ANTONIO ARCO
Lunes, 3 de febrero 2014, 13:57
-Y a estas alturas de la función de su vida, conocidos el dolor y la felicidad, ¿a usted de qué no le da ya la real gana?
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-De sufrir; no quiero, no me da la gana.
Asunción Balaguer (Manresa, 1925) es un cielo de mujer, eso se lo reconocen hasta en el infierno de Dante. Actriz de raza, viuda ilustre de Paco Rabal, posee una vitalidad asombrosa, una memoria envidiable y una lucidez que pasma. Tiene estos días a la crítica y al público rendidos a su pies, asombrados por su trabajo -tiene 88 años- en la obra de Antonio Muñoz de Mesa 'Una vida robada', una producción del también incansable Juanjo Seoane en la que comparte escenario, además de con su nieto, Liberto Rabal, con el veterano Carlos Álvarez-Nóvoa y con Ruth Gabriel. Habla con 'La Verdad' y no puede evitar que los recuerdos la trasladen a Águilas, la tierra de Rabal en la que, junto al mar de Calabardina, atesoró un caudaloso río de días felices; en la casa 'Milana Bonita', que tuvo que vender y en la que a partir de 2010 no pudo ya volver a disfrutar de los veranos y los inviernos cálidos, pasó momentos memorables en compañía de algunos de los grandes talentos del siglo XX, como el poeta Rafael Alberti.
-¿Qué sueño se le ha cumplido?
-El de trabajar a mi edad en lo que deseo. Yo, si volviera a nacer volvería a ser actriz; bueno, ¡o cantante de ópera!
Asunción Balaguer tiene claro que otro de sus sueños, el de dar vida en los escenarios a Lady Macbeth, «jamás se hará ya realidad». Y no le da más vueltas. Pide poco. Eso sí, que no le falte el café de cada día cuando se levanta. «El café me da alegría y fuerza para seguir en la lucha. Eso sí que lo pido, ¡buen café!», exclama. Derrocha simpatía. Su madre le recomendó un buen, y ya muy lejano, día: «Niña, que siempre puedas ir con la cabeza muy alta, que no te tengas que avergonzar de nada».
¿Y qué tal? «Le hice caso, sí, sí. No me avergüenzo de nada. Me acuesto por la noche con la conciencia muy tranquila. ¿Sabe? Paco, antes de dormirse, se acordaba de todos sus familiares y amigos muertos, y con ese pensamiento se dormía». Así la describe Rafael Álvarez 'El Brujo': «Es la santa por antonomasia, la mujer fiel, amante y sabia, que corrió siempre a la par de la modernidad, la rebeldía y el talento de un genio, Francisco Rabal». Y es que Asunción Balaguer, espléndida actriz, mimó a Rabal vivo y mima a Rabal muerto, lo mima en carne y hueso, lo mima hecho cadáver, lo mima cuando ya no es ni siquiera polvo, lo mima en sueños y despierta, y lo seguirá mimando una vez muerta. No hay forma humana, ni divina, de hablar con ella más de tres segundos seguidos sin que ponga en sus labios el nombre de Paco.
-¿Qué le gustaría hacer si pudiese?
-Me gustaría conseguir que a nadie le faltase amor en esta época tan jodida, en la que los niños se crían sin amor, en la que no se ama a los viejos, y ni siquiera muchas veces a los padres. Qué vacío, qué tristeza. Me parece muy importante recordar que existe la entrega de unos seres a otros, y que es muy hermosa, lo más hermoso que un ser humano puede hacer en esta vida.
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-¿Alguna vez ha ido a ciegas por la vida?
-No. He hecho las cosas sabiendo lo que hacía. A Paco, por ejemplo, lo conocía muy bien incluso antes de casarnos.
-Pero hizo muchas veces la vista gorda...
-...sí, sí [risas]. Yo sé que Paco ha tenido una vida llena de aventuras; ahora, ya de mayor, me digo que a lo mejor me tenía que haber puesto un poco más en mi sitio, pero entonces no salía de mí hacerlo. Hoy pienso que, incluso para su salud, hubiese sido algo bueno. Pero... yo lo cuidé y lo quise con toda mi alma, y volvería a hacerlo mil veces encantada.
