Cultivo de cardo en un suelo degradado en el que el Grupo de Enzimología y Biorremediación de Suelos y Residuos Orgánicos del Cebas ha aplicado una enmienda orgánica para beneficiar el secuestro de carbono, entre otras mejoras. CEBAS-CSIC

¡Todo el carbono al suelo, esto es un secuestro!

La ciencia regional busca vías para luchar contra el cambio climático atrapando en sumideros un elemento químico esencial para la vida, pero peligroso si abunda en la atmósfera, como ocurre en nuestro mundo industrial

GINÉS S.FORTE

Martes, 23 de noviembre 2021, 22:48

La atmósfera que contiene el aire que respiramos se está llenando de dióxido de carbono (CO2), que es el mayor responsable del calentamiento global que ya está cambiando, a peor, el clima. La hiperindustrialización de nuestro mundo lleva dos siglos dejando escapar a marchas forzadas ... este gas incoloro que durante millones de años ha permanecido bajo nuestros pies, a buen recaudo, en enormes sumideros de carbono que hoy extraemos y quemamos en forma de combustibles. La ciencia trata ahora de recuperar la mayor cantidad posible «secuestrándolo», de acuerdo con el lenguaje de los investigadores, para devolverlo al suelo y mitigar así sus efectos dañinos.

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«Los bosques y la vegetación» son una «muy buena opción», en palabras del profesor Carlos García Izquierdo, del grupo de Enzimolgía y Biorremediación de Suelos y Residuos Orgánicos del Cebas-CSIC. La fotosíntesis es un importante mecanismo natural para captar el CO2 y devolverlo al suelo, a través de las raíces y los residuos que se generan en el caso de las plantas, y conseguir «una fijación de carbono necesaria para paliar el cambio climático». Esos depósitos que absorben y capturan el CO2 de la atmósfera es lo que conocemos como «sumideros de carbono», apunta el catedrático de Botánica de la Universidad de Murcia (UMU), José María Egea. Los principales sumideros naturales del carbono son los océanos y los bosques primarios, en los que la fotosíntesis protagoniza el proceso, seguidos de los suelos fértiles. El investigador del grupo de Conservación de Suelos y Agua del Cebas-CSIC, Gonzalo González Barberá, recuerda cómo «el monte que tenemos al sur de la ciudad de Murcia (El Valle y Carrascoy) compone un bosque creado hace algo más de 70 años, en cuyos troncos de pinos se ha ido acumulando carbono extraído de la atmósfera a lo largo de estas décadas». Ahora, ante el cambio climático, resulta «ineludible reducir la concentración de gases invernadero en la atmósfera» en un notable mayor grado. «Debemos emitir mucho menos CO2 y capturar cuanto más, mejor, para secuestrarlo en sumideros de larga duración», como los que durante millones de años han mantenido las bolsas de combustibles fósiles.

Una investigadora trabajando en un muestreo en campo sobre sumideros de CO2 en sedimentos. Cebas

No solo el suelo en sí, sino incluso determinadas áreas de sedimentos que se van depositando en él, son susceptibles de componer estos reservorios. Para conocerlos mejor, el Cebas-CSIC mantiene sendas líneas de investigación abiertas: una para el suelo y otra sobre los sedimentos. La geógrafa Carolina Boix Fayos, científica titular del citado grupo de Conservación de Suelos y Agua, aclara que esta última compone un trabajo particularmente novedoso, ya que los sedimentos siguen considerados «como una fuente de emisión a la atmósfera».

La Región cuenta sobre el papel con terrenos idóneos para secuestrar carbono orgánico

Y lo son, en parte, pero por otro lado también pueden acabar acumulados en llanuras fluviales o humedales, por ejemplo, y actuar como secuestradores de carbono. «Bien gestionados», añade la experta, se puede facilitar que estos sedimentos fijen el carbono a través de capas y capas, y además lo estabilicen al ser colonizados por la vegetación, por ejemplo.

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Como gran responsable del incremento de la liberación de gases de efecto invernadero, el ser humano tiene ahora la misión de recapturar carbono y devolver al ecosistema el equilibrio que su voraz progreso ha alterado. «Tenemos que procurar almacenar el mayor carbono posible, a través de una buena gestión de los suelos», sintetiza la científica. El carbono alojado en el terreno se pierde a través de la respiración (mineralización en este caso) de microorganismos y por procesos de alteración del suelo en los que, en su mayor parte, intervienen las personas. Cuando se labra una finca, se nivela un terreno o pasa maquinaria, por ejemplo, se rompe un equilibrio óptimo que permitía la fijación de un carbono que ahora se libera a la atmósfera. En este punto, avanza la investigadora, «la clave está en una comprensión de los procesos y una buena gestión de los suelos, tanto agrícolas, que son los más alterados, como naturales».

En busca de la neutralidad

«En teoría, la agricultura podría llegar a ser un instrumento para ayudar a fijar o secuestrar carbono en el suelo», explica en este punto el profesor García Izquierdo. Pero no es, en líneas generales, lo que está ocurriendo: al contrario, la actividad agraria es la principal responsable del 6% del carbono que se calcula que ya ha perdido el suelo por la actividad humana. En números gruesos, se estima que cada año se emiten 9.000 millones de toneladas de carbono al cielo, apunta González Barberá. Eso equivale al 4 por mil de todo el que se encuentra en el suelo. Si fuésemos capaces de secuestrar esa misma cantidad al año, se obtendría la ansiada neutralidad en carbono.

