orgánica en los sedimentos); el contenido en nutrientes y metales de las plantas; la fotosíntesis y la respiración; las sustancias de reserva, y los descriptores estructurales de la pradera. «De esta manera se pudo caracterizar el estado de la pradera y su relación con los aportes de nutrientes de origen antrópico».
En síntesis, explica el profesor Sánchez Lizaso, la investigación nos advierte de que, si bien «con los años los vertidos se han ido desplazando a zonas más profundas más allá de los límites de las praderas» de posidonia, «sin embargo, hemos visto en nuestro estudio que esos vertidos más allá de los límites de las praderas generan una contaminación difusa que está afectando a las praderas profundas a más distancia de la que se pensaba».
A la luz de este descubrimiento, concluye el catedrático, «es necesario que se tomen medidas de forma urgente para parar esta degradación». De otra manera, precisa, «se van a perder muchas praderas de posidonia», unos hábitats a los que califica de «esenciales en el ecosistema mediterráneo ya que, entre otras funciones, oxigenan el agua y de ellas dependen gran variedad de organismos y especies bentónicas, muchas de ellas comerciales». Existen estudios que estiman que la pérdida de un metro lineal de estas praderas deriva en la desaparición de varios metros de playas, que acaban sucumbiendo a la erosión. Si queremos un mar rico y unas playas anchas, necesitamos posidonias lejos de nuestras porquerías.
En palabras del catedrático del departamento de Ciencias del Mar de la Universidad de Alicante José Luis Sánchez, «la posidonia proporciona numerosos servicios ecosistémicos». En concreto, «estructura el espacio y ofrece hábitat para muchas especies, algunas de ellas de interés comercial. Produce sedimentos y protege las playas de la erosión. Produce materia orgánica y oxígeno. Favorece la capacidad de depuración de las aguas costeras. Además es muy sensible a impactos por lo que es necesario protegerla».
La 'Posidonia oceanica' es una planta endémica del Mediterráneo. De hecho, es la más abundante y mayoritaria en la franja litoral, donde puede formar extensas praderas a partir de medio metro metros de profundidad y hasta un máximo de 40 metros. Los investigadores del nuevo estudio precisan que se trata de un organismo altamente sensible al deterioro medioambiental. La disminución de la transparencia del agua, la eutrofización (aporte en exceso de nutrientes inorgánicos procedentes de actividades humanas), la contaminación y la erosión le afectan notablemente, «por lo que su presencia en la costa es considerada como un indicador de la calidad de las aguas».
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