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Asunción Balaguer volvería a quererlo mil veces con toda su alma, pero seguiría también negándose a cuidar de un caballo en su propio jardín, que si solo de Paco Rabal hubiese dependido allí habría vivido el caballo hecho un rey. Por lo pelos no tuvo la actriz que hacerse cargo del animal. Se lo regalaron a su marido y él quería que viviese, sí, sí, en el jardín. Le dijo: «'¡Asunción, lo cuidas tú!'». Pero de eso, ni hablar. «Por ahí sí que no pasé, ¿cómo iba yo a cuidar un caballo?», cuenta riendo.
-¿Y qué fue del caballo?
-Lo regaló. ¡Me faltaba a mí un caballo! Paco era como un niño grande, era muy divertido. ¿Sabe qué hizo una vez?
-¿Qué hizo?
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-Se metió en un convento para estudiar inglés y por poco me pervierte a todos los dominicos que había allí. [Risas.]
Le comento a Asunción Balaguer que me dijo Mario Gas, ese monstruo del teatro que en los últimos Premios Max logró un éxito rotundo con 'Follies', el musical de Steven Sondheim en el que ella trabajaba y por el que también fue premiada -Max a la Mejor Actriz de Reparto-, que «verla trabajar cada día es un ejemplo de vitalidad y entrega», «que todos los que participamos en 'Follies' la adorábamos» y que estaba seguro de que «todos quisiéramos ser Asunción Balaguer de mayores: una persona cariñosa, con una gran inteligencia y sensibilidad, y con una gran categoría humana y profesional».
-En fin, que es usted una mujer muy querida y una actriz muy respetada. Enhorabuena.
-Reconozco que me siento muy querida. Voy por la calle y todo el mundo me mira con cariño, mucha gente me saluda y también hay mucha gente, ¡hombres y mujeres!, que me me dicen '¡dame un beso!'; y me encanta que me besen, de verdad. En Águilas me pasa mucho, y eso me da ánimos. El cariño es lo más importante, y eso no me falta. De dinero tengo lo necesario, no aspiro a más. Y de la salud tampoco me puedo quejar, aunque tengo el corazón de la edad que tengo, claro.
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-¿Cansado?
-Un poco, sí. Es un corazón que ha querido muchísimo...
-¿Qué no le importa?
-Pues... no me importa irme, no, no. La muerte es inevitable, y yo creo que ya estoy preparada. Sé que algo pasa con la gente querida que ha muerto...; algo hay, porque siento que me ayudan, que me dan fuerzas para seguir aquí. ¡Ahora bien, mientras llega quiero divertirme y pasarlo bien! Cuando se murió Paco me quedé tan mal que me hubiera ido a vivir, o a morir, debajo de un puente. Nada me interesaba nada, la verdad. Pero, fíjese, la vida sigue y me ha dado muchas compensaciones. ¡Estoy tan feliz de poder estar trabajando, tan feliz de estar en el escenario con mi nieto!
-Echará usted en falta su casa junto al mar en Calabardina, 'Milana Bonita'.
-Muchísimo, tengo tantísimos recuerdos tan buenos. Era una casa benéfica, todo el mundo que venía era en ella muy feliz, y vino mucha gente.
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-Rafael Alberti, por ejemplo.
-Ay, Rafael. Se sentaba en la terracita, llena de rosas preciosas, y decía «¡qué flooores Asunción, pero qué flooores!». Cuando se fue nos dijo a Paco y a mí: 'He estado en el cielo'. A veces, él y Paco se ponían a cantar canciones picantes. Alberti era como Paco, un hombre delicioso que amaba la vida. Ay, he tenido una vida feliz. No me arrepiento de nada. Repetiría.
-¿Qué le inquieta?
-A veces tengo miedo de levantarme. No sé lo que me espera... Cuando vivía con Paco, siempre me despertaba diciendo '¡qué feliz soy, qué feliz soy!'. A veces parecía tonta. [Risas.]
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-¿Quiénes son necesarios?
-Los buenos poetas, y los hombres valientes.
-¿De qué intenta olvidarse?
-De las malas personas. Olvidarlas es una forma de matarlas en el cerebro.
-¿Qué ha decidido?
-¡Cuidarme! Me he propuesto seguir teniendo un aspecto agradable. ¡Me llaman ahora guapa más veces que cuando era joven! Y me digo '¿por qué no me lo dirían antes, cuando de jovencita a veces me daban ganas de ser invisible?' [Risas.] Ahora me mimo porque estoy contenta de haber vivido y de que la vida me esté regalando este final. Soy más coqueta ahora que cuando era jovencita, porque creo que entonces no lo era nada.
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-¿Y de casada?
-¿De casada? ¡Qué va! Yo iba siempre detrás de Paco, y no hablaba por no meter la pata...; me gustaba que brillara él.
