
Las víctimas de ETA en la Región no olvidan
Diez años del fin de los atentados ·
Reclaman a la banda y su entorno «que pidan perdón» y ayuden a resolver los casos sin esclarecerCada vez que entra a un bar, el guardia civil retirado José Luis Alonso Gaona, natural de Abanilla y víctima del terrorismo de ETA, busca un lugar desde el que divisar al resto de clientes. Sigue haciéndolo diez años después de que la banda que le hizo volar por los aires a finales de los ochenta anunciara el cese definitivo de la violencia, después de cavar la tumba de 853 personas, 14 de ellas de la Región de Murcia. «Me sitúo al fondo, contra la pared. Es una de las secuelas psicológicas que me han quedado. He seguido en guardia siempre», explica. Aunque ya no siente el vértigo que hacía flojear las rodillas de los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad en los días en que los terroristas salpicaban con su sangre las aceras, no puede evitar seguir «alerta», y aún reacciona mal cuando un ruido más fuerte de lo normal llega al único oído útil que le dejó la detonación de una furgoneta-bomba que convirtió en fuego la calle Larraina de Pamplona el 16 de octubre de 1988. Ciento treinta kilos de amonal y 40 de metralla que barrieron la tanqueta en la que iba junto a seis compañeros.
Las secuelas de la violencia
Ausencias, terapia psicológica y rémoras físicas
«Salíamos de la prisión provincial, donde estábamos haciendo la vigilancia –rememora José Luis–. Habíamos acabado el servicio a las diez de la noche y vinieron a recogernos en un BMR –una tanqueta–. Cuando íbamos hacia el cuartel, pasamos junto al vehículo que habían dejado aparcado en doble fila. Pulsaron el botón y salimos volando». El conductor, Julio Gangoso Otero, falleció en el acto. Una tuerca que entró por la ventanilla le dio en el cráneo. El resto de los ocupantes quedaron heridos de gravedad. José Luis perdió tres muelas y sufrió el desplazamiento de la mandíbula y la fractura de un brazo. Tenía solo 24 años. «Tuve suerte –se atreve a decir–. Si llego a dar con la cabeza contra una arista de la pared de hierro del BMR, estaría muerto».
Luis Beñago, presidente de Amuvite
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- «Estábamos seguros de que volverían a matar. Habían hecho 30 treguas y siempre volvieron a atentar tras decretarlas».
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- «Las palabras que pronunció esta semana el señor Otegi, el hombre de paz –ironiza–, fueron una tomadura de pelo».
En una semana donde se han sucedido los actos por el fin de la actividad armada de ETA, los que sufrieron en primera persona las heridas y las pérdidas de aquella barbarie dicen sentirse «ninguneados». José Luis Alonso, Antonio Frutos, José Micol, Luis Beñago y Antonia García, víctimas de la banda terrorista en la Región, se reúnen en Murcia a petición de LA VERDAD con motivo de la efeméride junto al monumento que les rinde memoria. En estos diez años sin atentados, ni el pesar ni la indignación les han abandonado. Tampoco las secuelas, físicas y psicológicas.
José Luis Alonso, herido en Pamplona en 1988
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- «Lo que más nos duele es ver que hay condenados que no cumplen sus penas, pese a haberse cargado a 15 o 20 personas».
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- «Se están haciendo concesiones inauditas, como transferir al País Vasco las competencias penitenciarias».
«El dolor sigue muy presente», explica Luis Beñago, presidente de la Asociación Murciana de Víctimas del Terrorismo (Amuvite), que escapó al intento de atentado del 23 de junio de 1983, cuando la bomba que ETA había puesto en el techo del hospital militar de San Sebastián, habilitado como cuartel de la Policía Nacional, no detonó por un fallo en el mecanismo. La conmemoración de estos diez años tiene, para Beñago, dos vertientes, «una positiva, que es que realmente dejaron de asesinar; y otra negativa, que es que se sigue utilizando a las víctimas como moneda de cambio». Cuando llegó aquel anuncio, reconoce, estaba seguro de que los asesinatos regresarían: «Habían hecho 30 treguas y volvieron a matar siempre».
Muertes sin justicia
El dolor de un triple asesinato sin culpables 42 años después
«Las palabras que pronunció esta semana el señor Otegi, el hombre de paz –ironiza el presidente de Amuvite–, fueron una tomadura de pelo. No dijo absolutamente nada. Si realmente esta gente quisiera hacer algo por las víctimas, lo primero que deberían hacer sería pedir perdón, pero directa y claramente; y, luego, ayudar a aclarar los 379 casos de asesinatos que quedan sin resolver».
