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La vieja dualidad campo-ciudad debería diluirse todo lo posible en aras a la protección del planeta, que solo es uno. Mientras el entorno urbano sigue ganando cada vez más espacio, se hace más evidente para los ambientalistas la paradoja de cuidar la riqueza de la naturaleza también en la ciudad. «Es algo urgente, porque la biodiversidad es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el planeta, junto al cambio climático, y estamos perdiéndola a raudales», advierte Rubén Vives, de la asociación conservacionista Ecologistas en Acción, colectivo que ha editado una guía práctica con 'Propuestas de medidas sencillas, pero efectivas, para potenciar la biodiversidad en pueblos y ciudades', como explica su subtítulo.
El documento, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto demográfico, apunta directamente a los ayuntamientos, a los que señala que tienen «importantes competencias que, bien ejecutadas, supondrían un gran paso en la conservación de la biodiversidad mundial».
El objetivo último de 'Convivir con la biodiversidad', como se titula el trabajo, ya no es tanto concienciar, sino directamente salir airosos de «la crisis ecológica global», que ya ha alcanzado unas cotas en la actualidad que hasta «amenazan la vida de todas las especies del planeta, incluida la humana».
«Nuestro comportamiento como seres vivos que conviven en este planeta finito no está a la altura de las circunstancias, pero ahora se ha convertido en una cuestión de pura supervivencia», alerta el texto. Así que no queda otra que ponerse manos a la obra, y lo más inmediato que tenemos para empezar es la ciudad, donde reside el 80% de la población del país, y va a más. Lamentablemente, la vía de crecimiento urbano que ha imperado hasta ahora se basa en ir «eliminando y expulsando la mayor parte de la vida silvestre», siguiendo «un modelo de ciudad altamente ineficiente y despilfarrador que no es sostenible».
Ante este panorama, la campaña Sin Biodiversidad No Hay vida, del Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción, encargada de este informe apoyado por el Ministerio, sugiere que ya «ha llegado el momento de que la naturaleza condicione el diseño y la gestión de pueblos y ciudades», lo que en última instancia debe repercutir «favoreciendo con ello la calidad de vida de vecinos y vecinas» en un actuación que ya está conformada como «un compromiso internacional». La Estrategia de la UE sobre biodiversidad, por ejemplo, aprobada por la Comisión Europea en 2020, recoge la necesidad de «reintegrar la naturaleza en nuestras vidas» y, más específicamente, en su apartado 2.2.8; habla directamente de «ecologizar las zonas urbanas y periurbanas».
El planteamiento europeo se dirige especialmente a las ciudades de 20.000 habitantes o más para que elaboren «ambiciosos planes de ecologización urbana que incluyan medidas para crear bosques urbanos, parques y jardines accesibles y ricos en biodiversidad; granjas urbanas; muros y cubiertas verdes; calles arboladas; praderas urbanas y setos urbanos». Al mismo tiempo, recoge el documento, las actuaciones «deben contribuir a mejorar las conexiones entre espacios verdes, eliminar el uso de plaguicidas y limitar el corte excesivo del césped en espacios verdes urbanos y otras prácticas perjudiciales para la biodiversidad».
Algunas pautas concretas que la Comisión Europea ha dejado fijadas como objetivo dentro de la Ley de Restauración de la Naturaleza incluyen el aumento de la población de polinizadores a partir de 2030; el mantenimiento de una cubierta mínima de árboles del 10% en todas las ciudades, de cualquier tamaño, y en los suburbios, y la eliminación de las barreras fluviales para que al menos 25.000 kilómetros de ríos pasen a ser de caudal libre al final de la década.
De manera aún más precisa, la OMS (Organización Mundial de la Salud) establece la necesidad de contar con una superficie de entre 10 y 15 metros cuadrados de zonas verdes por habitante y al menos un árbol por cada tres. Echando un vistazo a nuestro entorno es fácil deducir que hay trabajo por hacer. Para poder acometerlo, la guía 'Convivir con la biodiversidad' ofrece una serie de propuestas concretas y realizables dirigidas a facilitar la gestión municipal en esta línea: desde cómo cuidar los alcorques o como aprovechar las rotondas hasta disminuir los suelos pavimentados, reducir la contaminación lumínica o favorecer la presencia de aves protegiendo sus nidos e impidiendo que se estrellen contra las ventanas, por ejemplo.
«Tener vegetación en las ciudades con plantas autóctonas ya hace mucho», apunta Rubén Vives para señalar la cantidad de pequeñas medidas que es posible tomar para mejorar la biodiversidad en las ciudades. En el caso de la Región de Murcia, además, existe un elemento de gran interés en esta misión: las antiguas acequias «que se están conservando en muchos desarrollos urbanísticos», y que conforman «una fuente de biodiversidad fundamental». En esta comunidad autónoma, explica Vives, prácticamente todas las ciudades y pueblos contaban con alguna infraestructura de riego en su entorno que ahora resulta de interés para mantener esa riqueza natural que se demanda.
«Tener unas infraestructuras hidráulicas tradicionales, que recorren todo el valle del Segura, donde se sitúa Murcia, es importante y sirve para muchos objetivos, ya no solo para la biodiversidad, también para refrescar, tener árboles que no necesitan riego extra, mejorar el paisaje y conservar el patrimonio histórico», por ejemplo, expone el conservacionista, que además incide en la importancia de mantener unos buenos jardines públicos, en los que «se pueden hacer muchas cosas», como plantar especies autóctonas, favorecer las especies insectívoras, proteger polinizadores, etc. «Murcia no es ajena a la tendencia de vivir cada vez más en grandes ciudades; y estas no pueden ser solo bloques de hormigón, deben construirse con cabeza para que también sean verdes».
La pandemia de Covid-19 que nos ha tocado vivir, como también se señala en el informe, también «ha puesto de manifiesto hasta qué punto depende la especie humana de la conservación de la biodiversidad». Un ecosistema sano, añade la guía, actúa como escudo frente a cualquier amenaza para nuestra salud, sea patógeno, sequía, incendio, contaminación o la misma emergencia climática. Además, rodearnos de naturaleza, innegablemente, nos hace sentir a todos mejor. Y ya que no es fácil residir en un entorno natural, por nuestro modo de vida, al menos traigamos en lo posible la biodiversidad a las ciudades por el bien de todos.
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