-¿Qué persigue?
-Que mi gente esté feliz y dejarlos a todos situados. Ya quiero poco para mí: que me duren la memoria y las piernas en condiciones. ¿De qué me voy a quejar? He amado mucho, he conocido el mundo, he tratado con gente maravillosa, y he sido una mujer respetada porque yo me he respetado a mí misma mucho. Creo que siempre he estado en mi sitio.
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-¿De qué intenta alejarse?
-De la maldad. Procuro rodearme de gente buena y no suelo equivocarme mucho, aunque Paco era más listo que yo en eso.
«Medio Paco y medio yo»
-¿Qué es usted?
-Soy medio Paco y medio yo.
-¿Qué le da miedo?
-Tener una enfermedad y no poderme valer por mí misma, ¡eso no!
-¿En qué nota que ha cambiado?
-En que antes hablaba muy poco y ahora soy muy habladora. Y digo todo lo que me parece.
-¿Qué le hace falta para vivir?
-Comida sana, en mi casa no entran las conservas. Y las mínimas comodidades. Apenas necesito cosas. A lo largo de mi vida, y sin yo hacer mucho para merecerlo, he disfrutado enormemente de viajes, de la amistad de personas muy importantes que han estado a nuestro alrededor, de reconocimientos, y de las enseñanzas de gente muy sabia: ¡Picasso, Buñuel...!
Escuchar hablar a Asunción Balaguer es un placer. Logra que sus palabras le calen.
-Maribel Verdú también siente debilidad por usted; coincidieron en Murcia, durante la inauguración en Murcia de la V Semana del Café, promovida por 'Salzillo Tea and Coffee', y logró que se emocionase «como una tonta», según me contó, escuchándole hablar de Paco Rabal.
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-¡Maribel es encantadora, y qué gran actriz!
-¿Cómo se imagina?
-Yéndome dejando todas mis cosas muy bien arregladas, todo muy claro, sin ninguna deuda pendiente, sin enfado o malestar alguno con nadie; e irme con el nombre de Paco en mi boca: un ejemplo para todos de bondad y generosidad. Sé que moriré nombrando a Paco. No me da ningún miedo morir, y yo puedo morirme ya tranquilamente y en paz. Eso sí, quiero irme dejando un buen recuerdo, al menos en la gente que te quiere. Que quede todo muy claro y muy limpio. Siempre nos ha gustado a Paco y a mí pagar todas nuestras cuentas. Realmente, cuando falta tu compañero te quedas muy sola.
-¿Conoció usted la depresión?
-La depresión la he conocido poco, la verdad, porque siempre que me ha pasado algo he buscado una puerta que abrir para salir de esa situación. He sido bastante valiente. Incluso ahora, que estoy bastante mayor, sigo buscando puertas cuando las cosas se tuercen.
-¿Le sigue interesando la política?
-Sí, claro. A Paco siempre le interesó la política como una forma de conseguir el bien de sus semejantes. Él sufría con las injusticias y se ponía del lado de los necesitados, y yo tengo la sensación de que he heredado esa forma de ser suya. Él me enseñó a no dejar de preocuparme por los demás, y si lo hiciera sentiría que lo estoy traicionando. Sigue dando muchísima pena ver a la gente que sufre. Paco tenía una gran capacidad para ver lo que era injusto y se lanzaba como una fiera a denunciarlo. Era muy impulsivo ante la injusticia.
-Hubo quien intentó ver en su defensa del comunismo algo de pose, de ir a la contra.
-¿Pose? ¡Qué va! Era un hombre de izquierdas de los de verdad, y muy crítico. No soportaba que la gente no se comportara con honestidad. Es tan difícil encontrar personas honestas, sobre todo en la política. Él ayudaba a todo el mundo, a gente de todas las ideas, y a él también es cierto que lo ayudó más la gente de derechas que la de izquierdas, quizás porque era la que más podía. Nunca cambió de forma de ser ni de pensar. Lo saben todos los que le conocieron. Era un hombre honesto, bueno de verdad.
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Con lo que dice Asunción Balaguer de Paco Rabal está totalmente de acuerdo el profesor y poeta murciano Pedro Guerrero, muy amigo del matrimonio. «Asunción, además de una actriz de primerísima fila, es una gran dama, con un talento, una prudencia y una alegría interior formidable», describe entusiasta. «La queremos mucho», añade.
-¿De qué puede usted sentirse orgullosa?
-De haber llegado al final de mi vida con el respeto de mis semejantes.
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