CARLOS MIRETE
Domingo, 19 de septiembre 2021, 00:37
Clonc, clonc. Los hielos comienzan a llenar de nuevo vasos y copas de los locales de ocio nocturno de la Región. Tras varios meses cerrados –o incluso más de un año, según el caso–, debido a las restricciones provocadas por la pandemia, sus propietarios se han decidido a abrir pese a que no están muy de acuerdo con las limitaciones a las que están sometidos actualmente. Los pubs y discotecas disponen de una larga lista de espera todas las noches para poder acceder a una de sus cotizadas mesas. En ellas se pueden reunir hasta seis personas, siempre con la mascarilla puesta excepto para beber la consumición.
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El horario, reducido hasta las dos de la madrugada, es insuficiente para los hosteleros, al igual que algunas de las medidas. «La gente quiere libertad y que se quiten las mesas, como está sucediendo ya en Madrid», asegura Álvaro Vivanco. Este empresario fue durante quince años encargado del célebre pub Plaza3 en Murcia, pero ahora se encuentra inmerso en otra aventura, también relacionada con el ocio nocturno. A pesar de mostrarse dispuesto a dar su opinión sobre el estado actual del sector, prefiere evitar que se realicen fotos o que se revele el nombre de su local, por temor a posibles quejas de los vecinos. No será el único, pues a lo largo de la noche hasta cuatro establecimientos distintos se negarán a permitir la fotografía del interior e, incluso, a realizar algún tipo de declaraciones.
Esto, unido a confesiones como las de Álvaro, refleja el miedo existente en la hostelería a un nuevo cierre generalizado. «Preferiría haber estado pasando droga que ser encargado de ningún local», ironiza. Vivanco explica que, en ciertos momentos de la pandemia, el pegajoso marcaje de la Policía llegó a ser asfixiante. «Hacían cuatro o cinco rondas al día, cada dos o tres horas; pero es que había ocasiones en las que pasaban dos patrullas con un margen de pocos minutos». Ahora, pese a que asegura que con las restricciones vigentes la apertura de su negocio le sirve solo para cubrir gastos, se muestra optimista: «Lo que queda de 2021 debe servir para que en el ocio nocturno despeguemos definitivamente».
Antonio, nombre ficticio de uno de los cinco gerentes de otro conocido garito de Murcia, accede finalmente a dar su opinión siempre que se respete el anonimato, tanto de él como de su local. «Prefiero que no se hable, ni para bien ni para mal», se justifica antes de permitir el acceso al interior del pub. Aunque la mayoría respeta escrupulosamente todas las medidas, anunciadas y repetidas hasta la saciedad mediante carteles distribuidos por cada esquina, parte del público permanece de pie, siempre cerca de su mesa. Algunos incluso se atreven con un torpe intento de baile, a medio camino entre la contención y las ganas de darlo todo, debido a lo limitado del espacio del que disponen. Recuerdan a los mecánicos movimientos que reproducen cíclicamente los animales en ciertos zoológicos, cuando el tamaño de su jaula es especialmente pequeño. Una falsa sensación de libertad que acaba cuando chocan con el cristal –en este caso una cinta en el suelo– que marca la frontera que los separa del resto del mundo.
«Prefiero vender poco a no vender nada», explica Antonio cuando es preguntado por el motivo de la reapertura, pese a que otras discotecas continúan con la persiana echada. «Lo que no consigo entender es por qué, con un 80% de la población vacunada, seguimos con las mismas restricciones que cuando había solo un 30%», se lamenta. Los continuos vaivenes en las limitaciones sobre el ocio nocturno y la obligatoriedad de espaciar a la clientela mediante mesas para evitar el acercamiento entre grupos, llevó a este empresario a realizar una gran inversión en mobiliario. «Un mes después de comprar todo lo necesario, nos volvieron a cerrar», expone. Por eso no termina de entender la situación actual. «Yo creía que para cuando terminara el verano íbamos a estar ya en plena normalidad, y al final he tenido que comprar más mesas para poder abrir otra discoteca de la que soy copropietario», cuenta mientras saluda a varios clientes. «Yo no soy partidario de obligar a nadie a que se vacune, pero si el pasaporte covid va a permitirme abrir con total normalidad, tendré que aceptarlo», comenta acerca de la reciente aprobación de esta medida por parte del Tribunal Supremo.
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Algunos clientes se muestran contrarios a esta y otras medidas que se están aplicando desde hace tiempo. «Yo lo entendería si la situación epidemiológica empeorase, pero es algo que veo poco probable», dice convencido José Javier, que suele acudir a los bares de copas «para socializar un poco». Respecto a la limitación del horario solo hasta las dos de la mañana, considera que es «un despropósito, se van a producir los mismo contagios cerrando a esa hora que a las seis». Diego, por su parte, recuerda que «hay gente que sale tarde de trabajar y ya no tiene a dónde ir para tomarse algo». «Lo que está claro es que quien quiera seguir la fiesta, la va a seguir aunque cierren a las dos», concluye Inma, tajante.
Cuando los locales echan la persiana, los distintos licores acumulados en los hígados de sus clientes mantienen a la muchedumbre en un estado de euforia. Aunque son ya las dos de la madrugada, la noche es joven y el cierre de las discotecas no impide que surjan ideas cocinadas con ingredientes tan dispares como cerveza, ron, vodka, whisky o ginebra para continuar la fiesta. Tras un largo rato de conversación, parece que todos los presentes llegan a un acuerdo simultáneamente y se dispersan en grupos. A veces de cuatro personas, otras de seis, algunos de diez... Nadie se queda sin plan, y todos hablan de buscar algún comercio que pueda dispensar bebidas alcohólicas, pese a la prohibición expresa vigente pasadas las diez de la noche. Los ruidosos cánticos con los que algunos celebran el fin de una fiesta y el inicio de otra, seguramente en algún piso, parece que se prolongarán, al menos, un día más.
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