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Calle Doctor Diego Pérez Espejo. :: J. M. RODRÍGUEZ / AGM
CARTAGENEROS EN EL CALLEJERO

Pérez Espejo, con calle junto a la Asamblea

JOSÉ MONERRI

Lunes, 3 de enero 2011, 10:43

Fue un hombre popular y, aunque nacido en el Jimenado, perteneciente al colindante municipio de Torre Pacheco, está plenamente integrado en Cartagena donde desarrolló una eficiente labor como médico. Y desde el 25 de agosto de 1989 en que fue aprobado en comisión de gobierno municipal, Cartagena cuenta con una calle a nombre del Doctor Diego Pérez Espejo, que antes constituía un tramo con la denominación de Jiménez de la Espada. Está deslindada por la Juan de la Cosa y Esparta, forma parte de la manzana donde está ubicado el colegio de 'La Sagrada Familia' de los Hermanos Maristas, y de la que constituyen la Casa de la Juventud, la Asamblea Regional (en su parte posterior) y los colegios de la Marina Española, y en ella desemboca la calle del Doctor Lasso de la Vega.

Diego Pérez Espejo nació el 25 de julio de 1909 en El Jimenado, diputación de Torre Pacheco, hijo de Diego y Antonia, pero con sólo un mes lo trajeron sus padres a Cartagena, de la que ya no saldría siendo nombrado Hijo adoptivo el 27 de marzo de 1981. 'Sudeste', en la reseña de ese acto, se decía que al terminar Pérez Espejo, «el socialista de la pajarita», expresó su agradecimiento con vivas al Rey y a España.

El padre de Pérez Espejo, según publicó 'Cartagena viva', en su número 8 de 1986, industrial panadero, metió a su hijo de párvulo en El Patronato del Sagrado Corazón de Jesús, pasando años después al Colegio Politécnico y finalizando el bachiller en el Instituto. Fue alumno aventajado, estudioso y con excelentes resultados académicos adelantó años cursando el bachiller y después la carrera universitaria. Con 21 años acabó la carrera de Medicina en la Universidad de Valencia, entrando en la Facultad de Medicina por oposición como alumno interno. El 1 de octubre de 1931 comenzó a trabajar como médico en el ejercicio libre de su profesión. En el dispensario de Cartagena actuó como médico especialista de enfermedades de pecho. En 1935 se le nombra del director antituberculoso de la unidad sanitaria de Canteras. Después, y hasta su fallecimiento el 4 de septiembre de 1987, continuó ejerciendo la Medicina impulsado por su profunda vocación. A título póstumo, el 1 de octubre de 1987, fue nombrado Hijo Predilecto de la Región de Murcia.

Casado con María Isabel Martínez Gimeno fue padre de tres hijos, de los que se sentía orgulloso: Sergio, diplomático; Gustavo Adolfo, médico; y Miguel Ángel, también médico, cirujano.

Militante del PSOE

Pérez Espejo era el militante más antiguo en Cartagena del PSOE. Con 22 años ingresó en el Partido, concretamente el 2 de septiembre de 1931. Él decía: «La política me apasiona porque tengo una ideología, pero lo que soy realmente es un profesional de la Medicina». En su trayectoria política ocupó cargos activos dentro de la Región, incluso representándola como diputado a Cortes. Elegido en 1979, a los dos años tuvo que dejarlo por motivos de salud. «Tuve que abandonar -decía- porque no me encontraba en buenas condiciones y eran muchos los viajes que tenía que hacer a Madrid». Posteriormente, Pérez Espejo fue consejero del ente autonómico murciano y en 1983 salió elegido diputado regional, actuando, además, como presidente de la Comisión de Peticiones y Defensa del Ciudadano.

Las ideas políticas de Pérez Espejo le ocasionaron no pocos problemas. Concluida la guerra civil pasó por la cárcel y sobre su persona fueron puestas diversas etiquetas. Según rememoraba, «a finales de 1939 ingresé en prisión acusado de auxilio a la rebelión, y estuve saliendo y entrando en la cárcel hasta el año 1945».

De los alcaldes de Cartagena, guardaba grato recuerdo de dos de ellos: Alfonso Torres «que hizo una labor realmente buena, aunque tuvo a su favor la ventaja de estar bastantes años como alcalde y no tener ningún género de oposición».

Recuerdos entrañables

Diego Pérez Espejo guardaba recuerdos entrañables. Decía: «Me acuerdo muchísimo del estudio del maestro Vicente Ros y de las tertulias que allí teníamos. Siento nostalgia de los cartageneros de aquellos años, más que de Cartagena. Ahora siento una orfandad de amigos extraordinaria».

Retirado de la vida política, Pérez Espejo ocupaba la mayor parte de su tiempo en trabajar, atendiendo su consulta médica y visitando a sus enfermos, «aunque tengo la consulta de diez y media a doce de la mañana -en el primer piso de la Casa Dorda, en la calle del Carmen-, normalmente las empiezo antes y las termino después. Dentro del campo médico, Pérez Espejo recordaba principalmente a dos amigos colegas de la profesión: «como amigos personales tengo un gran recuerdo para Manuel Tapia, que fue director del Hospital del Rey, y para Luis Calandre, que fue un gran cardiólogo». Los tres tienen calles a su nombre en Cartagena).

Integridad proverbial

Enrique Escudero, en 'El Mirador de Cartagena' de 16 de septiembre de 1987, escribía un artículo que titulaba 'Adiós, don Diego', y en el que decía: «Era un hombre excepcional. Era esa excepción magnífica que te hace pensar que el ser humano es capaz de vivir y morir fiel a sus principios. Su integridad era proverbial, su coherencia siempre mantenida a través de los años y de los avatares en los que se vio envuelta su vida, sobre todo en la posguerra cuando fue detenido varias veces, tomaba su hatillo compuesto por unas mantas y alguna ropa, y se iba a la cárcel».

Durante años acudió a diario a la tertulia del maestro Vicente Ros. Allí exponía sus ideas de socialismo moderado y democrático. Jamás una palabra más alta que otra. Escuchaba como hablaba, con el corazón por delante. Todo el mundo aprendió a quererle porque era una asignatura bien fácil de aprobar. Hasta los que podían considerarse sus adversarios políticos siempre le mostraron su respeto y afecto. Se nos ha ido don Diego Pérez Espejo en la paz que le dio su creencia en Dios.

Se ha ido, pero ha dejado tras sí la estela de una descendencia sobresaliente y una calle que perpetúa su nombre como recuerdo de un hombre que, con el ejercicio de la Medicina, siempre estuvo entregado al servicio de sus semejantes.

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