La Asamblea debe investigar los criterios y la ejecución de la vacunación en la Región, pero desmantelar toda la cúpula directiva del SMS con el actual colapso en los hospitales y centros de salud sería temerario. Tiempo habrá para depurar otras responsabilidades
En enero de 2001, con España en plena crisis del 'mal de las vacas locas', descubrí que el director general de Ganadería del ministro Cañete era vocal del consejo de Tragsa, una mercantil estatal que por encargo de la Xunta trasladó y enterró en cal viva cientos de reses y toneladas de harinas en una cantera coruñesa. El enterramiento vulneró un decreto que obligaba a incinerar las reses de más de 12 meses que morían en las explotaciones. El director general me dijo que no recordaba si el asunto fue tratado en el consejo de Tragsa, pero dimitió horas después de publicar la noticia en ABC. Aquella renuncia dejaba a Aznar y a su vicepresidente Rajoy sin el técnico que eligieron 24 horas antes para presidir el comité de lucha contra esa crisis de salud pública. Su vínculo con una empresa estatal en una presunta violación de la ley era incompatible políticamente con la continuidad en el cargo, aunque su marcha privara en el momento más inoportuno al Gobierno de la experiencia, como escribí hace justo 20 años, de un «veterinario respetado a nivel internacional, que recibió la medalla al mérito agrícola por ser el artífice de la erradicación de la peste porcina africana que afectó gravemente a España durante 25 años». El dimisionario fue velozmente sustituido y la crisis sanitaria se superó.
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Ese caso me vino a la mente esta semana con la dimisión de Manuel Villegas, un destacado profesional de la cardiología que ha debido apartarse como consejero de Salud en la coyuntura más inadecuada por el agravamiento de la pandemia, tras saltarse un protocolo nacional, o desde la más benévola interpretación de los hechos, tras hacer una interpretación injustificablemente laxa del mismo, que para colmo le beneficiaba por su condición de médico. Su renuncia llegó después de que nuestro compañero Javier Pérez Parra desvelara que el consejero se había vacunado, junto a parte de su equipo directivo y unos 400 funcionarios no asistenciales de la Consejería y del SMS. Esa decisión, de la que no se había informado públicamente en las innumerables comparecencias de sus portavoces, fue un clamoroso error político que solo podía provocar indignación social en plena crisis del coronavirus. Tal y como hoy revelamos, ni siquiera el protocolo interno del SMS, con fecha del 31 de diciembre, preveía la vacunación de su personal no asistencial. Tremendo error porque Villegas ya era, desde antes de la pandemia, uno de los mejores gestores de este Gobierno regional, probablemente el mejor. Le tocó una de las áreas más difíciles y en sus momentos más duros. Se entregó sin escatimar esfuerzos a la gestión de la crisis, con más aciertos en la primera ola que en las siguientes. A mi juicio, su actuación fue correcta en líneas generales, aunque se sobrevalora. Si se le atribuye el mérito de que fuéramos una de las comunidades con menos incidencia en la primera ola, habrá que hacer lo mismo ahora que somos la segunda más afectada en la tercera. Es evidente que su marcha se produce en la peor situación posible, aunque no tenía otra salida que asumir su responsabilidad política. Solo así se podría empezar a recuperar la confianza de una ciudadanía que depositó sus esperanzas en una vacunación que empezó con lentitud y derivó en una sucesión de escándalos por los cargos públicos que se saltaban la cola en toda España. Vacunarse parecía misión imposible, pero había un protocolo fantasma para ciertos políticos, funcionarios y mandos militares, como el propio Jemad.
Difícilmente podía este consejero seguir pidiendo sacrificios y responsabilidad a la sociedad murciana cuando a la hora de aplicar el protocolo, diseñado en función del grado de exposición al virus y la vulnerabilidad de los grupos de riesgo, había incluido en la vacunación prioritaria a todo el personal estatutario, incluido el no asistencial que, aun realizando labores administrativas relevantes para el funcionamiento de la sanidad pública, en muchos casos no están más expuestos al coronavirus que la mayoría de los ciudadanos. De hecho, entre los vacunados había liberados sindicales y funcionarios teletrabajando desde casa. Puede que esta decisión fuera fruto del caos y la improvisación. O lo que es más que probable, sencillamente Villegas hizo lo que creía correcto. Lo cierto es que hay un incumplimiento del protocolo nacional, que deja dudas solo disipables con una investigación de los criterios aplicados y la ejecución de la estrategia de vacunación en la Región. Es inexplicable que el presidente del Colegio de Médicos se haya podido vacunar, estando alejado décadas de la práctica clínica, o que un centro de salud de Molina se salte el protocolo, tras recibir una negativa del SMS, y vacune a la alcaldesa de Molina, cuyo caso es una sucesión de falsedades como pocas veces he visto. No merecía Esther Clavero semejante colofón a su trayectoria como primera edil, pero tanto las particularidades de su caso como sus explicaciones producen sonrojo. Y por último, qué hace el concejal de Sanidad de Murcia, Felipe Coello, vacunando y siendo vacunado, en lugar de estar desempeñando las funciones propias de su cargo, tan necesarias ahora.
Esclarecer todos los puntos oscuros del caótico y opaco proceso de vacunación en la Región debería ser tarea de los diputados de la Asamblea, en la forma que consideren más oportuna, si la información que remita el Gobierno regional a los partidos no fuera esclarecedora. El reglamento de la Asamblea permite recabarla y analizarla sin vulnerar la ley de protección de datos. Pasarle este asunto a la Fiscalía solo reporta eco mediático. Este trabajo corresponde a sus señorías, que deberían focalizar sus pesquisas en lo más pertinente. Si hay una 'lista VIP' de vacunados, como cree Cs, debe desenmascararse, pero no tiene sentido arrojar sombras de dudas sobre los funcionarios del SMS y de la Consejería que ninguna responsabilidad tienen en lo sucedido. Y claro está, tampoco negarles la segunda dosis. Ni a ellos ni a nadie. Los tiempos políticos que vivimos, en la antesala de las elecciones catalanas, donde algunos partidos se juegan el ser o no ser, han influido en el eco nacional de esta polémica. Probablemente persistirá la tensión de los últimos días, cuando por momentos parecía que peligraba la coalición del gobierno regional. Forma parte de la dinámica de la política de partidos y no entraña problemas, salvo que entorpezca la principal responsabilidad de todos, doblegar esta ola de casos. Muchos sanitarios de Atención Primaria están preocupados por la posibilidad de que la cúpula del SMS quede ahora descabezada, con el riesgo de paralizar la lucha contra la Covid. Tienen razón. Tiempo tendrán los partidos de depurar más responsabilidades, si las hubiere.
La situación de los hospitales de la Región es especialmente preocupante. Se ha superado el millar de ingresados y, por primera vez, se han rechazado admisiones en los centros de pacientes con Covid por falta de camas. Las muertes diarias rozan ya la veintena. Con el alto número de infectados que permanecen en la UCI, veremos lamentablemente cifras elevadas de fallecidos a lo largo de la próxima semana. Tendrá que lidiar con ello Juan José Pedreño, un médico con experiencia en gestión y en Atención Primaria, que se ha puesto al frente de la Consejería de Salud. Le deseo la mejor de las suertes. Sus aciertos y sus errores repercutirán en todos nosotros.
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