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Gallinas murcianas se alimentan bajo los olivos de la finca El Lazareto, en Abanilla.

Un «marjal de dioses» sostenible y ecológico

José Antonio Rocamora y su mujer han conseguido que su finca El Lazareto, en Abanilla, se haya convertido en la niña de sus ojos. Un herencia familiar que se empeñaron en no dejar abandonada. Y, conscientes de sus limitaciones -ambos trabajan-, buscaron «complicidades naturales» para poner en marcha un sistema de cultivo que no exigiera ni muchas inversiones ni mucha mano de obra. Y lo encontraron en variedades de frutales autóctonos que apenas precisan intervención. «No labramos, ni fumigamos, ni abonamos», constata Rocamora.

:: PEPA GARCÍA

Viernes, 17 de junio 2016, 10:04

Así, al inmenso palmeral -han llegado a tener 500 palmeras, ahora no llegan a las 400 a causa del picudo rojo- y al modesto olivar -que han ido ampliando hasta alcanzar cerca de tres centenares de árboles- han ido sumando «una colmena de abejas para favorecer la polinización natural»; un núcleo de gallina murciana -también raza autóctona y que estuvo a punto de extinguirse- que vive en el olivar y desparasita a los cerdos; una pequeña piara de chato murciano, que se revuelca en la charca del palmeral. Y una manada de mastines, que pastorea al variado ganado, entre el que cuentan con ocas, gansos y patos.

«Un marjal de dioses», lo define su propietario, en el que poco a poco han ido introduciendo más elementos que transforman sus condiciones adversas. «Usamos abono verde, alfalfa, que también sirve de alimento a los cerdos, y carrizo», va detallando José Antonio. También han mantenido dos de las charcas del antiguo carrizal para disfrute de patos, ocas, gansos y cerdos.

Todo ello ha favorecido la presencia de fauna auxiliar, que mantiene a raya las plagas en las dos hectáreas de terreno dedicadas al cultivo de «auténticas joyas» frutícolas y hortícolas; además ha traído bandadas de gorriones y golondrinas, así como alguna carraca: «enemigo natural del picudo. Me ha hecho mucha ilusión verla», cuenta José Antonio Rocamora, que ha incluido El Lazareto en la Red de Espacios para la Biodiversidad, la Diversidad Genética y el Paisaje de Acude.

El inmejorable aceite extraído de la cosecha del olivar, los sabrosos huevos que ponen sus gallinas y los melocotones, «pocos y no muy gordos, no dejan indiferentes a nadie», comenta emocionado Rocamora, que ha vuelto a recuperar «los sabores de la infancia y sus intensos olores», concluye.

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Un «marjal de dioses» sostenible y ecológico