El terrorismo vasco acabó con la vida de 14 personas de la Región, una de ellas en Murcia, y dejó 64 heridos y dos amenazados
Uno de esos crímenes sin esclarecer, más de 42 años después, es el triple asesinato en San Sebastián de los murcianos Ginés Pujante García, Miguel Orenes Guillamón y Juan Bautista Peralta Montoya. Tres policías nacionales que fueron ametrallados el 7 de abril de 1979, al día siguiente de su llegada al País Vasco. Tres encapuchados que nunca han sido identificados los mataron cuando regresaban al cuartel vestidos de paisanos, después de cenar en un restaurante. Antonia García, viuda de Peralta, ni olvida ni perdona. «No podré hacerlo jamás», señala. «Nos alegra que ETA dejara de matar, pero nadie nos devuelve a nuestros muertos». Todavía arrastra el vacío que el terrorismo dejó en su vida. «Se me vino el mundo encima. Me dejaron con tres niños pequeños a los que no sabía cómo explicarles que, de la noche a la mañana, su padre no estuviera en casa», confiesa. Al dolor de un asesinato sin justicia se añadió entonces la falta de apoyo del Gobierno. «Todavía no había indemnizaciones ni ayudas a las víctimas. Lo pasé muy mal. Sin trabajo ni dinero para mis hijos», recuerda al borde de las lágrimas.
Antonio Frutos, herido en Zaragoza en 1987
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- «Al Gobierno, a este o a cualquiera, le pediría que no permita que ETA falsee la historia ni que se blanquee el terrorismo».
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- «Todavía hay miles de armas en zulos que no han entregado. Estoy convencido de que aun hoy podrían regresar».
Asesinos en la calle
Los 200 presos y el fin de la 'doctrina Parot'
«Cada vez que suceden cosas como las que estamos viendo estos días –apunta Beñago en referencia a las declaraciones de Arnaldo Otegi insinuando una negociación para sacar de la cárcel a los 200 presos de ETA–, la psicóloga de la asociación tiene trabajo extra, porque la gente vuelve a recaer».
La salida de etarras encarcelados tras el fin de la 'doctrina Parot' llevó a pensar en el suicidio a familiares de asesinados
Uno de los momentos más duros llegó después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumbara la 'doctrina Parot' en el año 2013, obligando a España a dejar en la calle a algunos de los condenados con penas más extensas. «Hubo gente, aquí en la Región, que estuvo a punto de suicidarse. No podían entender que hubieran matado a su marido o a su padre, y que quien lo había hecho, pese a tener 2.000 años de cárcel, no hubiera cumplido ni quince».
Contra las concesiones
«Es un intercambio de cromos, te doy esto por lo otro»
«Llevo mal estos días», se sincera Antonio Frutos, que salió junto a su mujer de los escombros de la casa cuartel de Zaragoza tras una explosión que mató a once personas; seis de ellas, menores. «Recuerdo entrar al patio, ver a la gente en lo que era tu comedor, o a tu compañero muerto con su hija. Eso lo llevas para toda la vida». Por eso no soporta ver manifestaciones a favor de los etarras u oír hablar de negociaciones. «Es un intercambio de cromos, te doy esto a cambio de lo otro». José Luis Alonso coincide: «Se están haciendo concesiones inauditas, como la de transferir al País Vasco las competencias penitenciarias».
José Micol, tiroteado en San Sebastián en 1983
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- «Todo son prebendas para esta gente y es como una puñalada. Hay que estar en nuestro pellejo para saber lo que se siente».
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- «Hay muchas familias, huérfanos y viudas que no saben quién mató a su ser querido. Eso es lo más importante por abordar».
«Todo son prebendas para esta gente y es como una puñalada. Hay que estar en nuestro pellejo para saber lo que se siente», afirma José Micol, policía nacional herido en el atentado del 25 de marzo de 1983 en Guipúzcoa, donde su cabo, Ramón Ezequiel Martínez, perdió la vida. «Hace ya 38 años y no he dejado de recordarlo un solo día», declara.
El atentado mortal de 1979 contra los murcianos Ginés Pujante, Miguel Orenes y Juan Bautista Peralta nunca fue resuelto
Junto a los 14 vecinos de la Región asesinados por ETA, el terror dejó otros 64 heridos y dos amenazados. Solo una de las muertes se produjo dentro de la Comunidad, la de Ángel García Rabadán en febrero de 1992. Mantener viva esa memoria es la lucha permanente de las víctimas.
Antonia García, viuda de Juan Bautista Peralta
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- «Me dejaron con tres niños a los que no sabía cómo explicarles que, de la noche a la mañana, su padre no estuviera en casa».
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- «Entiendo a los que perdonan, pero yo jamás olvidaré ni perdonaré a los que han sido capaces de asesinar a sangre fría».
Frutos solo pide una cosa al Gobierno, «a este o cualquiera –dice–: que no permita que ETA falsee la historia y que no se blanquee el terrorismo». Desconfía de la paz: «Hay miles de armas en zulos que no han entregado. Estoy convencido de que ETA podría, aun hoy, tener a sus comandos listos en cualquier momento. Lo que hace falta es que me equivoque».
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