Uno de los búnkers de la Naciones Unidasen Líbano. Emad

La reclusión en los búnkeres de los 670 cascos azules españoles en Líbano

La misión de paz de la ONU al sur del país eleva al máximo su nivel de protección ante la guerra entre Israel y Hezbolá

Mateo Balín

Madrid

Domingo, 6 de octubre 2024, 10:02

Superada por la escalada bélica entre el Ejército de Israel y el partido-milicia chií Hezbolá al sur de Líbano, la misión de Naciones Unidas que supervisa desde 2006 el cese de hostilidades entre las partes se resguarda en sus búnkeres a la espera de ... acontecimientos. Los puestos de observación que dispone Unifil a lo largo de 120 kilómetros de la llamada 'Línea azul', la extensión que separa a ambos países y que se considera neutral, y las patrullas diarias de la operación están en suspenso por la lluvia de misiles israelíes contra las zonas urbanas bajo la influencia del 'Partido de Dios' y las primeras incursiones terrestres de sus blindados.

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Los 670 efectivos del contingente español de la Brigada Aragón I que forman parte de esta misión de paz, acuartelados en la base Miguel de Cervantes de Marjayún, a solo ocho kilómetros de la frontera israelí, integran una de las dos brigadas multinacionales que se despliegan al sur del país de los cedros. Forman parte de los 3.500 cascos azules del Sector Este, que trabajan bajo la dirección del general español Guillermo García del Barrio. Por encima se encuentra otro militar del Ejército de Tierra: el jefe de Unifil Aroldo Lázaro, que en febrero próximo cumplirá tres años en el cargo y que lidera a 10.000 cascos azules de 49 países, la mayor misión exterior en la actualidad.

«La implementación de la resolución 1701 de la ONU había permitido vivir en una relativa calma durante 18 años, el periodo más largo de paz en la época reciente. Pero con el conflicto de Gaza y la apertura de Hezbolá de un nuevo frente contra Israel en octubre pasado ha roto esta calma», explica el general García del Barrio a los medios de Defensa. El mando define la situación como una crisis de «intensidad considerable y con una volatilidad prolongada», que ha provocado solo esta semana más de 200.000 desplazados en el sur de Líbano en dirección a Siria, según cuantificó ayer la agencia ACNUR.

Testigos directos

Tanto en los puestos de observación de la 'Línea azul' como en las bases militares los uniformados han reforzado las medidas de seguridad y protección desde hace unas semanas. La escalada del conflicto llegó poco después del brutal ataque terrorista de Hamás en suelo israelí hace mañana un año, pero la situación se ha agravado en los últimos días y se ha activado el nivel máximo de seguridad. «Aunque los cascos azules no son objetivo de ninguna de las partes, sí son testigos directos del incremento de los incidentes con drones armados, la extensión del alcance de la artillería y los morteros o los bombardeos selectivos, lo cual representa una amenaza para todos los militares desplegados», admite el general García del Barrio.

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Tras días de duros bombarderos, algunos en la localidad misma de Marjayún donde se exhibe cartelería de mártires de Hezbolá y las banderas amarillas del partido-milicia chií libanés, los militares españoles pudieron salir el jueves de los búnkeres. Muchas horas sentados en dos filas, con el equipo puesto, la falta de espacio o la presión de estar en alerta generan un ambiente tenso, aunque los habitáculos tienen equipos con tecnología avanzada que les permite comunicarse y coordinar las operaciones sin salir al exterior. «Están realizando una labor de intermediación incluso desde los búnkeres», destaca la ministra de Defensa, Margarita Robles.

A pesar del estrés asociado con su entorno, los soldados se mantienen ocupados y motivados, según explica un oficial del Estado Mayor que prefiere mantener el anonimato. Realizan ejercicios físicos limitados dentro de los refugios y participan en actividades grupales para fortalecer su moral. Además, mantienen contacto regular con sus familias a través de videollamadas siempre que las condiciones lo permiten.

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Se desconoce el tiempo que durará esta escalada, la más grave desde la guerra abierta de 34 días en 2006 que llevó a desplegar a 10.000 cascos azules, aunque el panorama no parece halagüeño. La pregunta parece clara: ¿Es difícil mantener una misión de paz en un contexto de guerra? «Unifil representa hoy más que nunca el firme compromiso de la comunidad internacional de alcanzar una tregua o una paz duradera en la zona, contribuyendo a la vía diplomática y política», explica el jefe del Sector Este. Un argumento que también han defendido esta semana Robles o el ministro de Exteriores, José Manuel Albares.

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