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La agricultura podría ser un instrumento para fijar CO2, pero sus prácticas intensivas no ayudan

Estas son las cuentas que hicieron en la Cumbre del Clima de París del año 2015, y que dieron lugar a la conocida 'Estrategia 4 x 1.000'. «Sabiendo que los suelos del mundo tienen un potencial para secuestrar 2,1 billones de toneladas de CO2, se propone que el carbono orgánico de los suelos se incremente», de modo que compense lo que se emite durante el mismo periodo, precisa García Izquierdo. La Región de Murcia trató de adelantarse a estas iniciativas lanzando en 2009 su plan 'Agricultura murciana como sumidero de CO2', en el que «numerosas empresas agrícolas adquirieron el compromiso y diseñaron estrategias para reducir sus emisiones», como apuntan desde la actual Consejería de Agricultura. Sin embargo, funcionar como verdaderos sumideros de CO2 exige mucho más. Y ello a pesar de que nuestros suelos semiáridos, con un largo historial de erosión, sobreexplotación y abandono, contienen menos de un 1% de carbono orgánico, lo que contrasta con el 1,5% que se precisa para «que sean fértiles y productivos», explica el investigador del grupo de Enzimología y Biorremediación de Suelos. Así tenemos que, al menos sobre el papel, contamos con terrenos «idóneos para aceptar una gran cantidad de carbono orgánico y poder así secuestrarlo».

Medición en laboratorio del CO2 en suelos mediante un detector de infrarrojos. Cebas-CSIC

En la práctica, para conseguirlo, se precisan prácticas de regeneración y mantenimiento de los suelos que incluyen fertilización con materiales orgánicos compostados, rotaciones de cultivos, uso de cubiertas vegetales y reducción al mínimo del laboreo, entre otras, según señala el catedrático José María Egea, promotor del Observatorio de Innovación Agroecológica frente al Cambio Climático, un proyecto iniciado en 2018 con financiación de la Comunidad Autónoma y Europa. El grueso de la agricultura murciana, en cambio, sigue en una dirección contraria (sobreexplotación, laboreo intensivo, baja cobertura vegetal, fertilización mineral, uso de herbicidas), que de facto contribuye a aumentar la liberación de CO2 a la atmósfera, «y ha disminuido considerablemente su potencial como sumidero de carbono».

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Conversión agraria profunda

Ante este panorama, resume González Barberá, «si modificamos las prácticas agrarias, para revertir esos procesos de pérdida o neutralizarlos, estamos contribuyendo a ese 4 por mil que necesitamos». De momento, la Consejería ha aprobado un «acuerdo voluntario para alcanzar la neutralidad climática en el ámbito empresarial», en virtud de una orden del 28 de junio pasado. «En este acuerdo voluntario, el sector agrícola regional tiene por supuesto cabida y podrá demostrar su compromiso y buenas prácticas para combatir el cambio climático», insisten las fuentes oficiales del departamento regional de Agricultura y Medio Ambiente consultadas. La realidad que dibujan los científicos sondeados parece más complicada de enfrentar que con medidas voluntarias en un sector agropecuario que, «según algunas estimaciones, representa aproximadamente el 30% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero», afirma Egea, presidente también de la Red de Agroecología y Ecodesarrollo de la Región de Murcia, una asociación sin ánimo de lucro constituida en 2005.

«Si queremos aprovechar el potencial de la agricultura como sumidero de carbono, se requiere una conversión profunda hacia modelos más racionales y sostenibles, basados en principios agroecológicos lo que permitiría, al mismo tiempo, reducir otros impactos ambientales negativos producidos por la agricultura, como la liberación de nitratos a las aguas superficiales y subterráneas», concluye el catedrático de la UMU, quien advierte igualmente de que ningún cambio «será posible si no va acompañado de un consumo responsable de alimentos y sin el apoyo de las instituciones científicas y políticas».

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Sumideros de CO2 en las probetas de la Región de Murcia

En la actualidad «existen muchos proyectos que tratan de aprovechar el suelo como instrumento para secuestrar carbono», como señala el investigador del Cebas Carlos García Izquierdo. El catedrático de botánica de la UMU José María Egea señala algunos de estos grupos en la Región, empezando por el del propio García Izquierdo, que lleva décadas trabajando en el compostaje de residuos orgánicos para producir fertilizantes orgánicos de calidad que mejoren el suelo. Otro proyecto es el financiado por Europa y coordinado por la UMU Life AmdryC4, que trata de valorizar la agricultura de secano por su capacidad, entre otras, para actuar como un sumidero de carbono. También ha contado con financiación europea el Life Climatree, ya finalizado, que entre sus cometidos tenía ayudar a desarrollar una herramienta para calcular el almacenamiento de carbono en cultivos leñosos. Desde el Cebas, además, se investiga la absorción de CO2 por los cultivos más representativos de la Región.

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