N.C. y el repartidor de la empresa, reunidos en un local de Murcia.

El viaje de Lima a Molina de Segura de un paquete de cocaína sin dirección postal

Una investigación del Edoa y la Udaiff de la Guardia Civil desmantela en la Región una red dedicada al envío de droga desde Sudamérica a través de mensajería

Lunes, 19 de agosto 2024, 07:12

El paquete salió de la capital peruana de Lima; viajó hasta la ciudad estadounidense de Miami, y cruzó el Atlántico en avión hasta llegar al aeropuerto Miguel Hernández de Elche (Alicante). Allí, en el centro logístico de la empresa de paquetería, el escáner de rayos X detectó algo raro en el bulto. Los agentes de la Unidad de Análisis de Investigación Fiscal y de Fronteras (Udaiff) de Alicante recibieron a principios del pasado mes de julio el aviso de la firma advirtiendo de que tenían un paquete sospechoso de contener droga. Los guardias civiles llegaron al almacén de la compañía para analizarlo.

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Según ponía la información del contenido, se trataba de un 'Shoulder Strap Bag' (un bolso con correa para el hombro), pero el fardo llevaba algo más. La sorpresa estaba dentro de seis planchas adheridas a las paredes de la caja y contenían una sustancia en polvo blanco envasada al vacío.

El coca-test arrojó un tono azul cegador que indicaba que era cocaína, algo más de medio kilo de farlopa. Los agentes comprobaron la dirección postal del envío para poner en marcha un dispositivo de vigilancia en la entrega del bulto, pero el número del domicilio en la calle Salvador de Molina de Segura no existía. No era algo extraño para los expertos en la lucha contra el tráfico de drogas. La dirección se habría puesto mal intencionadamente, con el fin de que una vez acudiera el repartidor a hacer entrega del paquete y no encontrara la dirección, le obligaría a ponerse en contacto con la persona receptora, que le proporcionaría un nuevo punto de entrega. No dejaría rastro.

Paquete detectado con cocaína en su interior en el aeropuerto de Elche con destino a Molina de Segura.

Destino: Molina de Segura

Como receptora figuraba una tal María Antonia, de Jaén, y como titular del número de móvil de contacto, una mujer con domicilio en Barcelona. Identidades y datos simulados, que hacían pensar que en el propósito era ocultar al destinatario real.

La empresa de reparto aseguró que en días previos se puso en contacto con ellos una mujer, interesándose por el paquete. Los agentes de la Udaiff y del Equipo de Delincuencia Organizada Antidroga (Edoa) telefonearon el 8 de julio a ese número. Se hicieron pasar por un repartidor para acordar la entrega. Una voz femenina al otro lado del teléfono les dijo que iría a recogerlo a la dirección de Molina de Segura acordada en quince minutos, pero allí no acudió nadie.

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El paquete se quedó retenido en la central de la compañía en el aeropuerto ilicitano. En los días posteriores, hubo más llamadas a la empresa de mensajería. Esa mujer explicaba al jefe de reparto que el paquete era para una amiga, que debían enviarlo a la dirección convenida. El trabajador le contestó que si quería el paquete, debía acudir a Alicante a recogerlo, ya que no iba a salir a reparto. Los investigadores intervinieron varias líneas telefónicas y descubrieron que el destinatario real era un colombiano, N. C., residente en Alcantarilla.

Los agentes comprobaron el destino de los estupefacientes, pero el número del domicilio no existía en la calle indicada

La colaboración del repartidor

Habían registrado conversaciones en las que hablaba con otras personas a las que les explicaba cómo era el sistema de recepción del paquete que había ideado para no ser descubierto y otras llamadas con un repartidor de la empresa que llevaba la ruta donde debía ser entregado el paquete. Para evitar ser descubierto, N. C. contaba con la colaboración de un operario de la empresa de reparto, el español N. M., que también está siendo investigado en el caso.

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Para los agentes quedó patente su implicación por las conversaciones telefónicas en las que el colombiano preguntaba al empleado por el envío y este le decía que el paquete estaba retenido en Alicante, que llevaron el paquete a la dirección que indicaba, pero como no encontraron el domicilio, regresó a la base, en Elche.

En otra intervención telefónica N. C. explicaba a su compatriota, el tercer acusado, W. A., el procedimiento para la recepción del paquete de coca. El repartidor le habría facilitado las identidades, direcciones postales y teléfonos extraídos de la empresa con el fin de no ser identificado como destinatario de los envíos.

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Los agentes deducen que en esta supuesta red dedicada al envío de paquetes con droga desde Sudamérica, W. A. estaba en un escalafón por encima de N. C., «dado el trato y la actitud sumisa de este último, y de cómo le daba las novedades de lo que estaba pasando», según detallan las diligencias. Para los guardias civiles del Edoa, la actividad del principal investigado no se limitaba a la recepción de envíos de cocaína por medio de paquetería, sino que además se dedicaría a la venta de droga.

Recopilados todos los indicios, el 26 de julio los investigadores solicitaron una nueva entrega controlada y la instalación de un dispositivo de seguimiento GPS en el paquete de coca. La empresa de reparto informó que N. C. había solicitado el redireccionamiento del envío y recogerlo en Murcia. Los agentes dedujeron por las conversaciones que los investigados estaban 'moscas' y mostraban reticencias a recogerlo en Alicante, al resultarles extraño lo que había ocurrido hasta ese momento con la entrega.

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Los agentes volvieron a llevar el paquete hasta la sede de la empresa. Una vez allí y sin que el trabajador investigado supiera de la intervención policial en el asunto, lo trasladó, con el resto de bultos, hasta el centro logístico de la compañía en Murcia. Cuando el colombiano supo que el paquete volvía a moverse y se dirigía a Murcia, llamó a su primo L. F., el cuarto investigado en la causa. Le dijo aliviado que finalmente recibirían el paquete tras tres largas semanas de espera e incertidumbre.

El colombiano y el repartidor llevaron a cabo el 29 de julio la operación para recoger el bulto de coca. N. M. condujo el furgón de reparto hasta el polígono de La Polvorista, en Molina de Segura. Allí esperaba N. C. en un vehículo y le dio el paquete con droga. Fue lo último que hicieron, porque fueron detenidos allí mismo.

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N. C, W. A. y L. F., todos de nacionalidad colombiana, y el español N. M. pasaron a disposición judicial el pasado 31 de julio y la titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Elche decretó prisión provisional para los cuatro acusados –uno de ellos está siendo defendido por el abogado Jorge Novella– por un delito de tráfico de drogas.

  1. «Esta mañana llegaron dos iguales a Londres; no sé qué pasa aquí»

Los investigadores del Edoa tienen claro, por medio de las intervenciones telefónicas, que N. C. no actuaba de forma aislada, sino que forma parte de una estructura organizada de una red de envíos de cocaína a través de paquetería desde el otro lado del charco. Se detectaron conversaciones en las que explicaba cómo funcionaba el método de recepción de envíos, así como otras en las que mencionaba envíos a Londres. Asimismo, los agentes tuvieron conocimiento de que había envíos parados en la aduana de Miami con el mismo origen y destinatario. Pero hubo otros paquetes que sí llegaron a su destino. Así, en una conversación telefónica, N. C. le dice al repartidor de mensajería que esa mañana «llegaron dos (paquetes) a Londres». Que uno llegó a Londres a las 8.30 horas y el otro a las 9.40 horas. Contenían «lo mismo exactamente» y que «no sabe lo que pasa aquí». Y se queja al repartidor, porque es «un dinero que tiene invertido». El español responde: «Me cago en Dios, tú».

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