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Un ejemplar de burro de la raza catalana. :: DAVID GAYA
Símbolo nacionalista

Malos tiempos para el burro catalán

Ya casi nadie los compra. Su condición de símbolo nacionalista no libra a esta raza de asno de la amenaza de desaparecer

CARLOS BENITO

Miércoles, 30 de abril 2014, 18:05

Hay dos tipos de burros catalanes. El primero, el más fácil de ver, es el de las pegatinas, una silueta simplificada de asno que adorna la parte trasera de muchos coches: la campaña arrancó hace diez años, por iniciativa de dos jóvenes de Banyoles (Girona), y busca «luchar contra el centralismo uniformador expresado en símbolos como el toro o la matrícula española». El simpático borrico, con sus orejas alzadas y su morro blanco, se convirtió de pronto en un emblema político: su proverbial terquedad pasó a denotar la resistencia, la diferencia, la independencia, frente al empuje un poco irreflexivo del morlaco de lidia.

El otro burro, por supuesto, es el de verdad, que nada entiende de políticas ni de guerras de símbolos. El asno catalán es una raza robusta, corpulenta, ideal para trabajos duros, que mantiene las orejas siempre enhiestas y muestra, según describen los expertos, un temperamento «sanguíneo, vital y noble». Durante algún tiempo, los burros de carne y hueso se contagiaron de la popularidad de sus congéneres adhesivos: proliferaron las ventas, los apadrinamientos, las visitas en grupo a las granjas... Pero, justamente ahora que el independentismo atraviesa un periodo de auge, corren malos tiempos para el burro que lo representa.

Ha dado la voz de alarma Joan Gassó, responsable de Fuives, el Centro Mundial del Asno Catalán, principal reserva de esta variedad. Según Gassó, la crisis económica ha puesto en serio peligro la supervivencia de la raza: «Como ya no se utiliza para nada, se ha ido arrinconando, abandonando, y es una pena que no se haga nada. Las instituciones se han involucrado, pero lo que aportan resulta totalmente insuficiente. Hasta ahora, se iban vendiendo para hacer mulas, para limpiar bosques, incluso como animales de compañía, pero cada vez se venden menos y el futuro se ha puesto muy complicado».

Buscadores de oro

Joan Gassó es hijo de otro Joan Gassó, fallecido hace dos años, que tuvo un papel clave en la recuperación de esta raza. La mecanización del campo había reducido el censo a cifras testimoniales, y este tratante de ganado, nostálgico de los tiempos dorados de las ferias de Montmajor o Vic, se empeñó en recuperar el asno autóctono por el sencillo procedimiento de ir adquiriendo todos los ejemplares que encontraba. Aquel fue, en 1971, el germen de la actual reserva, situada en la comarca del Berguedà: Fuives supera actualmente el centenar de cabezas, de las alrededor de 700 registradas por el programa de conservación, pero en los últimos años han recortado su cabaña porque se había vuelto insostenible. «Tenía 150, pero los he ido rebajando para limitar los gastos. El problema es que hacen falta muchos individuos para mantener y mejorar una raza: con pocos, tienes que tener mucho cuidado con la consanguineidad», relata Joan, continuador de la labor de su padre.

En su finca, ha puesto en marcha múltiples vías de financiación. «Hemos hecho de todo para sacar dinero: apadrinamos burros, la gente viene y los saca a pasear, recibimos a grupos, vendemos semen...», enumera. Incluso elaboran productos cosméticos con leche de burra, como aquella con la que supuestamente se bañaban Cleopatra o la esposa de Nerón. A Joan le gusta recordar la época gloriosa del asno catalán, cuando se exportaba masivamente a Estados Unidos para producir mulas recias y vigorosas, «como esas que llevaban los buscadores de oro», y no duda en referirse a esta raza como «la mejor del mundo». Su empresa lleva años haciendo un elogio público de la tozudez como rasgo admirable en pollinos y personas: «Es una característica poco valorada, pero imprescindible para tirar del carro y conseguir cualquier meta. Es un carácter que tienen pocos animales, y ninguno como el burro catalán, una bestia constante, sacrificada y más inteligente de lo que creemos».

En su defensa del animal real, Gassó se aproxima a veces al discurso de la pegatina, y también puso en marcha hace años su campaña de 'un catalán apadrina a otro'. ¿Les ha venido bien a estos asnos su inesperada condición de símbolos y su omnipresencia en los coches de la comunidad catalana y el Rosellón? «Todo lo que sea hablar de burros les beneficia. Pero aquello fue una cuestión de marketing y unos cuantos hicieron negocio con el merchandising. En la realidad hay toros muy buenos, burros muy buenos, y hay que tratar de mantenerlos a todos».

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