«El vestido sigue en la tienda a la espera del día»

Jennifer Martínez Herrera y Miguel Ángel Prior García, vecinos de Santomera, forman una de las centenares de parejas de la Región de Murcia que han tenido que posponer la fecha de su boda a causa de la pandemia. Su historia en común comenzó hace casi 17 años, cuando un amigo los presentó y decidió que eran ideales el uno para el otro. «¡Tuvo buen ojo!», comenta Jennifer, la segunda de cuatro hermanas, que no se ha separado de Miguel Ángel desde entonces. «Media vida, ni más ni menos». Ella tiene 34 años.

La pareja decidió emprender una vida junta hace casi siete años, pero cada vez que ella ponía sobre la mesa el tema de la boda, él siempre le daba largas y le respondía con: «Todo llega, tú tranquila», recuerda la novia santomerana. Y llegó el día en que Miguel Ángel decidió pedirle matrimonio: «Justo cuando yo ya había desistido y dejé de decírselo; fue el día de nuestro aniversario, el 3 de octubre de 2019».

Sin perder un minuto, comenzaron los preparativos para el enlace y en apenas dos meses ya habían cerrado la reserva del restaurante y contratado a los fotógrafos. La fecha elegida era el 2 de mayo de 2020. Pero entremedias llegó la pandemia. «Quién iba a decirme que justo cuando lo había conseguido lo iba a tener que cancelar...», lamenta Jennifer, que apunta que en un principio realmente no pensaron que la cosa se iba a complicar tanto como para tener que cancelar la boda.

De hecho, cuando llegó el estado de alarma, en marzo y a dos meses de la boda, ya tenían todo prácticamente organizado, «a falta de pequeños detalles». Incluso el vestido, «que ahí sigue, en la tienda, a la espera...».

Ante la evidencia, e impedimento real, de que la boda se pudiera celebrar en la primera fecha prevista, Jennifer y Miguel Ángel echaron mano del calendario, y jugaron con la posibilidad de hacerlo el siguiente mes, en junio. «Al descartarlo también, ya más en serio decidimos que fuera el 3 de octubre, coincidiendo con nuestro aniversario», relata la novia.

Pero entonces llegó el momento de estudiar bien lo que se podía hacer y lo que no, es decir, las restricciones (aforos concretos, distancias mínimas de seguridad, nada de baile ni de barra libre, y todo el mundo sentado, entre otras). «Vistas las condiciones, decidimos que no merecía la pena, después de haber esperado tanto tiempo, hacerlo de manera muy distinta a como lo habíamos soñado; y mucho menos llegar a poner en riesgo a nuestros invitados», señala Jennifer.

Era el momento de dar un gran salto en el tiempo y elegir la que esperan que sea la fecha definitiva: el 15 de octubre de este año. «Pero aún tenemos dudas de que pueda ser si llega después del verano otra ola de la pandemia o si se mantienen las restricciones; así que la decisión final la tomaremos más adelante y, si antes del verano pinta mal, nos iríamos a la primavera de 2022».

Pero contrariamente a lo que pudiera parecer y echando mano de la propiedad conmutativa matemática (el orden de los factores no altera el producto), la pareja ha decidido seguir adelante con sus planes: tener un hijo. «Íbamos a ir a por él después de la boda y, por fechas, va a ocurrir como estaba previsto porque hemos decidido, que en la medida de lo posible, no vamos a dejar que la pandemia altere o condicione nuestra vida».

De hecho, está previsto que Juan José nazca en mayo. Será el primer nieto, y además varón, por parte de Jennifer, una familia en la que las mujeres son mayoría absoluta (madre y cuatro hijas). «Tendremos un invitado muy especial y con el que no contábamos cuando por fin podamos celebrar la boda», destaca.

Jennifer comenta que ambas familias se han volcado totalmente con ellos en sus decisiones de ir retrasando el enlace hasta que puedan celebrarlo como han soñado, pese a que es «una boda muy esperada».

Los ayuntamientos de la Región, a través de sus registros civiles, han sido testigos de primera mano de lo que ha relatado Jennifer. Numerosas cancelaciones o retrasos, que solo en las dos principales ciudades suman 101 bodas menos entre 2019 y 2020.

El Consistorio de Murcia celebró 151 enlaces en 2019, mientras que el año pasado de las 162 ceremonias previstas, el Salón de Plenos acogió 97, es decir que 65 enlaces fueron anulados o aplazados. La concejal responsable de la Oficina de Matrimonios Civiles en el Ayuntamiento, Mercedes Bernabé, explica que el calendario nupcial se ha ido modificando y que se ofrece la retransmisión de la boda por videoconferencia.

«A pesar de la situación, hemos continuado celebrando casamientos, facilitando el cambio de fechas a las parejas y habilitado fines de semana adicionales para satisfacer las nuevas demandas», destaca, y recuerda que todos los enlaces cumplen con las medidas de seguridad anti-Covid.

La Oficina de Matrimonios Civiles atiende al público de manera presencial con cita previa a través del enlace www.murcia.es/web/portal/cita-previa-servicio-de-atencionciudadana; del teléfono 010 y del número 968 22 95 49, si se llama fuera del término municipal.

En Cartagena, el impacto de la crisis sanitaria también se ha dejado notar, al reducirse más de la mitad el número de enlaces civiles en el último año. Según los datos facilitados por el Ayuntamiento de la ciudad portuaria, en 2019 en su sede se celebraron 84 bodas, mientras que el año pasado fueron 37.