Desde pequeño siempre pensé que me hubiese gustado vivir en una era prehistórica, con la ilusoria idea de poder ver el planeta Tierra sin transformar.
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Con el paso del tiempo, consideré que de esas épocas, la más adecuada para mis pretensiones era la posterior a la de cazador-recolector. Ya que esta última tenía algunos inconvenientes, se pasaba mucho frío y hambre, y al fin y al cabo tú mismo eras una posible presa, con lo cual tampoco te daba demasiado tiempo para poder observar con tranquilidad todo lo que te rodeaba.
La siguiente etapa, la de nómada, ya más experimentado cazador y recolector, dominando mejor el fuego, dotado de armas más precisas y de mayores conocimientos del entorno y de la naturaleza en sí misma, me pareció que era la mejor elección.
Hay que tener en cuenta que el nomadeo tiene, al menos, dos etapas: una más primitiva que lo que es en realidad es una persecución de presas, generalmente de herbívoros que tienen un tamaño apropiado para su caza y acopio de comida, así como el hecho de que se agrupen en rebaños.
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Durante esa etapa, el hombre va descubriendo las costumbres de sus presas, sus querencias, la forma de acorralarlos, así como cazarlos, incluso con la ayuda de otros animales salvajes, de donde nace la interacción con el lobo, que finaliza en la aparición del perro.
Estas técnicas se perfeccionan en el tiempo y se inicia un periodo de semidomesticación de algunas especies gregarias, por ejemplo: cabras, ovejas, caballos, vacas y renos en Europa. En otros continentes sucede lo mismo con camellos, bueyes, llamas u otros équidos como burros y mulas.
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Este eslabón intermedio entre nomadeo y sedentarismo aún hoy perdura, y es precisamente por medio de la trashumancia. En realidad las poblaciones o asentamientos humanos ya son permanentes, pero se sigue produciendo el traslado del ganado de unos lugares a otros para aprovechar los pastos durante las diferentes épocas del año. Está personalizado en la península ibérica desde los pastos de la meseta septentrional o agostadores en verano, al pasto estival a las dehesas extremeñas, andaluzas, murcianas o alicantinas, con yerbas invernales.
Estas áreas permanentes durante los tiempos dieron a su vez origen a una serie de vías de comunicación que los conectan entre sí. Este fue el motivo y el origen de las cañadas reales de 75 metros, y de sus variedades: cordeles, de 37,5 metros, y veredas, de 20 metros (con sus correspondientes aguaderos y descansaderos). Alcanzaron su máximo esplendor en la Edad Media las merindades, relacionadas con el origen de Castilla, cuyo nombre procede de una raza de oveja ibérica, la merina, que produce una excelente lana y que luego se expandió por todo el mundo incluyendo Australia y Norteamérica. Precisamente el día 9 de abril se celebró el día mundial de la lana, promovido por la European Wool Exchange, ya que la considera un modelo social ambiental más justo y sostenible y favorece varios de los objetivos de la ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y de la Agenda 2030.
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En el caso concreto de la Región de Murcia, lo mismo que en el resto de España, las vías pecuarias forman parte del dominio público, que entrelaza o sirve como corredor ecológico en este caso concreto entre 15 espacios naturales, contribuye a la explotación racional de dichos recursos y a la ordenación del territorio. Desafortunadamente, en gran parte se han perdido, invadido o apropiado ilegalmente, por lo que urge su reconstitución. Durante mucho tiempo atrás se han sucedido reivindicaciones. En este sentido, la más conocida es el paso del ganado junto a La Cibeles en Madrid.
La conectividad ecológica y la restauración de ecosistemas forma parte de las 'Autopistas salvajes', propuesta como una red estratégica de corredores ecológicos, elaborada por el propio Miteco (Ministerio para la Transición Ecológica), que a su vez estaría integrada en la Red Pan European Green Corridor Network (PEGNnet).
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Como decía un amigo, Doñana no debería ser un parque nacional, sino que toda Andalucía debería ser un parque natural interconectado. Tenemos la tendencia, errónea a mi juicio, de proteger incluso con regulaciones excesivas aquellos espacios naturales de mayor valor ecológico, mientras que en el resto se producen auténticos atentados ambientales y se abandona su biodiversidad, sus servicios ecosistémicos y sus recursos naturales a todo tipo de explotación y maltrato.
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